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La llegada de los jesuitas data de 1572, por mandato de Francisco de Borja (ahora santificado). En septiembre de ese año, un grupo de 15 jesuitas –liderados por el padre Pedro Sánchez- arribó a las tierras de la otrora Nueva España. Una de sus primeras encomiendas fue la de fundar un colegio-seminario (1573), donde comenzaron a propagar el evangelio apostólico y adoctrinar a los primeros novicios novohispanos. ¿Cómo fue que tuvo lugar su expulsión de nuestro país?
A lo largo de dos siglos (XVII Y XVIII), la labor pastoral de los jesuitas prosperó en la Nueva España , no tardaron ni un año para fundar el primer internado donde se propagó el conocimiento ministerial (1973) en la Ciudad de México, para luego asentarse en otras regiones aledañas como Pátzcuaro, Oaxaca, Puebla, Zacatecas, Guadalajara y en la zona que antes era conocida como Valladolid, la actual Morelia. Pero los jesuitas no se limitaron a forjar la religión a través de la academia, sino que, con el tiempo, organizaron misiones que llegaron hasta los lugares más recónditos del país.
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¿En qué creían los jesuitas?
Pero, ¿en qué consistía la formación de los jesuitas? Se trataba de la Compañía de Jesús, que tenía como objetivo adentrar al pueblo mexicano en sus creencias, a través de la formación educativa, misionaria, la introducción a ministerios pastorales y agrupaciones devocionales, que luego de dos siglos, no sólo se intensificaron sino que se volvieron parte de la construcción de la cultura religiosa mexicana.
Sin embargo, en 1767, 195 después de su llegada a la Nueva España, Carlos III, rey de España, toma la decisión de expulsar a más de 5 mil jesuitas que evangelizaban en territorios que se encontraban controlados bajo la autoridad del monarca español, entre ellos la Nueva España. El virrey Carlos Francisco de Croix fue quien recibió el decreto de expatriación por las autoridades de su país natal. En aquella época, en nuestro país residía un aproximado de 640 jesuitas, pero ¿a qué se debía que la propia corona española buscara el destierro de una creencia proveniente de sus tierras?
¿A qué se debió la expulsión de los jesuitas?
Como era de esperarse, se trató de una lucha de intereses de la Corona española, que se desembarazaba del principio de autoridad de la Iglesia y sus dignatarios, los jesuitas. En el advenimiento de la Ilustración –que fundamentaba sus creencias en la razón y la lógica-, la monarquía española adoptó el regalismo, que intervenía civilmente en los asuntos religiosos.
Como los jesuitas y la Compañía de Jesús habían adoptado gran influencia en las regiones en que se habían asentado por siglos, representaban una influencia de gran magnitud en la vida educativa, social, política y espiritual de los Estados que España controlaba, lo que desestabilizaba la consolidación del poder absoluto de los monarcas, convencidos que lo bueno y actual sobrevendría basados en las creencias que, ya en gran parte de Europa profesaban, y traía consigo el Siglo de las Luces.
¿Qué fue de los jesuitas luego de la expulsión?
Tras ser expulsados de la Nueva España, los jesuitas vivieron el exilio en los denominados Estados Pontificios, dirigidos por el Papa, en la península itálica. Seis años más tarde (1773), los jesuitas recibieron la noticia que el Papa Clemente XIV había tomado la decisión de suprimir la Compañía de Jesús. En el ostracismo, vario de los jesuitas novohispanos como Francisco Xavier Clavigero, residentes de Bolonia, dedicaron su tiempo a escribir obras notables de carácter historiográfico, científico, estético, filológico, literario, filosófico y teológico.
La Compañía de Jesús resurge
No fue sino hasta 1814, luego de cuatro décadas de exilio que el Papa Pío restauró la Compañía de Jesús, universalmente, y los jesuitas fueron restablecidos a la Nueva España en mayo de 1816. Entre ellos, volvieron los septuagenarios que, expulsados de nuestro país a sus treinta años, vuelven en la búsqueda de la Provincia Mexicana de la Compañía.
Pero la restauración de los jesuitas no fue tan sencilla como pudo parecer, sino que la Compañía de Jesús atravesó etapas de clandestinidad, dispersión y persecución, pues varios de sus representantes continuaron siendo expulsados.
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Además que la adaptación fue uno de las faenas más diligentes para los jesuitas para quienes fue complicado entender el nuevo orden eclesiástico que imperaba en una Nueva España independiente, que improvisaba y se reinventaba con mucha frecuencia. Ante la inestabilidad nacional, les fue imposible reestablecer el orden tan legítimamente como había ocurrido en el pasado.
Hasta finales del siglo XIX, los jesuitas volvieron a ganar voz dentro de la presencia religiosa de la Nueva España, mediante la fundación de residencias, varios colegios, universidades, misiones e instituciones pastorales, culturales y de investigación y promoción social.
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