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antonio.diaz@clabsa.com.mx
El amor por educar, su generosidad y las ganas inagotables por crear fueron las constantes con las que recordaron a Gilberto Aceves Navarro (1931-2019), artista plástico que falleció el domingo por la noche, a los 88 años.
Con un velorio íntimo en una funeraria ubicada al sur de la Ciudad de México fue despedido el pintor, escultor, grabador y docente en la Academia de San Carlos de la UNAM.
A lo largo de su trayectoria, Aceves Navarro presentó más de 300 exposiciones tanto en México como en el extranjero, además fue acreedor de varios premios; ayer por la tarde, durante las exequias, Juan Aceves, hijo del artista y director de la Fundación Aceves Navarro, remarcó el amor que su padre tuvo por nuestro país. “Mi padre fue un hombre que a nivel de banqueta luchó toda su vida por llevar el nombre de México en alto, por creer en su arte, en su expresión, en su historia y por involucrarse en ella. Mi padre amó a este país como solamente se puede amar a un ser querido”, señaló.
Aceves Navarro estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” (1950). Además trabajó como asistente de David Alfaro Siqueiros, en 1952, para la realización de los murales de la Torre de Rectoría de la UNAM.
También se le recuerda porque junto a artistas como José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Pedro Coronel, Vicente Rojo, Carlos Mérida, Rufino Tamayo, Gunther Gerzso y Mathias Göeritz, entre otros, formaron parte del movimiento conocido como la “Generación de la Ruptura”, que buscó ir contra la estética propuesta por la Escuela Mexicana de Pintura.
Poco antes de las 3 de la tarde, el cuerpo del artista llegó a la funeraria; ahí, cerca de 20 personas, familiares, amigos y colegas, entre los que se encontraban Parra y Ezban, lo recibieron con un cálido aplauso, acompañado de comentarios como que fue una persona que siempre trabajó.
Sus inagotables ganas, señaló Juan Aceves, estuvieron presentes hasta el último minuto de la vida de su padre, porque dejó un cuadro a medias: “Trabajó hasta el último minuto, aunque he de confesar que él no trabajaba sino que vivía lo que hacía, dejó infinidad de hijos que ahora llevan la batuta del arte”.
Además de una pintura, el artista dejó varios proyectos inconclusos, uno de ellos es el trabajo de la Fundación Aceves Navarro, creada en 2018 para catalogar y difundir su obra, así como convertirla en un espacio para fomentar el arte.
“A mi padre le importaba la niñez de México porque siempre tuvo claro que ellos son el futuro del país. Siempre quiso acompañar a los niños en un espacio que tuviera la libertad para que se expresaran, para que encuentren y entiendan sus emociones a través del arte; esa es la misión de la fundación y continuará”, dijo Juan.
El espíritu prolífico. Gilberto Aceves Navarro creó el mural Canto triste por Biafra, que forma parte del acervo del Museo de Arte Moderno, así como Canto a la raza y Danzas de la vida y la muerte. Estas piezas son una pequeña parte de toda su obra, la clave, señaló su hijo, estuvo en que “nunca se detuvo a ver cuánto había trabajado sino que pensaba cuánto más podía hacer y descubrir”.
El pintor, promotor cultural y curador Tomás Parra recordó que él y Aceves Navarro compartieron aulas en La Esmeralda, y que desde entonces entablaron una amistad tan estrecha que incluso se reunían por lo menos una vez por semana para comer.
“Él tuvo siempre un sentido del humor muy especial. También se caracterizó porque tuvo diferentes etapas de creación; sin embargo, no existe un libro con respecto a su capacidad pictórica, eso debería hacerse. No se ha hecho un estudio a profundidad sobre su trabajo. Siempre estuvo trabajando, a todas horas”, señaló Parra.
Maestro, amigo y padre. En La Esmeralda, Gilberto Aceves Navarro conoció a Tomás Parra y a Manuel Felguérez, ambos artistas coincidieron en que fue muy generoso con todo aquel que se le acercaba, además de poseer un gran sentido del humor.
“Fue un pintor que a pesar de que exploró diferentes etapas en su vida, siempre se quedó con la figuración. Como maestro fue excepcional, pudo hacer de sus alumnos unos pintores muy serios. Entre nosotros nunca hubo una relación que nos hiciera pintar a todos en función de algo, cada uno tuvo su propio mundo, sus fuentes naturales”, indicó Parra.
Manuel Felguérez lo recordó como un compañero al que conoció desde el inicio de su carrera: “Era muy dicharachero, simpático y muy querido por sus discípulos. Jugamos futbol, tuvimos muchas vivencias, es como si con su muerte una parte de mi vida se fuera con él”.
Al profundizar en su manera de enseñar, Felguérez dijo que no se basaba en la naturaleza, “él era más gestual que una reproducción de la realidad, esa manera tan original le dio bastante popularidad entre los jóvenes aprendices. Fue un expresionista figurativo”.
“Era un fenómeno de vitalidad, nos amplió horizontes, no era sólo un maestro de pintura sino de la vida. Además era de un generosidad que difícilmente se encuentra. Tenía cerca de 20 años cuando lo conocí, no podía seguirle el ritmo porque era de una energía impresionante”, expresó Ezban.
Juan Aceves explicó que desde siempre ha admirado a su padre, y que desde hace 30 años trabaja en un documental sobre él, el cual espera poder presentar próximamente.
Gilberto Aceves Navarro (1931-2019) recibirá un homenaje hoy en el Palacio de Bellas Artes, de 12 a 15 horas.