Desde la estación Constitución de 1917 y su entorno en la Avenida Ermita Iztapalapa se ve imponente el que será el nuevo Museo Infantil y Juvenil Yancuic (MIJY ). Los tonos cafés de su recubrimiento y la altura resaltan entre las grises edificaciones; hombres trabajan en el interior, las terrazas y los muros. La construcción avanza pero se sigue dejando fuera al equipo de arquitectos que la diseñó, aunque fueron ganadores de un concurso y aunque su proyecto es el que ejecuta la Secretaría de Obras y Servicios de la Ciudad de México ( Sobse ).
Hace unos meses, el grupo de arquitectos cuestionó que se les dejara fuera, que su nombre no se mencionara, que Claudia Sheinbaum nunca dijera quiénes eran los autores, y que Papalote A.C. no les pagara lo que les adeudan por su proyecto. Hoy, sin embargo, no sólo continúan sin ser reconocidos oficialmente y nadie les ha pagado, sino que la obra se desarrolla con cambios que los arquitectos cuestionan, cambios con los que el gobierno de la CDMX “ha mostrado muy poca sensibilidad respecto al proyecto. No han tenido la humildad de preguntar el porqué de nuestras propuestas, de pedir una asesoría”, dice el arquitecto Carlos Rodríguez a EL UNIVERSAL .
En noviembre de 2015, el despacho MX_SI —integrado por Mara Partida , Boris Bezan y Héctor Mendoza (hoy Mendoza Partida y BAX Studio, que trabajan en Europa), y el despacho SPRB Arquitectos , formado por Laura Sánchez Penichet y Carlos Rodríguez Bernal (con sede en Guadalajara) ganó el Concurso Nacional de Arquitectura Papalote Museo del Niño en Iztapalapa. El nuevo gobierno de la Ciudad canceló todo con la A. C. de Papalote, pero continúa la ejecución de la obra con el diseño de los arquitectos.
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En estos años de construcción, los arquitectos no han sido invitados por el gobierno capitalino a conocer los avances del proyecto. Lo que conocen lo han visto a partir de fotografías. Aun así, hacen señalamientos puntuales: “No nos han compartido las modificaciones que han hecho a la obra, y son cambios que afectan el funcionamiento, la seguridad e integridad física del usuario, el confort ambiental y consumo energético, y los costos de mantenimiento”, precisa el arquitecto Carlos Rodríguez.
Hace dos semanas, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México informó a EL UNIVERSAL que se mantenía septiembre como fecha de inauguración, y que todos los detalles de los avances de la obra los tenía Sobse; Comunicación Social de Sobse no ha respondido a preguntas sobre cambios al proyecto original ni a la petición de una entrevista.
Lo que se aprecia desde la Av. Ermita Iztapalapa es que todavía faltan muchos trabajos por concluir y que difícilmente estarán terminados en septiembre.
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Lo que se ve se juzga
Vía telefónica, los arquitectos tuvieron comunicación con Alfonso Suárez del Real (diciembre de 2019), y con Vanessa Bohórquez (mediados de 2021), exsecretario y secretaria de Cultura. Carlos Rodríguez cuenta que ambos funcionarios les dijeron que se reconocería su trabajo, pero que en los hechos no ha pasado nada. “Mencionaron que nos reconocerán como autores, pero eso no lo hemos visto reflejado en un acto; lo que sí vimos es que nuestros planos, que aparecían en la web de Sobse, ya no aparecen en el sitio ni nuestro logotipo”.
El arquitecto reconoce que si bien en cualquier obra hay transformaciones, cambio de rumbo y presupuesto, aquí hay modificaciones, especialmente en detalles, acabados, soluciones de seguridad e instalaciones, y le preocupa cómo incidirán en la operación. Describe que el edificio se diseñó con una serie de acabados aparentes para que no hubiera necesidad de un mantenimiento constante, para que resistieran las condiciones difíciles de intemperización, de uso rudo, y que perdurara.
Foto: Sonia Sierra. EL UNIVERSAL.
“En los hechos, sucede que se ha modificado el proyecto, y no con nuestro visto bueno. No lo digo desde una posición de arrogancia. Las modificaciones que vemos, y sobre las que estamos preocupados todo el equipo, tienen que ver con aquellas modificaciones que afectan al funcionamiento del edificio, al programa arquitectónico y museográfico que se nos había requerido. Son temas que afectan la seguridad e integridad física de los usuarios, que afectan el confort ambiental. Era un edificio que se había diseñado para funcionar con sistemas pasivos de ahorro de energía, ventilación natural, luz natural. Y entonces ahora va a afectar en el consumo energético que va a ser mucho más alto; esto implicará mayores costos”.
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Entre varios ejemplos, cita en primer lugar la modificación de las fachadas: “En esas fachadas, que reciben mucho sol en la mañana y en la tarde, se habían diseñado y fabricado unas celosías que fueron evaluadas y aprobadas en sus detalles de materiales, resistencia, transportación, pero fueron descartadas; lo que argumentó la secretaria de Cultura es que las habían descartado porque no pasaron el control de calidad. Instalaron unas fachadas que propiamente ya no funcionan como celosías, al parecer son grandes planos de cristal; por un lado, todos los elementos de nuestro proyecto hablan de una verticalidad y han puesto franjas horizontales rompiendo con todo el diseño de fachada; y por el otro, el diseño de las celosías de la fachada es un instrumento de regulación de escala para los niños, para poner en relación al tamaño de los niños la escala monumental del edificio. Pero además, eso implica un replanteamiento de cómo se vivirá el espacio interior: ya no hay ventilación natural , ya son como invernaderos; han tenido que meter ductos de aire acondicionado donde no estaba previsto, y con ello el nivel de los plafones se tuvo que bajar y se redujo la altura interior requerida por museografía. Justo cuando en tiempos de pandemia sería más sano tener un edificio ventilado, ahora es aire recirculado”.
Fueron diseñadas y fabricadas celosías especiales para el edificio que el gobierno descartó y finalmente desechó. Foto: Cortesía Carlos Rodríguez.
Esas celosías que se descartaron ya estaban hechas, eran alrededor de 90 paneles que se fabricaron; y al final todo ese material acabó sin tener uso alguno.
Otro de los cambios que el arquitecto señala es en el sistema contra incendios. En las salas del nivel superior pusieron los rociadores por debajo del nivel más bajo de las cubiertas en V, perdiendo la altura de esas salas para exposiciones especiales. Describe que también en el salón de usos múltiples se modificó la altura que se requería para alojar ciertos eventos especiales.
En fotografías subidas a redes sociales, se observa que se introdujeron barandales de herrería, cuando el diseño original era de mamparas de cristal de dos metros de altura, concebidas para proteger a los niños de caer al vacío (de más de 20 metros de altura) o de arrojar objetos.
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El piso de la planta baja se cambió, cuando en realidad se trata de una plaza pública que se introduce hasta el vestíbulo interior del museo; la propuesta original era con pavimento de precolados de concreto, como los exige el manual de diseño oficial de la Autoridad del Espacio Público; ahora se ve cemento pulido, y con ello podría peligrar la integridad física de los usuarios, porque es una superficie resbaladiza.
En las cubiertas en V, los arquitectos habían diseñado un sistema de piso flotado para alojar instalaciones y drenar el agua de lluvia, así como alojar maceteros para vegetación y tener los jardines para exposiciones exteriores. Ahora se desconoce cómo se resolvieron.
Ante estos cambios, el arquitecto concluye: “Cuando había un usuario que tenía las ideas claras de requerimientos de accesibilidad y seguridad, a esos temas se les daba solución. Ahora no sé con qué criterio se tomaron todas estas modificaciones, quién lo habrá hecho. Tenemos que decir que muchas decisiones nos parecen desafortunadas. No se nos comunicó que tales propuestas se descartaban por tales motivos ni se nos preguntó cómo las veíamos”.
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El arquitecto advierte que se debe tomar en cuenta la trascendencia de ese edificio: “Están construyendo un museo de unas dimensiones tan grandes como muy pocos en el país en muchos años. Es un museo para la posteridad, para que dure los próximos 50 años: no es un edificio más. Hay que dejar algo de calidad. La administración actual pasará, los funcionarios pasarán, nosotros como arquitectos pasaremos, pero el edificio va a quedar, el nivel de las decisiones tiene que tener esa trascendencia. Es una obra pública, es un equipamiento que le tendría que durar a la ciudad por muchos años. Cambiaron cosas, y no fue con nuestro visto bueno; las implicaciones que tengan esos cambios no son del proyectista”.
424.9 MILLONES DE PESOS
el presupuesto que anunció el entonces gobierno de Miguel Ángel Mancera para el proyecto ejecutivo.
Frase
“La administración actual pasará, los funcionarios, los arquitectos, pero el edificio va a quedar, el nivel de las decisiones tiene que tener esa trascendencia”
. Carlos Rodríguez. Arquitecto.