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El Museo del Prado y la Fundación Amigos del Museo del Prado
han presentado "La última comunión de san José de Calasanz", obra realizada por Goya que gracias a la colaboración de las Escuelas Pías de la provincia de Betania , su propietaria, permanecerá en la sala 66 del edicio Villanueva como préstamo durante un año, prorrogable por otro. "Me parece un cuadro enormemente importante y potente.
Su mayor interés es que es un cuadro que se encargó en 1819 y se pagó, y Goya devolvió ese dinero. Además, la potencia de este cuadro va a ser mayor cuando se pueda ver en conjunto con sus hermanos", ha comentado en rueda de prensa el presidente del Real Patronato del Museo, José Pedro Pérez Llorca.
La incorporación temporal de esta pintura a las colecciones del museo coincide con la celebración de los 200 años desde que éste abriera sus puertas en el año 1819, el mismo año que fue pintada la obra, cuya pintura revela un profundo conocimiento del ser humano y de sus tensiones, desgarros y padecimientos.
El padre Daniel Hallado, de los Escolapios, ha explicado que Goya conocía la historia que se relata en este cuadro de 1648 donde el santo recibe la última comunión antes de su fallecimiento tres semanas después en el colegio San Pantalio. Además, su rostro tiene como referencia la mascarilla que se realizó del santo.
Goya
pone todo ello de maniesto en este gran lienzo de altar con el estudio de cada uno de los caracteres de la escena, que muestran un tema clásico del mundo occidental como es el estudio de las tres edades del hombre o la luz y la sombra como metáfora de los actos y pensamientos de los protagonistas.
La pintura religiosa de Goya
La experta coincide en que la visión romántica que consagró la imagen de Goya como un escéptico o descreído en materia religiosa, minimizando con ello el interés de su obra de carácter devocional, se ha modicado recientemente gracias al descubrimiento de nuevos lienzos suyos de asunto religioso conservados en colecciones particulares y a la revisión de los frescos y lienzos de altar ya conocidos.
"Goya tenía 75 años cuando pintó este cuadro donde nos da una lección de la fuerza física y mental que se necesita para pintar una obra de este calibre", ha indicado la jefa de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya del Museo Nacional del Prado , Manuela Mena. Así, ha adelantado que se puede establecer con mayor certeza que la pintura religiosa tuvo un peso fundamental dentro de su producción.
Como sucedió con la mayoría de los artistas de su época, los encargos para la iglesia, públicos y de devoción privada, se documentan a lo largo de toda su trayectoria, constituyendo la segura base económica sobre la que se cimentó su carrera artística.
Además Mena ha explicado que cuando el sacerdote bajaba a dar la comunión se veía este cuadro a la vez como un reejo por lo que Goya tenía la idea de establecer una conexión entre la Eucaristía de los Escolapios con la Eucaristía continua que se podía ver. En los últimos años, el Museo del Prado ha adquirido diversos cuadros de devoción privada de Goya, c omo la temprana 'Santa Bárbara', dos composiciones de la 'Sagrada Familia', el compañero de una de ellas, 'Tobías y el ángel', y un 'San Juan Bautista niño en el desierto', con el de enriquecer la representación de la pintura religiosa del artista.
'La última comunión de San José de Calsanz", realizada en 1819 para las Escuelas Pías de Madrid , dos años después del cuadro de altar de las "Santas Justa y Runa", para la catedral de Sevilla, cierra la pintura religiosa de Goya, además de ser su última obra pública.
Esta obra fue el último de los cuadros de altar del pintor. Nada se sabe de la relación de Goya con los Escolapios en ese período, al margen de la creencia popular de que el artista estudió en las Escuelas Pías de Zaragoza, lo que no está probado, ni de la razón del encargo, aunque es posible que mantuviera relación con ellos ya que la orden estaba regida por aragoneses.
El tema representado pudo ser propuesto por estos, como era habitual en los encargos de la iglesia, centrado en la importancia que la Eucaristía había tenido para Calasanz, que en sus colegios instaló siempre en el centro de la capilla para la celebración de la misma.
La compleja escena permitió al artista expresar la religiosidad del santo, su fe, su vida humilde y penitencial y su labor de magisterio. Lo acompañan varios sacerdotes de la orden y algunos niños de los más pequeños que, arrodillados a su alrededor, están subyugados por la entrega y abandono total de su maestro, tocado por la luz divina.
"Goya utiliza una enorme cantidad de pinceladas que van desde la fuerza a la precisión de un pincel de tres pelos, que muestra los detalles de la perspectiva de la composición", ha apuntado Mena. El cuadro estaba dirigido a los profesores y alumnos del colegio de Madrid y a los eles que asistieran a las funciones religiosas en la popular iglesia de San Antón. De todos los cuadros religiosos de Goya es el más evocador de un mundo elevado de espiritualidad suprema y santidad.
Asimismo, llama la atención la disposición espacial y luminosa que revela la lección aprendida de "Las Meninas de Velázquez" con la que Goya buscó deliberadamente crear la ilusión óptica de que el espacio real de la iglesia se prolongaba en el espacio imaginado del lienzo.
akc