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Sobre las aguas turbulentas del archipiélago de Estocolmo , cuatro arqueólogos se ponen los trajes de neopreno para sumergirse en el mar Báltico e inspeccionar un barco mercante que se hundió hace casi 500 años . Su objetivo: comprobar si los ladrones han vuelto a esta tumba submarina.
El aumento de saqueos arqueológicos en los últimos años es tal que el equipo de los museos marítimos de la capital sueca pidió refuerzos a la armada, a los guardacostas y a la policía para documentar los restos, vigilarlos y detectar cualquier infracción .
En esta oportunidad, Jim Hansson y su equipo descienden unos 28 metros de profundidad en aguas del Báltico, hasta el lugar donde se hallan los restos de un barco del siglo XVI .
Cuando fue descubierto en 2017, los arqueólogos se dieron cuenta de que podría revelar detalles olvidados sobre el comercio marítimo regional.
Pero al volver meses más tarde, Hansson observó que una olla había desaparecido.
"Maldije bajo mi máscara (de buceo) a 30 metros de profundidad", recuerda.
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Los expertos creen que hay hasta 20 mil restos de barcos hundidos en el fondo del mar Báltico, muchos de ellos bien conservados por sus aguas salobres, una mezcla de agua salada y dulce, al contrario de lo que sucede en otros mares, donde la madera se deteriora mucho antes.
La ley protege contra el robo de pecios como este, situado cerca de Dalarö, al sur de la capital sueca.
Pero algunos -tanto coleccionistas como vendedores, según los arqueólogos- no tienen reparos en lanzarse a las profundidades para robar estos objetos seculares y arruinar el trabajo histórico.
"Si todo sigue ahí en el pecio, podemos contar una historia lo más cercana posible a la realidad, porque no hay libros, bocetos, planos sobre estos objetos", recalca Hansson.
En noviembre de 2019, el arqueólogo y su equipo descubrieron un nuevo buque de guerra frente a Estocolmo cuando estaban buscando restos de naufragios para exponerlos en un nuevo museo de la capital sueca sobre barcos hundidos.
Se cree que es un barco gemelo del legendario "Vasa", el buque insignia que se hundió en el siglo XVII durante su viaje inaugural y fue reflotado en 1961. Se exhibe en un museo de Estocolmo dedicado a él.
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El barco fue preservado de los saqueos, pero los arqueólogos han visto señales de intrusión cerca de otras embarcaciones hundidas en aguas del archipiélago en las que se necesita un permiso de buceo.
Vieron que faltaban artículos como piezas de porcelana y vajilla de terracota en al menos cuatro embarcaciones del siglo XVII. También encontraron máscaras de buceo y cuchillos que dejaron los intrusos.
Por eso al comienzo de 2020 se decidió intensificar las inspecciones para detectar si el lugar había sufrido cambios.
"Podemos regresar y verificar (...) si la gente ha estado aquí saqueando o si causas naturales han hecho que los restos se desintegren ", explica Patrik Höglund, uno de los arqueólogos.
Esta vez, se sienten aliviados. Con un mapa en 3D del lugar del antiguo barco mercante, Jim y su equipo descubren que nada ha cambiado: los barriles de mineral de hierro y las vigas del barco siguen en su sitio.
Pero el equipo tiene unos mil 500 km de litoral para vigilar y decidió pedir ayuda a la marina, la guardia costera y la policía, con los que comparten fotos, videos y mapas en 3D de los restos de naufragios.
La guardia costera usa los vuelos de vigilancia diarios sobre el archipiélago para monitorear los sitios en busca de señales de buceos no autorizados.
En la superficie, el comandante de la corbeta, Patrik Dahlberg, reconoce que es un trabajo muy diferente de sus tareas cotidianas. Pero "entendemos el valor de este trabajo, es útil".
Según Jim Hansson, algunos objetos son tan valiosos que resulta difícil disuadir a los ladrones.
Aún así el investigador espera que los esfuerzos den resultado: "Si hay dinero, la gente intentará tomarlo, por eso nuestra misión ahora es tratar de tener un sistema mejor", concluye.
nrv