En lo que corresponde a , el diálogo verdadero entre México y las grandes potencias del mundo podría iniciar si se cumple un ambicioso proyecto anunciado en la conferencia matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum el pasado 27 de noviembre: el primer satélite 100% mexicano y la primera misión espacial desde América Latina con la participación de la ingeniera y divulgadora científica Katya Echazarreta. El año en el que el proyecto podría realizarse sería 2027. Dos hechos de la realidad mexicana plantean varias preguntas: en primer lugar, la historia de altibajos en el desarrollo espacial; no menos importante es que la Agencia Espacial Mexicana —que idealmente debería ser una de las mayores implicadas en un proyecto de esta naturaleza— fue una de las grandes ausentes durante el anuncio.

Al abandono presupuestal que ha enfrentado la Agencia en los últimos años se le suma una nueva reducción. Si en el Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2024 tuvo 72 millones 913 mil 894 de recurso fiscal aprobado, en el Proyecto de Presupuesto y el dictamen para 2025 se presentó lo que a todas luces es una reducción de alrededor de 3 millones, al tenerse contemplado un recurso de 69 millones 950 mil 034 pesos, lo cual se confirmará en cuanto lo publique el Diario Oficial de la Federación (DOF). Además de que la Agencia, cuya creación se anunció en el DOF en julio de 2010, enfrentó en la administración pasada una reducción de alrededor de la mitad de su presupuesto: de 125 millones 175 mil 821 pesos, que tuvo en el primer año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pasó a 69 millones 492 mil 442 pesos en 2023.

Justo para 2023, la Auditoría Superior de la Federación concluyó que “su limitada estructura normativa, programática y presupuestal, y la falta de vinculación de sus facultades y objetivos (...) pueden poner en riesgo el cumplimiento de los objetivos institucionales y la consolidación y el fortalecimiento de la política espacial”. Una crisis incompatible con la misión y visión de la Agencia: “Transformar a México en un país con actividades científicas y desarrollos tecnológicos espaciales de clase internacional” y “el desarrollo de la ciencia y tecnología espaciales colocando a México como una nación líder en la creación de bienes y servicios en la industria espacial a nivel internacional”.

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Aunque la vocación de la Agencia Espacial Mexicana es clara y debería bastar como prueba del papel prioritario que le correspondería en el proyecto, las declaraciones dadas el 27 de noviembre por Altagracia Gómez Sierra, coordinadora del Consejo Asesor de Desarrollo Económico, Regional y Reolocalización de Empresas, se perfilan por la apuesta hacia la iniciativa privada, específicamente con grupo Safran, empresa francesa de aeronáutica. “Nos hemos propuesto la meta de integrar todo un motor en México, eso es lo que vamos a inaugurar hoy en Querétaro”, dijo Gómez Sierra.

“Tenemos tres proyectos clave. Uno es liderar la primera misión 100% latina al espacio, esto lo haremos de la mano de la astronauta Katya, la idea es que esté en 2027. Dos, la integración del motor completo en México, que precisamente hoy se anuncia la gran inversión por parte de grupo Safran. Tres, el satélite 100% mexicano que ha anunciado la Presidenta y son tres ejemplos donde el gobierno estará trabajando de la mano con la iniciativa privada y desde luego con la Academia”, fueron sus palabras exactas.

Para el astrofísico e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Franco, “habiendo tan poca información al respecto es difícil evaluar cualquier impacto, ya sea político, económico o tecnológico porque, digamos, estaríamos tejiendo en el vacío y no debe caerse en ese punto”. Si bien Franco subraya el anuncio de inversión con Safran como un hecho relevante.

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José Valdés, del departamento de Física Espacial del Instituto de Geofísica, señala que “México está empezando a hacer cosas en satélites. El señor José Merino, en una mañanera, anunció un programa satelital que consiste de un satélite de telecomunicación y otros satélites de observación de la Tierra. Ese es el programa espacial mexicano, por el momento. Y yo creo que en eso se va a quedar, pues, al menos la mitad de este sexenio. En lo que se consolidan los equipos de trabajo, se pueden hacer bien los proyectos y empezar a construir o construir los satélites (los pequeños, porque el de telecomunicación lo vamos a tener que comprar). Eso no hay manera de hacerlo en México”.

En materia de desarrollo espacial, el pasado mexicano no es alentador. En su artículo “Latinoamérica: un desarrollo espacial en ciernes” (Vanguardia, septiembre, 2023), el propio Franco dedica un apartado a México en el que ciertas acciones se muestran como ejes en el desarrollo de esta particular historia en el país: desde los primeros cohetes lanzados por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en 1957 hasta la breve vida que tuvo la Comisión Nacional del Espacio Exterior, la cual construyó cohetes y estudió la alta atmósfera (1962-1977); la compra de satélites de comunicación entre las décadas del 80 y 90; el surgimiento del Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial de la UNAM, que puso en órbita el primer microsatélite mexicano en 1996; el surgimiento de la Agencia Espacial Mexicana; el lanzamiento del nanosatélite mexicano NanoConnect 1 y, luego, el NanoConnect 2 y el D2/AtlaCom 1. Lo más reciente fueron los cinco minirrobots de exploración lunar de la misión Colmena, donde laboraron la UNAM, la SRE, la Agencia Espacial Mexicana y el estado de Hidalgo.

El anuncio tiene estos antecedentes y se enfrenta a un contexto internacional en el que hay gigantes como China, carreras espaciales que han ido en ascenso en las últimas dos décadas e inversiones que se estiman multimillonarias.

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La mayor polémica que desató el anuncio fue originada por Rodolfo Neri Vela, primer astronauta mexicano en ir al espacio, quien calificó de “ridículo” el proyecto desde su cuenta en la red social X: “Al viejo estilo priista de López Portillo, la hermana Altagracia Gómez de la noche a la mañana experta en ciencia y tecnología espaciales, decreta por ignorancia y dedazo que una joven turista mediática, con curriculum inflado y no comprobable, liderará una misión mexicana”.

A la historia raquítica del desarrollo espacial se puede sumar una anécdota recordada por Neri: el primer cosmonauta universitario anunciado por la UNAM en 2006, proyecto que no se concretó.

El cuestionamiento al anuncio continuó y se enfatizo en que el proyecto no contempló a integrantes del Sistema Nacional de Investigadores: “Si esto sucedió en 2006 en una universidad que nos llena de orgullo nacional, ¿qué pasará con el dedazo ramplón y discriminatorio de Altagracia? Aunque les incomode, yo sí seguiré defendiendo a todas las mujeres con extraordinarios méritos, que han sido marginadas por Altagracia, y que merecen ser consideradas y tener una oportunidad”. escribió Neri.

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La crítica tiene como punto de partida una serie de filtros estrictos que se aplican para ser astronauta, si bien Echazarreta, anunciada para la colaboración en la misión, es ingeniera, divulgadora y la primera mexicana que viajó al espacio.

Pero no todos son detractores o críticos. Figuras como Gustavo Medina, quien estuvo encargado del proyecto Colmena, destaca lo necesario y relevante que puede ser el anuncio de un proyecto así: “El hecho de empezar a tener un sistema de observación de la Tierra también le daría un peso geopolítico y mundial a México, y también, es muy importante decirlo, a nivel de región; digamos por ejemplo, de América Latina y del Caribe. Si nosotros tenemos varios satélites o uno sólo, dichos satélites no sólo pasarán por México, sino por todo el planeta. Entonces pueden ir observando diferentes regiones del mundo, dependiendo de sus órbitas. Y en particular, insisto, pueden observar, el resto de Latinoamérica y del Caribe, lo cual le da a México una posición de preponderancia, una moneda, si se quiere, geopolítica, para colaborar, contribuir y apoyar a otros países de la región”.

Alejandro Farah, quien es secretario de Docencia y Difusión en el Programa Espacial Universitario de la UNAM y fue parte del equipo que dio vida en un principio a la Agencia Espacial Mexicana, también fue optimista: “Cuando viene un cambio de poder y se reacomodan las cosas, uno hace una planeación. La Agencia Espacial va a sufrir ciertos cambios. No es raro imaginar que cambie de figura, pero mientras esto se ajusta no se dicen los actores implicados. Seguramente la agencia espacial tendrá un papel predominante en la gestión de una misión espacial; esa es su función desde la perspectiva del gobierno, al igual que la colaboración con universidades e instituciones, privadas y públicas. El ámbito espacial no se puede hacer por una sola entidad porque es costoso y complejo”, afirmó y recalcó, por último, que “la tecnología espacial ahora es más asequible y esto se verá reflejado en países que no han tenido una carrera espacial larga”.

Se buscó a Neri Vela, pero no hubo respuesta. En X anunció una rueda de prensa para 2025.

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