”En tiempos donde el colapso parece inevitable no queda más que resignarse al derrumbe, caminarlo”, es una frase con la que la exposición "" recibe a su público en, un espacio dedicado a la escultura que se encuentra en Moctezuma #74, en la colonia Guerrero.

En la muestra se presentan trabajos de nueve artistas: Perla Krauze, Dani Escamilla, Oscar Formacio, José Herrera, Darinka Lamas, Athenea Papacostas, Diego Pérez, Lucía Rodríguez y Rodolfo Suárez-Montesinos. Las obras que se muestran se encuentran entre la frontera de escultura y arquitectura.

“A mí más que la arquitectura desde el punto de vista de construcción delimitada, vertical y normado, me interesaba más trabajar con una arquitectura que rompía esa predisposición y la idea establecida de cómo se construyen los espacios, que no sólo es a través de la construcción de muros, sino también está la alternativa de la destrucción. También quería trabajar con el derrumbe de los parámetros que definen qué es lo escultórico y qué no lo es. Entonces jugué con la fluidez del término de escultura, que es materia moldeada, pero también puede ser móvil y efímero”, explica la curadora Janila Castañeda, quien también dirige la publicación Bloque, especializada en escultura.

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Un ejemplo de obra que va más allá de la arquitectura y la escultura como se conoce es la pieza de Krauze (Ciudad de México, 1953) que trata de un piso de fragmentos de piedra y varillas a medio construir, que es de su serie Recorridos.

“Se puede caminar sobre la obra de Krauze. Genera una ruta que muestra que el espacio no sólo se construye por los objetos, sino la atmósfera que se crea, porque al caminar sobre la obra, genera ruido e inestabilidad en los pies”, detalla Castañeda.

La serie Medición de que la arquitectura era una tarea colectiva, del artista José Herrera (Puebla, 1995) es un ejemplo de otra perspectiva a la arquitectura convencional. Consiste en una serie de edificios blancos, pintados en tablaroca; en sus ventanas se pueden leer mensajes que cuestionan la precariedad del campo laboral de la arquitectura, como “Me dijeron que la arquitectura era una tarea colectiva y que podía resolver casi todos los problemas”. Herrera trabaja este tema porque ejerció como arquitecto por siete años, antes de ser artista. Para acompañar la obra, se realizó un Círculo de arquitectos explotados, donde se compartieron experiencias.

“Tras años de dinámicas de poder y violencia, quise sacar todo eso que sentía. Pinté de blanco porque quiero restarle importancia a la arquitectura y darle más peso a los sentimientos”, dice Herrera.

La muestra estará hasta el 31 de agosto. .

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melc

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