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Si bien Robert Oppenheimer fue el padre de la bomba atómica, este invento que aún sigue siendo una amenaza latente para la humanidad tuvo como origen una inquietud de Albert Einstein: en 1939 escribió una carta al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en el que le alertaba que la Alemania nazi estaba desarrollando un arma nuclear.
Años después, el propio Einstein diría que se arrepintió de enviar dicha carta, pues así no habría dado el empujón que llevó a que se creara la bomba nuclear.
10 años antes de que Einstein enviara esa carta, realizó una entrevista donde terminó filosofando sobre la vida y la muerte. Aquí las reflexiones que declaró en aquella ocasión.
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Einstein habla sobre los hondos problemas de la vida
26 de diciembre de 1929
Por George Sylvester Viereck
(Traducción especial para ILUSTRADO)
ESCENA: El estudio del profesor Alber Einstein, una buharda en una casa de apartamentos de la metrópoli germana que da únicamente a los techos vecinos y al cielo. Amueblado sencillo, a la manera antigua. Unos cuantos recuerdos, unos cuantos libros. Retratos de Newton, de Helmholtz, de Kepler, etc. Rasgos aquí y allá sugieren más bien la habitación de un músico que la del físico más famoso del mundo. La puerta se abre.
Entra Einstein vestido en traje de casa. Las suelas de fieltro casi no suenan sobre el piso. Es de estatua pequeña, con cabello crespo que enmarca su cabeza como un halo. Esta es ya gris, pero su bigote todavía retiene trazas del original negro. Sus ojos tienen la mirada lejana del que piensa en términos de dos millones de años de luz. Cuando sonríe, parece un querubín malicioso.
Einstein raspa un cerillo y enciende un cigarrillo. Fuma constantemente. El autor de este artículo no es partidario del tabaco. Ambos se sientan.
YO – La última vez que estuve con Ud. me explicó el secreto de la Relatividad. Comprendí perfectamente todos los detalles esenciales. Estaba convencido de que era uno de los diez que le entendían a Ud. Sin embargo, durante la noche olvidé toda la explicación.
EINSTEIN (sonríe gentilmente).
YO – A menos que Ud. haya hecho un nuevo partidario, no quedan ahora más que nueve personas en el mundo que lo entienden a Ud.
EINSTEIN – La Relatividad quiere decir que es imposible para el físico aplicar normas definidas de medida en el espacio sin fijar su relación con un punto definido en el tiempo. La velocidad de la luz es la medida del Universo.
YO – ¿Por qué?
EINSTEIN – Porque no hay nada en el universo más rápido que la luz. La velocidad de la luz multiplicada por el cuadrado del volumen nos da la energía atómica aprisionada en el cuerpo. La ecuación es perfectamente simple. Es…
YO – No me diga más. Es fácil entender la explicación general si Ud. omite la explicación matemática. Pero ¿en qué consiste su último descubrimiento contenido en seis páginas en que Ud. trabajó durante muchos años?
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EINSTEIN – Mi última teoría es una hipótesis. No está confirmada aún. Únicamente he descubierto una fórmula que expresa gravedad, en términos de electricidad.
YO – ¿Qué es la electricidad?
EINSTEIN – La electricidad puede ser la fuerza básica que mueve todas las estrellas.
YO – ¿Quiere Ud. decir que la electricidad es Dios?
EINSTEIN – Titubearía antes de hacer una declaración como esa.
YO – Profesor Einstein, ¿ha leído Ud. el libro de Freud “El futuro de una ilusión”? En él aplica la psicoanálisis a la religión.
EINSTEIN – He leído el libro. Pero no estoy de acuerdo con Freud.
YO – ¿Cree Ud. en la inmortalidad personal?
EINSTEIN – NO. (Enciende otro cigarrillo). Estoy convencido de que todo individuo es el producto de una conjunción de otros dos individuos. No veo dónde y a qué hora el nuevo ser es dotado de alma. Considero a la humanidad como un árbol con muchos retoños. No me parece que cada retoño y cada rama posea un alma individual.
YO – ¿Qué es el individuo?
EINSTEIN – La vida es un gran tápiz. El individuo es un hilo insignificante en una alfombra inmensa y milagrosa.
YO – ¿Desea Ud. la inmortalidad personal?
EINSTEIN – No, la vida, una vida me basta.
YO – Una vez pregunté a mi amigo, el finado profesor Hugo Muensterberg, de la Universidad de Harvard, si creía en la supervivencia de la personalidad después de la muerte. Replicó: “No puedo concebir la personalidad en términos de tiempo”. Siempre creí que había querido evadir mi pregunta.
EINSTEIN – (Pensativo mientras se echa su cabello crespo hacia atrás). Yo no creo lo mismo. Era la única respuesta posible.
YP – ¿No somos nosotros inmortales en virtud del hecho de que una imagen una vez hecha, continúa eternamente? Una persona que mirase a nuestro mundo desde una estrella lejana podría ver en estos momentos el nacimiento de Cristo o su crucifixión. Para ella, Pilatos y María Magdalena y todos los que participaron en la tragedia del Calvario viven! Si la estrella estuviese más lejos podría ver a Moisés y a su pueblo cruzando el Mar Rojo. Para los ojos mundanos la escena se ha desvanecido. Pero continúa viajando eternamente por el espacio. En los mundos distantes Cristo es crucificado diariamente y Moisés y su pueblo todavía cruzan el Mar Rojo.
EINSTEIN – Considero eso como un sofisma. La vida llega a un fin definido, aun cuando hipotéticamente su imagen sea llevada a través de innumerables años de luz hasta las constelaciones. La Muerte es una realidad.
YO – ¿Cómo definiría usted la muerte?
EINSTEIN – La vida termina definitivamente cuando el sujeto, por sus acciones, no continúa afectando el medio que le rodea.
YO – Sus pensamientos pueden seguir viviendo.
EINSTEIN – Sí, pero no puede agregar una j más a la suma total.
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