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Dispuesto a actualizar el sentido de la historia del arte, el Museo de Orsay de París presenta una atrevida exposición en la que busca reivindicar los periodos azul y rosa de Pablo Picasso , empañados por el impacto que causó la llegada del cubismo de la mano del propio artista malagueño.
"Picasso: bleu et rose"
, que abre sus puertas al público el próximo martes, es la primera exhibición dedicada a los periodos iniciales del artista malagueño en Francia, donde desarrolló parte de esta colección entre 1901 y 1906.
A partir de los años 30, estas obras suscitaron el interés de coleccionistas y galeristas, siendo hoy las más buscadas y mejor pagadas.
También las más difíciles de reagrupar para poder contar al público que, en contra de lo que se cree, aquellos años no fueron solo una transición.
"Para los historiadores del arte la ruptura del cubismo fue considerada la entrada en la Modernidad e impidió mirar los períodos anteriores. Es un ejercicio de rehabilitación y de mostrar que desde sus años más jóvenes hubo una voluntad de entrar en la Modernidad", contó a Efe Claire Bernardi, comisaria de la exposición.
Durante los últimos cuatro años, esta teoría ha guiado el trabajo de los especialistas del Museo Nacional de Picasso de París y del Museo de Orsay, al que paradójicamente llegó el malagueño en 1900 cuando se acaba de inaugurar la estación de trenes de Orsay para la Exposición Universal.
Quizá por este vínculo anecdótico, casi sentimental, el presidente del Museo Picasso, Laurent Le Bon, consideró que esta muestra "solo podía estar aquí".
"Contamos con obras de arte procedentes de museos de Estados Unidos, España, Francia, Rusia y de numerosas colecciones privadas, que nos dan la oportunidad de presentar este conjunto como no lo veremos nunca en nuestra vida", anotó Le Bon.
Con una escenografía sencilla, la exposición abre con "La mujer con el abanico" (1905), el cuadro que se transformó en icono de la última gran exhibición de estos períodos, que acogió la National Gallery de Washington en 1997.
Después, y a lo largo de quince amplias secciones, el equipo francés revisa la evolución de un artista que incluso en su más prematura madurez se retrató como un pintor orgulloso y determinado, inspirado en las técnicas de artistas como Toulouse-Lautrec, Van Gogh o Degas.
El Museo recupera por ejemplo sus retratos de sus referentes españoles, como Ramon Casas, Santiago Rusiñol o Frederic Pujulà, a los que dedicó unas pequeñas composiciones con tinta y pastel, y recuerda el restaurante de "Els Quatre Gats", en Barcelona, frecuentado por el malagueño.
Aquellos años de júbilo, en los que Picasso viajaba a menudo entre Barcelona y París, parecieron frenarse bruscamente con el nacimiento del período azul, obra emotiva pero también sombría y nostálgica por el impacto que le causó el violento suicidio de su gran amigo Carlos Casagemas (Barcelona, 1880 - París, 1901).
"Picasso era muy joven pero muy maduro y la muerte entró de lleno en su universo. Siempre hay esta tensión en su obra entre las pulsiones de la vida y la muerte, como se ve en las corridas o en las caricaturas eróticas que realizó al mismo tiempo que las obras azules que hablaban de la muerte", comentó la comisaria Bernardi.
"Fue al pensar que Casagemas estaba muerto cuando me puse a pintar en azul", reconoció el artista en una entrevista años más tarde del fallecimiento de su amigo.
Bernardi defiende el carácter auténtico de su pintura, en la que las representaciones sexuales -durante años escondidas- se sucedían frente a místicos lienzos como "La Vida", el culmen del periodo azul, en la que su propio retrato se vio sustituido por la imagen de Casagemas, que le perseguía aún años después de su muerte.
Con su instalación en París, su relación amorosa con Fernande Olivier y la consagración de una vida artística que le permitía ganarse la vida, el joven Picasso tiñó su paleta de ocres y rosas, de los que ahora quedan los apreciados saltimbanquis y obras como "Muchacho con Cabello" o "Familia de acróbatas con mono".
Junto a ellas se expone también "La acróbata de la bola", procedente de Moscú, y otros grandes lienzos dispersos por buena parte del globo.
"Es muy difícil para instituciones públicas reunir tantas obras de un artista tan famoso y sorprendentemente los períodos azul y rosa han sido muy, muy poco mostrados", zanjó Bernardi.
Contó la comisaria que fue durante la instalación última de la muestra cuando el equipo vio con total certeza el valor incalculable de esta muestra, que desmitifica una visión "demasiado fragmentada de la juventud de Picasso" y que le presenta como un genio en su conjunto.
La exposición termina antes de la consagración de "Las Señoritas de Aviñón", el punto de inflexión en su obra e inicio del cubismo, con el que tan solo con 26 años el autor se convirtió en mito.