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Cuando en mayo de 2017 preparaba su exposición de autorretratos en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) -- Naa Pia , que en zapoteco quiere decir “Yo mismo”-- el pintor Fracisco Toledo respondió a una pregunta acerca de si el autorretrato se puede considerar un género:
“Claro, hay grandes, grandes, grandes, grandes autorretratos. Me vienen a la mente los de Rembrandt , los últimos autorretratos de Rembrandt son los que más me gustan. Uno especialmente, que se cree que fue el último, está en Colonia, y es Rembrandt sonriendo, sin dientes, viejo, encorbado. Pero eso es lo de menos, es la descripción del cuadro, pero la materia... es maravillosa. No se ve la edad en el manejo de la pintura; es lo más maravilloso que hay en materia de pintura”.
Esta última frase es una justa definición de lo que guardan algunos de los autorretratos de Rembrandt: la materia de la pintura. A veces algunos de estos cuadros son piezas donde las texturas, las formas que él les dio al pintar constituyen por sí solas un punto dónde detenerse a observar, independiente de los rasgos que el pintor holandés les atribuyó.
El hijo pródigo en la taberna (Autorretrato con Saskia), hacia 1635. Óleo sobre lienzo, 161 x 131 cm. Dresde, Staatliche Kunstammlungen. Dresden, Gemäldegalerie Alte Meister. Foto: Taschen
La editorial Taschen ha reunido en el libro “ Rembrandt Los Autorretratos ” una colección con más de 80 obras , creadas durante más de 40 años - 1628 a1669 -- que son mucho más que un recorrido por su cronología, lo cual ya es bastante grandioso.
Los autores de los textos, Volker Manuth y Marieke de Winkel , cuentan que Rembrandt ha sido el artista que ha reproducido su propia cara con mayor frecuencia (difícil de comprobar, en todo caso, pero sin duda Rembrandt es el maestro del autorretrato). Explican que primero él se incluía en cuadros históricos y que desde finales de los años 20 creó los primeros autorretratos en solitario, como experimentos del efecto de la luz. Plantean que la tendencia a leer su gran obra de autorretratos como si fuera una autobiografía es atractiva, pero que induce al error.
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Los autorretratos de Rembrantd descubren a un artista muy cambiante en sus expresiones, un ser que a veces parece muchos seres; dejan ver a un artista que decide introducirse en pasajes de la historia y ser testigo de esos hechos: puede ser el apóstol San Pablo o soldado en el “Levantamiento de la cruz” y otras veces puede que haya sido modelo de una escena.
Autorretrato como soldado riendo, hacia 1628. Óleo sobre cobre, 22.2 x 17.1 cm. Los Ángeles, The J. Paul Getty Museum. Foto: Taschen
Otros descubren al ser que envejece, que ríe, que duda, que celebra. Los autorretratos concentran en la mirada -o miradas- una profunda carga emotiva, un encuentro con el observador potencial. Hay sorpresa, inocencia, enojo, duda, alegría, dolor.
Algunos muestran su cabello revuelto y largo, en otros está con sombreros de ala ancha o de ala blanda; con gorro, con boina. Algunos lo muestran ricamente vestido y otros de manera sencilla; a veces, es el artista que posa junto a sus pinceles o que prepara un grabado; en otras ocasiones sólo es un hombre mira al espectador.
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La riqueza de sus autorretratos es perceptible también en las muchas técnicas; la mayoría son óleos sobre madera y aguafuerte, pero también hay óleo sobre lienzo, pluma en marrón, tiza roja, tiza negra y punta seca. También en estas obras Rembrandt experimentó en técnicas, manejo de la luz y expresión, así como con los colores y materiales.
Autorretrato hacia 1629. Pluma en marrón., pincel en gris, 12.7x9.4 cm. Ámsterdam, Rijksmuseum. Foto: Taschen
El libro contiene los más de 80 grabados presentados con gran calidad de impresión en dos páginas, muestra la pieza original del lado izquierdo y un gran acercamiento a un detalle en la otra página . Cada uno contiene una breve información, y los datos de fechas y técnicas.
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De una de las obras, “Autorretrato como Zeuxis” , que data de 1662/1663 y que es un óleo sobre lienzo, los autores de los textos describen: “Con una gran sonrisa en la cara, Rembrandt se gira a mirar al observador por encima del hombro izquierdo. Lleva un gorro blanco, un vestido y una medalla al cuello. Junto al borde inferior se reconoce su tiento. En esta ocasión, Rembrandt se presenta encarnando a Zeuxis, el pintor griego clásico. Según cuenta una leyenda conocida en los círculos artísticos, Zeuxis se murió de risa mientras retrataba a una anciana de aspecto gracioso. En el fondo, a la izquierda del autorretrato, se reconoce esquemáticamente la cara de la anciana, y las líneas verticales muy probablemente son el borde del soporte sobre el cual pinta el retrato de la mujer”.
Rembrandt (Harmensz. van Rijn, 1606 – 1669), "Autorretrato como Zeuxis", 1662/63, Köln, Wallraf-Richartz-Museum & Fondation Corboud, WRM 2526, Foto: RBA Köln
Los autores describen que Rembrandt era consciente de que sus autorretratos eran codiciados objetos de coleccionismo y que en el último año de su vida pintó tres. El que es considerado el último data de 1669, se encuentra en La Haya y --escriben Volker Manuth y Marieke de Winkel-- parece inacabado y de ejecución titubeante, sin embargo, “el enérgico trazo del pincel en la boina demuestra que su poder artístico y su capacidad de observación no han menguado. En vista de las numerosas alteraciones que hizo en el cuadro, este autorretrato -como casi el resto de sus obras- es el resultado de una búsqueda incansable en la ejecución del proceso de pintar . Y, a pesar de su carácter inacabado, la obra está firmada, una señal de que el cuadro (según palabras de Houlbraken) estaba 'voldaan' (terminado), porque el artista había conseguido lo que se proponía”.
Autorretrato, 1669. Óleo sobre lienzo, 65.4x60.2 cm. Foto: Mauritshuis, The Hague
“ Rembrandt Los Autorretratos ”, de Taschen , es un libro en tapa dura con cubierta lenticular, 25,9 x 34 cm, de 176 páginas.
nrv