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Esos libros en miniatura que crearon Charlotte Brontë y sus hermanas cuando eran chicas fueron objeto de fascinación de los fanáticos y de millonarios coleccionistas durante mucho tiempo. Concebidos en un principio para entretener a su tropa de soldados de juguete, los diminutos volúmenes reflejan la riqueza del mundo imaginario que las Brontë gestaron en el aislamiento de la casa familiar en los páramos del norte de Inglaterra y del que luego se nutrieron novelas como "Jane Eyre", de Charlotte, y "Cumbres Borrascosas", de Emily. Hace unas semanas apareció el último de las más de dos docenas de libros que Charlotte creó con la intención de que quedaran en manos privadas, y saldrá a la venta.
A "Book of Rhymes", un volumen de 15 páginas de dimensiones menores que las de un naipe, había sido visto por última vez en 1916 en una subasta en la Gran Manzana donde se vendió por US$520, para luego desaparecer, sin que se supiera si había sobrevivido. La presentación será el 21 de abril, en la velada de inauguración de la Feria Internacional del Libro Antiguo de Nueva York , y en coincidencia con el día del cumpleaños de Brontë. ¿El precio base de oferta? Unos módicos 1,25 millones de dólares.
Los títulos de los diez poemas, que incluyen “The Beauty of Nature” (“La belleza de la naturaleza”) y “On Seeing the Ruins of the Tower of Babel” (“Al ver las ruinas de la Torre de Babel”), se conocen desde hace mucho gracias a la biografía de Charlotte Brontë publicada en 1857 por Elizabeth Gaskell, quien transcribió el catálogo manuscrito de sus obras juveniles. Pero los poemas en sí nunca se publicaron, ni se fotografiaron, ni se transcribieron, y ni siquiera fueron comentados.
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Y así van a seguir al menos por un tiempo más. Henry Wessells —librero de James Cummins Bookseller de Manhattan, que vende el libro en sociedad con la firma Maggs Bros. con sede en Londres— está ansioso por mostrar el pequeño volumen, con la condición de que no se cite ni se describa el contenido. “El eventual comprador podrá encargarse de curar la publicación, que va a marcar un día memorable para el estudio de la obra de Brontë”, dijo.
Foto: GDA, La Nación
Wessells es un veterano que lleva 25 años en el comercio de los libros, a lo largo de los cuales ya administró muchos objetos notables, entre ellos los archivos del New York Review of Books y una bandera que T.E. Lawrence y los rebeldes árabes victoriosos hicieron flamear en 1917 en la batalla de Áqaba. Pero el modesto paquete de papel cosido a mano de Brontë es “un artículo que uno se cruza una sola vez en su carrera”.
“Es emocionante ser parte de la historia de la literatura inglesa, un eslabón en la cadena”, dijo. “Y también está la alegría de tenerlo ahora mismo en mi escritorio. Cuanto más se lo observa, más interesante se vuelve”.
Últimamente, hubo muchos días memorables, pero por lo dramáticos, para el estudio de Brontë. El año pasado, apareció súbitamente una gran biblioteca “perdida” de manuscritos y otros artefactos literarios que casi no se había visto durante un siglo, y todo fue puesto en subasta de inmediato. Ante la ola de protestas, el remate se pospuso y un inusual consorcio de bibliotecas y museos adquirió la colección íntegra por 20 millones de dólares con el fin de preservarla para el público británico.
Y en 2019, el Brontë Parsonage Museum había recaudado casi US$ 800 mil para comprar una revista en miniatura confeccionada por Charlotte que salió a subasta tras la quiebra de la empresa comercial francesa que la tenía en su poder.
Los microvolúmenes permanecieron en la familia Brontë hasta la década de 1890, cuando se dispersaron junto con muchos otros manuscritos y objetos, tras la muerte de la segunda esposa del viudo de Charlotte. Hoy en día, todos los demás libros en miniatura que creó Charlotte se encuentran en colecciones institucionales, como la Biblioteca y Museo Morgan de Nueva York.
The Book of Rhymes (o “ryhmes”, tal como lo escribió Charlotte en la portada) sobrevivió metido en un sobre tamaño carta escondido dentro de un libro escolar del siglo XIX de la que Wessells describe como “una colección privada estadounidense” (se negó a decir algo más acerca del propietario, amparado en un acuerdo de confidencialidad).
En su oficina, Wessells abre el sobre con la etiqueta que dice “manuscrito de Brontë” y en la esquina superior izquierda “el más valioso”. Después, saca el libro, que está envuelto en una copia de una vieja lista de subastas. El libro está confeccionado en papel marrón barato y común, recortado de manera desigual y cosido con hilo “con la textura de una soguita”, en palabras de Wessels, que lo da vuelta para mostrar el índice, con la explicación de Charlotte de que los poemas se atribuyen a dos autores imaginarios del mundo ficticio, “el Marqués de Douro & Lord Charles Wellesley”, pero en realidad están “escritos por mí”.
El anticuario pasa a la página del título, dándola vuelta para leer un descargo de responsabilidad en el reverso: “Los siguientes son intentos de rima de una naturaleza inferior, debe reconocerse, pero, sin embargo, son los mejores que tengo”. Y por último pasa las páginas con lentitud, para permitir un vistazo tentador de los poemas, reiterando que el contenido era confidencial. Pero no tiene de qué preocuparse: la microscópica escritura a mano, destinada a imitar las fuentes impresas de un libro “de verdad”, resulta ilegible a simple vista y sin lupa.
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Los poemas —algunos largos, otros cortos, a veces con tachaduras y correcciones— están fechados y firmados con las iniciales “C.B.” y Wessells los describe como “de diferentes estilos y metros” (incluido un soneto, que en la tabla de contenido figura como “A Thing of fourteen lines”, en español “Una cosa de catorce líneas”), pero se negó a brindar cualquier “evaluación literaria”.
Foto: GDA, La Nación
Claire Harman, experta en Brontë que también vio el manuscrito, dice que pudo descifrar algunos fragmentos de los textos, a los que llamó “los últimos poemas nunca leídos de Charlotte Brontë”. Y señaló que si así lo desea el comprador “puede seguir sin conocerse su contenido”. (Wessells aclara que los planes que tengan los interesados para el futuro del manuscrito pueden ser “un factor” a la hora de elegir a “un comprador apropiado”).
A pesar del descargo que hace Brontë al principio del volumen, Harman dice que los poemas parecían “de lo más encantadores”. En cuanto a la letra, agregó, “es como si los hubiera escrito un ratón”, y compara la experiencia de leer los libros en miniatura de Brontë con el crecer y encogerse de Alicia en el país de las maravillas. “Son como portales a un mundo diferente”, dice. “Se entra, y se sale al otro lado”.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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