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Una subasta de obras de arte donde el potencial comprador puede pagar el objeto de sus sueños de la manera que más le conviene: así se puede resumir Art Truc Troc , evento que en los últimos 14 años ha confirmado su éxito en la programación de invierno de Bruselas.
La última edición, realizada el pasado fin de semana en el centro de artes Bozar de la capital belga, reunió unas 300 obras realizadas por un centenar de artistas.
Aunque los organizadores desconocen todavía el público acogido en los tres días de evento, confían que la cifra será similar a la de 2017, cuando casi 20 mil personas participaron de Art Truc Troc, una cifra considerable para una ciudad de poco más de un millón de habitantes.
El concepto es sencillo: el visitante recorre la exposición y, cuando se topa con una obra que le interesa, ofrece un producto o un servicio a cambio, teniendo en cuenta que tendrá que competir con otras decenas de personas por la preferencia del artista.
La oferta se hace por escrito, en papeletas autoadhesivas de variados colores, que al pasar de las horas van llenando paredes y suelo de las salas de exposición.
Hay quien ofrezca una lasaña casera, una tasa de té y galletas, una sesión de masaje, clases de guitarra, piano, inglés o un viaje de fin de semana con todo incluido. Algunos se contentan con expresar su apreciación por la obra.
Otros simplemente se divierten sugiriendo títulos para las obras. Junto al dibujo de un hombre haciendo movimientos con un brazo, una papeleta anuncia el “Nuevo Ataque de Ninja”, mientras que otra declara: “Habla con la Mano”.
Los mensajes se convierten, así, en una atracción aparte para el público.
“De hecho, es muy divertido ver hasta dónde va la imaginación de la gente”, dice entre risas Philippe , frecuentador de Art Truc Troc desde su lanzamiento, en 2012, cuando la palabra “arte” aún no había sido incorporada al nombre del evento, entonces conocido como Truc Troc.
El nombre es un juego con las palabras francesas “truc”, jerga para cosa, y “troc”, que significa trueque, permuta.
Contra la fotografía de un Jesús tatuado crucificado, de autoría de Jean-Luc Moerman, uno de los nombres más renombrados de la escena belga actual, Philippe propone permutar “dos días en un velero en el mar Mediterráneo para nadar con los delfines”.
“Me gusta mucho su trabajo. Espero convencerlo”, suspira el aficionado del arte, responsable de la agencia de turismo que organiza los viajes en velero.
El intercambio se decide y se concreta una vez terminado el evento, pero cada año los organizadores publican un listado de los negocios que se concretaron en la edición anterior.
“A veces no hay una propuesta suficientemente interesante y el artista prefiere guardar la obra”, reconoce Julie Delbeke , una de los organizadores de Art Truc Troc.
Los artistas participantes son seleccionados por un jurado profesional y todas las disciplinas son bienvenidas: esculturas, telas, fotografías, grabados y hasta objetos de diseño.
Este año, por primera vez el evento se impuso un tema, el bodyart, o arte corporal.
Para explorar totalmente ese concepto, una oficina de tatuaje ha sido instalada en una de las salas del recogido y decenas de visitantes aprovecharon para marcar la piel con un diseño concebido especialmente para la ocasión.
En otra sala, quienes se arriesgaban a introducir el brazo en uno de los huecos de un cubo gigante descubrían un tatuaje efímero al sacarlo.
nrv