Dos años y cuatro meses después de que se publicó el decreto de extinción de lo fideicomisos, con lo cual la Secretaría de Cultura absorbió al fideicomiso del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), cuatro beneficiarios del actual Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (SACPC) cuestionan si la decisión fue certera a nivel administrativo: la compositora Mariana Villanueva, la traductora literaria Claudia Cabrera, la escritora Brenda Ríos y el músico Alonso Borja.
La denuncia central que los une es que, desde octubre del año pasado, los pagos de la beca o ministraciones son depositados de forma irregular, cuando Ríos y Borja confirman de primera mano que en el extinto Fonca los recursos eran distribuidos sin falta en los primeros cinco días, una especie de acuerdo implícito que también subrayan los otros artistas. Cabrera, ganadora del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena en 2020, dice que, “quizá para curarse en salud”, hay una cláusula en el convenio que firmaron, donde dice que el dinero será entregado en el transcurso del mes, sin importar si el depósito sucede el primero o el último día. Se trata de un contrato ambiguo, añade Ríos.
Desde octubre los retrasos se volvieron paulatinos: los pagos se hacían primero el día 10; luego el 12 o el 15 hasta que lo habitual fue a finales de mes. En julio, cuenta Borja, quien en el periodo 2010-2011 fue beneficiario de la beca María Grever, recibieron un correo donde les explicaban que los retrasos se debían a que no habían recibido los recursos.
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“Cuando la Secretaría de Cultura absorbió al Fonca, se aseguró que el dinero no faltaría. El problema es que ahora la responsabilidad es de la Secretaría y es difícil imaginar cómo lo lleva entre tantos recortes presupuestales”, señala Borja.
El reclamo compartido es la falta de comunicación con las autoridades responsables, en específico con Juan Carlos Gutiérrez Bonet, director del SACPC. Para Brenda Ríos, ganadora del Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo, Guerrero, 2018, el mensaje es “háganle como quieran, esto no va a tener solución, lo cual representa el ninguneo y la falta de respeto absoluta para la comunidad artística. Si la administración actual no sabe hacer su trabajo, deberían permitir la vuelta de los funcionarios que sí sabían hacerlo, como René Roquet”, quien durante 24 años, de 1995 a 2019, trabajó en el programa Jóvenes Creadores”.
Villanueva —quien ganó las becas de las fundaciones Rockefeller, en 1995, y John Simon Guggenheim, en 1999— complementa que hoy son impensables los días en los que los funcionarios de Cultura eran escritores como Jaime Torres Bodet, Celestino Gorostiza, Agustín Yáñez y José Luis Martínez. “Yo no siento que Alejandra Frausto tenga la altura intelectual o artística que su puesto requiere. La tendencia actual es apoyar sólo al folclor. Lo cual no está mal, siempre y cuando esta política nos incluya; parecería que es más meritorio ser pobre o adulto mayor que ser un artista. En esta especie de desdén, el arte ha sido dejado de la mano de Dios”. Parece que una de las premisas, dice Ríos, es priorizar, por ejemplo, a los pueblos originarios y que todo lo que no está en el foco de atención del Ejecutivo sea considerado como un interés burgués. “Lo mismo que hizo Bolsonaro”, afirma.
¿Y dónde está Bonet?
La entrega tardía, pero legal, de las ministraciones es justificada “echándole la culpa a Hacienda, principalmente”, subraya, ya que en la transición del fideicomiso el recurso es autorizado a través de una comisión de Hacienda.
“Nunca nos ha llegado un comunicado oficial avisándonos de los retrasos —afirma Cabrera—. Hacienda tiene tiempos muy diferentes a los del SACPC y el recurso debe gestionarse cada mes. Tareke Ortiz, director de área en la Subdirección de Operación de Estímulos a la Creación, mandó una disculpa por correo electrónico en junio, pero él no posee verdadero poder de decisión y tampoco le corresponde disculparse. Eso es responsabilidad de Bonet y no hacerlo es una falta de respeto absoluta. No se ha querido lanzar una respuesta oficial porque desde el principio se manejó que el problema se arreglaría a la brevedad. Sin embargo, todo sigue igual desde noviembre”.
Debido a la gestión mensual del recurso ante Hacienda, la entrega de ministraciones se enfrenta con la burocracia, dice Borja. “Podríamos entender cualquier situación si hubiera una comunicación de parte de las autoridades. Los funcionarios nos contactan sólo hasta que cae el depósito o cuando algunos becarios empiezan a presionar”.
Sobre el desfase en los pagos que, en términos legales, no representa ninguna irregularidad, afirma que “es difícil rebatir el argumento de un acuerdo implícito. Las autoridades saben que tienen todo el mes corriente para hacer el depósito y que si incumplen esto habría un problema mayor. Lo verdaderamente grave es que la mayoría de la gente no dice nada porque estamos en un clima político donde exigir un derecho o mostrar una inconformidad lo coloca a uno en una aparente oposición. Desde la comunidad artística y como ciudadanos, sólo queremos participar, en cuestión de transparencia y rendición de cuentas, de la vida democrática del país”.
La automatización del proceso de pago es, al final, un problema estructural —coinciden— que para Borja se deriva de una mala administración, “una desconexión entre Hacienda y Cultura, un contrapropósito y una gestión poco clara del manejo de recursos”.
Desde la disolución del fideicomiso no es posible, coinciden otra vez los cuatro creadores, que el proceso de gestión de recursos no se haya estabilizado. “No quisiéramos pensar que hay algo más de por medio, como un uso indebido del dinero. Tampoco podemos afirmarlo porque no hay ninguna evidencia”, abunda Cabrera y lamenta el escenario que les espera a las próximas generaciones de beneficiarios.
Siempre se ha pensado, complementa Ríos, que en cualquier sistema de becas, cuando los pagos no se depositan en los primeros días del mes, el dinero está siendo jineteado. “En este país uno se acostumbra a la normalidad de las prácticas deshonestas. En el caso del exFonca no sabemos lo que sucede”.
Este desfase de casi un mes, que en términos legales no es irregular, ha provocado problemas financieros para los becarios. Algunos denunciantes se han endeudado, posponen pagos o sobregiran tarjetas de crédito.
¿Cómo se puede sentar uno a trabajar si hay que pedir prestado para pagar los servicios básicos?, se pregunta Borja. Estos hechos se contradicen con una noción desafortunada que sirvió, en parte, para justificar la extinción del Fonca y en la que Borja, fundador y director del grupo Chejere, detalla: ”Sería un error creer que los artistas se quejan y hacen drama porque no les dan su beca. El problema tiene un trasfondo complejo. Basta recordar que Sanjuana Martínez quiso posicionar, a través del desprestigio, que la historia del Fonca viene de una élite, lo cual no es congruente con la visión de esta administración”.
Para Ríos, desde la transformación del fideicomiso ha habido zozobra. La justificación, señala, es que el extinto Fonca era un proyecto que ya no funcionaba debido a la corrupción y a que los estímulos recayeron siempre sobre los mismos perfiles. ”Todos temían que el SNCA desapareciera, pero la convocatoria ha vuelto a publicarse. A los artistas nos dejaron desamparados. ¿Si ya están desmantelando el Sistema qué los detiene para eliminarlo por completo?”
La tirada, señala la escritora, es que los artistas no importan, “son un estorbo y son parásitos. Cambiaron el nombre del Fondo y ningunearon a un grupo que para ellos pareciera que representa lo peor de la sociedad mexicana porque vive a costa de los demás. El gobierno sujeta los recursos de Cultura de un país pauperizado y, por otro lado, hace lo posible para bloquear lo que él mismo convoca, atrasando los pagos, no contestando los correos y reduciendo al personal operativo del extinto fideicomiso”.
Al respecto, Manuel Zepeda, vocero de la Secretaría de Cultura respondió a EL UNIVERSAL que “los tiempos de los procedimientos se están ajustando para que los pagos sucedan a principios del mes. Estamos en ello”.}
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AMLO y Bolsonaro
Detrás de las fallas operativas, Ríos ve que los artistas pueden cansarse bajo una burocracia con una apariencia dolosa. “Nosotros votamos con fe por el cambio, por la llegada de la izquierda a México. No quiero hablar de desilusión política, pero es un fallo complicado”.
Cuando López Obrador ganó las elecciones presidenciales, Ríos se encontraba en Brasil. Otros artistas la felicitaron porque México tenía el primer gobierno de izquierda en América Latina. Sin embargo, ella vio ciertos paralelismos con Jair Bolsonaro, actual presidente de Brasil.
Algo que la autora de Raras ejemplifica con la desinstalación que hizo Bolsonaro del sistema de becas artísticas y la persecución a los creadores. En 2019, por ejemplo, el cineasta brasileño Kleber Mendonça Filho fue notificado por el gobierno de su país para devolver alrededor de medio millón de dólares que recibió para filmar la película Sonidos vecinos, un recurso que según la administración de Bolsonaro, superó lo permitido en un 50 %.
“El dinero lo recibió en el periodo de Lula da Silva. La premisa es que toda la gente beneficiada con recursos en dicho gobierno debía devolverlo en lo que se investigaba si hubo corrupción o no. Lo que ha hecho López Obrador, es cambiar todo lo que se implementó antes, funcionara o no funcionara, pese a que también ha lanzado sus propios proyectos. Estos puntos de encuentro son fascinantes: la idea de que la cultura es burguesa porque fue formada por hombres blancos. Para un sociólogo debe ser una materia de estudio interesante”, concluye.
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