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Un retrato de Francisco Toledo hecho por Demián Flores , una fotografía de él, en blanco y negro, junto a unas palabras que lo evocan: "Busco tu melena negra, y te veo al caminar en la calle de Alcalá. Llevas un libro bajo el brazo, tus pasos no se detienen, vas concentrado y saludas a alguien que grita: ‘Maestro’, sonríes y sigues tu camino. Entras a una librería, y el mundo se detiene. Compras tu periódico, y lo extiendes en una de las mesas del IAGO ¡Ahí estás, ahí sigues!", palabras que escribió Isabel Grañén Porrúa, tras su muerte, el 5 de septiembre de 2019. Mensajes de amigos, artistas e instituciones circulan en redes sociales para recordarlo en su cumpleaños 80.
Obra de Demián Flores. Imagen: Demián Flores
Con los hashtag #TeExtrañamosToledo y #FranciscoToledo, instituciones como la Secretaría de Cultura, Bellas Artes, TV UNAM, Radio UNAM, Amigos del IAGO, el Munal, la Fundación Alfredo Harp Helú, el Museo de Arte Moderno publican fotografías, obras y palabras de Francisco Toledo. Su nombre hoy es tendencia en Twitter.
Activista, artista, creador de espacios culturales que son uno de sus mayores legados, Francisco Toledo, conocido entre los habitantes de la Séptima Sección de Juchitán, como Ta Min, nació el 17 de julio de 1940; decía que era de Juchitán aunque nació en la Ciudad de México.
Fue una persona que creía y defendía la libertad; libertad para crear, expresarse y luchar. Aunque vivió sus primeros años en Juchitán, cuando era apenas un niño, su familia se mudó a Minatitlán, Veracruz, y esa experiencia le enseñó de la migración.
Imagen: Archivo
Desde temprana edad demostró habilidad especial para el dibujo, por lo que su padre lo alentó y le cedió las paredes de la casa, para que el pequeño las llenara con sus colores y creatividad.
El abuelo del artista, Benjamín Toledo, multiplicó la imaginación del niño con salidas campestres en busca de resina vegetal y con relatos populares en los que los seres fantásticos se mezclaban con todo tipo de animales y personajes legendarios.
En la década de los 50 y tras finalizar sus estudios secundarios, Toledo comenzó su formación artística profesional en la gráfica, en la capital de su estado, en el taller de grabado de Arturo García Bustos (1926). En la Ciudad de México ingresó al Taller Libre de Grabado de la Escuela de Diseño y Artesanías, del Instituto Nacional de Bellas Artes .
Foto: Cortesía, archivo
Toledo compartió y aprendió en Oaxaca y en la Ciudad de México con artistas como Rufino Tamayo y José Chávez Morado, quien dirigía la Escuela de Artesanía y Diseño del INBA. Todavía no cumplía los 20 años y su obra fue descubierta por el galerista Antonio Souza, quien presentó muestras suyas en México y Texas, y le aconsejó leer a Kafka y Joyce, entre otros escritores.
Entre 1960 y 1965 Toledo se fue a Europa; al regresar a Oaxaca, su profunda relación con la cultura zapoteca se convirtió en tema de una obra que por un lado hacía referencia a fábulas tradicionales con orígenes precolombinos, en tanto que otras se referían a personajes históricos.
Desarrolló una obra diversa: pintura, litografía, grabado, escultura, cerámica y diseñó tapices con los artesanos de Teotitlán del Valle, en Oaxaca.
Foto: Archivo El Universal
Tiempo después, en 1977, vivió en Nueva York, a la que regresó en 1981 y 1982 para hacer cerámicas. En los años siguientes, Toledo continuó produciendo en Cuernavaca, en la Ciudad de México y en Oaxaca, hasta 1984, cuando se instaló en Barcelona, España, y en París, donde realizó pinturas, esculturas y grabados.
A lo largo de su carrera, el artista plástico se dedicó a promover y difundir la cultura y las artes de su estado natal, Oaxaca. Ejemplo de ello fue la fundación de Ediciones Toledo, y la creación del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, cuya colección de libros donó al INBAL.
Foto: Archivo
Toledo fue un transgresor. Un creador que no se conformó con crear una obra con una notable estética, que incorporaba e interpretaba la riqueza del mundo precolombino, de los indígenas mexicanos, de la flora y la fauna, y de la literatura, sino que emprendió grandes batallas en defensa del patrimonio cultural, que creó grandes espacios para la cultura y los mantuvo, que se comprometió con la defensa del maíz nativo, de las lenguas originarias, de la verdad: una de sus últimas luchas fue por que se esclarecieran los hechos ocurridos en Ayotzinapa.
fjb