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La trayectoria del pianista y compositor Héctor Infanzón, la soprano Lourdes Ambriz y el flautista Horacio Franco fueron reconocidas con la Medalla Bellas Artes, que los músicos recibieron ayer en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Ambriz (ganadora del Concurso Carlo Morelli en 1980 y 1981; Premio Nacional de la Juventud 1987) fue la primera a la que se le entregó la medalla. El carisma y la versatilidad fueron los principales adjetivos que utilizó, a la hora de presentarla, el musicólogo Francisco Méndez Padilla para calificar su voz. En sus 45 años de carrera, dijo, hay que subrayar lo vasto y variado de un repertorio que abarca desde la música renacentista hasta la contemporánea.
Cuando fue su turno, Ambriz habló sobre la precocidad de su trayectoria, agradeció el premio, consideró al Palacio de Bellas Artes como su casa y saludó a sus alumnos que asistieron a la ceremonia.
A Infanzón, quien tiene 13 discos y una doble nominación a los Latin Grammy Awards por Tres historias concertantes y Concierto para violín y orquesta Remembranzas, lo presentó Germán Palomares Oviedo, promotor del jazz en México.
Palomares calificó a Infanzón como un artista atemporal porque “han pasado más de cuatro décadas desde su aparición en el jazz mexicano (…) La obra de Infanzón tiene color y frescura porque no ha intentado separar los estilos, los lenguajes musicales, sino que se ha propuesto amalgamarlos”.
Antes de recibir la medalla de manos de Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, y Luis Tareke Ortiz, del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Cultural, Infanzón agradeció a su madre, de 98 años de edad, quien se encontraba entre las butacas; dijo que sus padres fueron los principales responsables de que él pudiera materializar sus sueños de juventud, además de agradecer a sus maestros, amigos y a la “universidad de la vida”. Como dato curioso, contó que su abuelo trabajo en la segunda parte de la construcción del Palacio de Bellas Artes.
El barítono Vladimir Rueda presentó a Horacio Franco (Medalla Mozart, Austria-México 1995), de quien mencionó su llamado a la vocación durante la infancia y el ímpetu, que lo llevó tanto a profesionalizarse en el extranjero como a ser un autodidacta.
“Todo lo que hacemos nosotros los artistas, todo lo que siempre hacemos es por ustedes. Sin ustedes no estaríamos vivos, ustedes son nuestro objetivo final. Gracias a ustedes nuestra vida tiene sentido, es para ustedes el premio”, fueron las palabras con las que el flautista agradeció, dirigiéndose al público; también agradeció a su esposo y a ciertos periodistas que se encontraban en las butacas.
“¿Cuál es la institución que trabaja de lunes a domingo? La de la cultura (…) Realmente este premio significa un gran compromiso para nosotros tres como músicos, es una gran responsabilidad seguir conservando con un rigor enorme y un amor seguir haciendo la mejor de las músicas. Nunca hay que considerar que ya se llegó a dónde se debe llegar, siempre se puede mejorar, los artistas somos como atletas de alto rendimiento”, concluyó Franco antes de darle la palabra a Lucina Jiménez, quien recordó justo una historia emotiva en la que el músico fue a tocar a la Secundaria número 6 en el Centro.