Madrid. — Bernarda Alba no es un personaje. Existió y su nombre verdadero fue Francisca Alba Sierra. Un crimen conmocionó en 1928 a Andalucía y hoy forma parte del entramado de una de las tragedias más famosas de la literatura universal. El historiador Miguel Caballero (Málaga, 1959) publicó una minuciosa investigación sobre aquellos sucesos policiales, noticias de la época y personas que conoció Federico García Lorca y que aparecen, a través del tamiz de la ficción, en su teatro y en su poesía. Lorca: basado en hechos reales (Carpe Noctem) aporta a la biografía de Lorca datos poco o absolutamente desconocidos y refuerza la hipótesis de que el crimen del autor fue motivado por su posición progresista, pero, más aún, por el rencor de los familiares que aparecen deformados en La casa de Bernarda Alba y en Bodas de sangre, entre otras. El juez Baltasar Garzón expresó que Caballero “ha reconstruido con una paciencia de fiscal este puzzle geográfico, humano, político y social que Lorca elaboró en cada escrito”.
Dolores La Colorina Cuesta Lizana, su voz, expresiones pintorescas, sabiduría popular, historias, un personaje absolutamente ignorado por la Historia, es posiblemente la mayor musa de Lorca. Esta mujer que quería a los niños García Lorca como si fueran propios fue nodriza y luego cocinera de la familia. La Colorina sirvió, según Caballero, de modelo para todas las criadas que atraviesan la dramaturgia lorquiana, como Poncia (La casa de Bernarda Alba), la Vieja Pagana (Yerma), o la ama de Doña Rosita la soltera. Esta mujer, como las heroínas de Lorca, adelantadas a su tiempo, se separó de su segundo marido cuando advirtió que éste abusaba de su hija. Fue ella quien mantuvo a los pequeños, a quienes ubicó en un hospicio, mientras trabajaba en la casa del poeta.
Caballero estudió la historia detrás de La casa de Bernarda Alba. Francisca de Alba Sierra, de la aristocracia rural de la Vega de Granada, a principios del siglo XX, oriunda del pueblo de Asquerosa, precisa Caballero, tras haber consultado el archivo parroquial, tuvo varios hijos de su primer matrimonio, de los cuales sobrevivieron Magdalena, Prudencia y José y, del segundo matrimonio, Marina, Amelia, Consuelo y Alejandro. Tras la muerte de su segundo esposo no ejerció en el seno de su casa un poder despótico, incluso Caballero la tilda de “generosa”. Sí comienza en este momento la disputa de sus tres hijas más pequeñas por contraer nupcias con José Benavides Peña, que había nacido en Romilla. Lorca transforma a este hombre en un personaje, en un objeto de deseo, al que bautiza: Pepe el Romano.
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Francisca Alba Sierra y su primer marido habían sido amigos de los padres de Lorca cuando él era niño: “La situación y la trama de la obra son básicamente ciertas, aunque García Lorca exageró ambas”, escribe Caballero. La obra enfureció al padre de Lorca (“vio en ella un ataque muy duro hacia los que habían sido sus amigos y socios”), como así también a la familia Alba.
Este punto es clave porque el autor de la investigación ha logrado reconstruir y unir este rencor con otro hecho trágico: la participación de un familiar de José Benavides Peña, llamado Antonio Benavides, en la ejecución de Lorca en 1936. Este hombre era también sobrino nieto de la primera esposa del padre de Federico García Lorca, Matilde Palacios Ríos. Tras la muerte de esta mujer, el padre del escritor se casó nuevamente, no sin antes resolver tras un pleito con la familia de su difunta esposa cuestiones de herencias.
Hay que destacar además otro puente entre la ficción de Lorca y su asesinato. En el poema “Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla” (1928) se cuenta un abuso de autoridad y el asesinato de un joven gitano en manos de la Guardia Civil, institución que queda denostada en este retrato. Quien inspira al personaje del gitano sería asesinado un mes antes que Lorca por Francisco Benavides, hermano del mencionado Antonio Benavides, quien presumiría hasta su muerte —recoge Caballero— haberle dado un tiro en la cabeza a Lorca. “Es probable que se haya castigado a Camborio y a Lorca por este poema”, dice el historiador.
Más sangre derramada
El “Crimen de Níjar”, tal como se lo conoció en la época, inspiró a Lorca para escribir Bodas de sangre . También los familiares de los implicados repudian que los hechos se hayan convertido en una obra de teatro.
Caballero reconstruye a través de publicaciones, entrevistas y testimonios judiciales la boda frustrada que iba a celebrarse el 22 de julio de 1928.
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Las circunstancias en torno al famoso poema “Romance de la Guardia Civil”, contenido en Romancero gitano (1928) también fueron objeto de interés de Lorca, quien denuncia esta violencia en forma de verso. El escritor fue citado a declarar en 1936, casi 10 años después de su publicación, pero su elocuente defensa evitó que fuera procesado.
En la presentación del libro de Caballero en Madrid, Baltasar Garzón hizo hincapié en el nexo de la obra de Lorca con el contexto de la época y con la consternación que el autor sentía ante una atmósfera de inequidad y violencia: “Creo que es injusto hacer referencia, como tradicionalmente se hace, a la muerte de Federico, solamente, por su condición sexual. Se olvida que era una persona especialmente comprometida con los más vulnerables, luchando por los más desfavorecidos, luchando por una ideología progresista y de defensa de todas y de cada una de las injusticias”, opinó el juez y consideró que en la obra de Caballero se ilumina la hipótesis de que su muerte fue motivada fundamentalmente por retratar hechos reales del escenario donde vivía.