En 1939 Miguel Covarrubias realizó un proyecto encomendado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York : la creación de seis mapas que documentarían la cultura del área del Pacífico para la Exposición Internacional del Golden Gate, en San Francisco . Pintados sobre paneles móviles de madera, los mapas monumentales Pageant of the Pacific retrataban las interacciones ecológicas y humanas frente al protagonismo del océano Pacífico como un territorio enmarcado por tres bloques terrestres: Asia, Australia y América.
Mediante una colorida gráfica que se alimenta de datos geográficos y sociales, los recursos de esta área del mundo se materializaron en una vasta historia iconográfica donde la cartografía hizo lucir el legado antropológico y etnológico de Covarrubias , como algunas de sus múltiples vocaciones. Las similitudes étnicas de sus personajes, los materiales de las viviendas de los distintos grupos humanos que han permanecido a través del tiempo y los recursos de la tierra fueron plasmados en la comunión de una mirada estética y científica que sigue siendo motivo de numerosos trabajos de investigación.
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Uno de estos famosos mapas desapareció misteriosamente, mientras los otros cinco se encuentran en el M.H. de Young Museum , un museo de bellas artes en San Francisco. Solo el mapa referente a la flora y fauna del Pacífico se encuentra exhibido en la sala Las Américas de esta institución. Cuando este proyecto fue gestado, hace 80 años, se realizaron una serie de reproducciones en carpetas con diseños geométricos de textiles de las Islas del Pacífico, también creadas por Miguel Covarrubias. Una de ellas, forma parte del acervo de la Biblioteca Justino Fernández del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM , como una de las piezas más importantes de su colección, pues es la única biblioteca del país que mantiene vivas las seis interpretaciones cartográficas del Pacífico de un artista cuyas aportaciones al arte y a la investigación científica siempre abren nuevos capítulos.
La serie de mapas fue descubierta en una librería de la Ciudad de México , gracias a una alumna de posgrado que estaba trabajando la obra de Covarrubias. Desde hace una década se ha tratado de incrementar el acervo con nuevas adquisiciones en librerías de ocasión que complementen las líneas del material ya existente. Los mapas han tenido un trabajo de conservación paulatino. Ángeles Juárez , coordinadora de esta biblioteca, muestra con orgullo estas piezas y cuenta como estos documentos venían sostenidos por un palo que lastimaban sus pliegues. Algunos injertos de papel entretejidos entre sus fibras se perciben como huellas de su revitalizada historia. Todavía se está trabajando en la restauración del folleto explicativo que acompaña a los mapas.
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“Se hizo limpieza e intervención sin modificar al material. El primer reto fue desdoblarlos con la humedad adecuada para que el papel no se rompiera y se pudieran conservar las tintas. Las técnicas de conservación han evolucionado mucho; antes se realizaba el blanqueado de las hojas, es decir, se descosían los libros, se sumergían sus páginas en agua y se removían manchas con la intención de que el material se viera lo más nuevo posible, pero ahora esto ya no está vigente”.
Juárez agrega que la intención actual es respetar de mejor forma la historia de un libro o cualquier documento, es decir, preservar el material con el que está elaborado, pero conservando las huellas del tiempo, como la oxidación en las hojas, sus marcas de procedencia, (como sellos e incluso manchas) y otras pistas que hablen del número de intervenciones que el material ha sufrido a lo largo del tiempo. Se evita la encuadernación para respetar al documento en su totalidad. “Prestamos muchos ejemplares a museos y en su estado original brindan a los curadores más opciones para exhibirlos”.
Secretos en papel
Esta serie de reproducciones cartográficas de Covarrubias forma parte del acervo de más de 300 mapas incluidos en su Colección de Folletería que reúne alrededor de 13 mil documentos que no tienen el formato de libro: tarjetas postales, libros de artista, fotografías, carteles, conferencias, monografías y otros documentos. Entre algunos de sus objetos más valiosos se conservan 36 folletos de 1850 a 1921 de exposiciones de la Academia de San Carlos , donde ya se puede leer el nombre de personajes que se convertirían en figuras claves de la plástica nacional, como José Velasco , Juan Cordero , Eugenio Landesio y Manuel Ocaranza , entre otros.
Susana Leyva
, a cargo de la colección de folletería, señala que aún se está catalogando y explorando esta parte del acervo, donde se siguen encontrando documentos muy diversos e interesantes que pueden ir desde una colección de tarjetas con imágenes y descripciones detalladas de los uniformes militares del siglo XIX hasta numerosos libros de artistas y una vasta colección de documentos generados en torno a la promoción cultural de los Juegos Olímpicos de 1968 .
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El grueso de la colección de la Biblioteca cuenta con 63 mil volúmenes de libros y 62 mil ejemplares de revistas. También sobresale un Fondo Reservado que consta de más de 2 mil volúmenes de libros antiguos, raros o únicos. Una parte más contemporánea del acervo recopila documentos de 1970 a 2010 generados por museos como catálogos, invitaciones, hojas de sala y curriculums de artistas, piezas útiles para la identificación y búsqueda de obras extraviadas o robadas.
Ángeles Juárez asegura que la biblioteca recibe por tres modalidades los libros: canje, donación y compra. En los libros de donación y compra se presentan más problemas de suciedad o deterioro, por lo que cuando se trata de donaciones muy grandes se mandan a fumigar y permanecen en cuarentena antes de integrarlos al resto del acervo. Un hongo no solo es peligroso para el material atacado, sino que puede esparcirse y dañar otros materiales. La biblioteca está recibiendo constantemente donaciones. En los pasillos se alcanzan a observar donaciones masivas de Salvador-Díaz Berrio , uno de los más grandes teóricos de la restauración que ha tenido México, así como del historiador del arte, Juan de la Encina Alberto Sánchez, quien tiene a su cargo el cuidado del Fondo Reservado, dice que algunos de los documentos más antiguos que lo componen son documentos religiosos del siglo XVII. Los materiales de esta época elaborados con pergamino poseen número de inventario de patrimonio universitario, material que requiere auditoria anual para verificar condiciones y resguardo. Sánchez agrega que todos los materiales que se utilizan en su restauración son de uso reversible. Se toman materiales como metilcelulosa y PVC diluido con agua para intervenciones con papel japonés de diferentes gramajes y tonos. Los injertos se hacen con un termodifusor para aplicar calor.
Sánchez explica que los materiales más delicados se conservan en guardas de primer y segundo nivel. Las primeras son protecciones de papel mylar transparente y las segundas son elaboradas con papel libre de ácido, con las que se forman varios tipos de carteras, cajas de concha y cajas corredizas, según el tipo de material que almacenen. Este tipo de coberturas, los protege de la fricción con otros libros en estanterías, pero también el material impone mayores cuidados para las consultas habituales de investigadores, alumnos de posgrado y del público en general que accede a sus materiales.
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