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¿Para cuánto alcanza lo que va a dar el gobierno a los que perdieron su casa?, se pregunta el artista Francisco Toledo, en medio de un diálogo acerca de los proyectos que él, junto a otros artistas, gestores y su familia, impulsan para la reconstrucción y recuperación del Istmo de Tehuantepec, tras el terremoto del 7 de septiembre.
Para saber qué se puede hacer con los “vales” que dé el gobierno comenzarán por ver cuánto cuesta hacer una casa. “Vigilar”... la palabra la menciona varias veces en la conversación; también recuperar y reciclar. Junto a la pregunta de para cuánto alcanzará, cuestiona dónde están los anteriores gobernantes de Oaxaca: “Los políticos, una vez que se van y dejan de estar en Oaxaca, no se les vuelve a ver; una vez que se van, se olvidan de los problemas que crearon y de los problemas que no solucionaron. Diódoro Carrasco, por ejemplo, su presencia no se nota”.
El artista, que enumera la ayuda espontánea de gente de la Ciudad de México y del norte del país, de coleccionistas y no coleccionistas, cuestiona: “No sé los maestros en qué estén; podrían prestar sus casas de campaña ahora que está lloviendo y la gente no tiene dónde guarecerse. Cada quién. Los sindicatos petroleros, que tienen tanta presencia en la zona, no se oye mucho de ellos”.
Toledo pide que en el proceso de reconstrucción se respete la fisonomía que tenía Juchitán y que se trate de restaurar las casas como fueron. Pero más que los Monumentos Históricos de esa ciudad —la Casa de Cultura, el templo de San Vicente Ferrer o el Palacio Municipal— le preocupan las otras casas. No se refiere a las señoriales, habla de las de aquellos que no tienen con qué reconstruir. Con apoyo de arquitectos y otros artistas, él pagará la reconstrucción de la casa de una mujer de Juchitán, una mujer de más de 80 años a quien conoce de tiempo atrás, que ha vivido años con el dolor de la muerte de su hijo. “Vamos a ver si podemos, si hacemos rápido esta casa; es un cariño que se le puede dar”.
Esa reconstrucción será un poco espejo y, hasta cierto punto, modelo, para saber qué valen unas tejas y vigas; cuánto cuesta la mano de obra —de la propia familia o de un albañil— y el resto de los materiales; servirá para determinar el tiempo de construcción que requiere una casa. Será un referente, para comparar y ver de qué sirve lo que entregue el gobierno y así vigilar, seguir el destino de los recursos, para que no pase lo de otros años. La casa tendrá un cuarto con espacio para la mesa del santo, corredor, baño y cocina.
La casa, como imagen del desastre, está también en el grabado que acaba de concluir Toledo, que se venderá con el fin de que obtener recursos para los damnificados. En un taller de grabado, en la calle Hidalgo, de esta ciudad, se imprime ya la serie, cuya imagen nació del juego de niños, chintacamaya: “Se envolvía uno en la hamaca, dos niños trataban de tirarlo, zarandeándolo, hay maneras de caer y yo tuve, tengo, una cicatriz. Se me ocurrió que esa zarandeada que se da en los juegos de niños es la zarandeada que le dieron al pueblo de Juchitán. En mis grabados son un hombre y una mujer lagartos en los extremos de la hamaca, y las casitas, dentro de la hamaca, se caen”.
La idea es vender una serie de 20, pero se están buscando opciones para que puedan salir distintas series. El precio, aún no se define.
“Triste, mal, feo”, ve Toledo lo que pasó en México. En torno de lo ocurrido en Oaxaca, expresa: “Hay que decirle a Dios que no se olvide del Istmo”. Luego increpa: “Todavía no se sabe todo, no se sabe de los huaves, hay muy poca información, porque también es gente que está muy dispersa, de los mixes de Guichicovi, hay muchas rancherías y lugares de los que no se sabe nada”.
Otra propuesta que impulsa ha sido la de las cocinas comunitarias, de las cuales funcionan 30. “Sabemos que cuando uno entrega despensas, muchas veces no se usan como debe ser: se revenden, se le da a los cochinos porque sobra; entonces se decidió que era mejor preparar algo; que pudiera estar uno seguro que iba a llegar la comida a los que se apuntaran. Por otro lado, las señoras que preparan la comida se ocupan de algo porque están cuidando sus casas, para proteger sus propiedades, sus animales; así fue como empezaron a armarse esas cocinas. Están contando lo que vivieron; hay intercambio de anécdotas, de cómo lo pasaron, de chistes. Nos concentramos en Juchitán, pero se ha estado repitiendo en otros lugares, en Xadani”.
Cambios en el Istmo. Otra inquietud del artista gira en torno de recuperar ciertas formas de producción, como la del añil, esto tras las noticias de Niltepec, porque, en las zonas donde se produce añil, muchos tanques en los que se almacena el agua con las yerbas, se colapsaron.
“Ellos tienen que sacar su añil, tenemos que ayudarles en este momento para consolidar sus tanques. Yo todavía pude platicar con mi abuelo que había trabajado el añil, él era ixtaltepecano, y trabajó el añil a orillas de uno de estos ríos, ahí tenía la familia sus pilas, sus tanques, y me contó todo el proceso. Mi mamá nos contaba que el abuelo llegaba con las manos azules, que eso les llamaba mucho la atención y que no se le quitaba hasta después de un tiempo, y que las sábanas de su casa todas estaban teñidas de azul”.
La propuesta es tratar de hacer un plan que lleve a que los productores de añil aprendan a teñir y luego a tejer para que esa producción de artesanías —sábanas, manteles, servilletas— se recupere en el Istmo: “Sería traer de nuevo estos telares y ponerse a trabajar como se trabajaba. Puede ser una solución.
“Creo que es muy importante que la gente se quede en el lugar y que esté haciendo un trabajo que sabe hacer, algunos migrarán a Petróleos Mexicanos o a otras cosas, pero hay gente a la que le gusta el lado artesanal, los jóvenes pueden tener una ocupación en el lugar, estudiar, sembrar la yerba... En todo Oaxaca, cada pueblo producía lo que consumía, y poco a poco se acabó con las grandes empresas, la industrialización... por ejemplo, había cerveza en el Istmo, y cuando llegaron las marcas destruyen esas empresas y también se pierde un conocimiento y productos que daban trabajo a la gente y arraigan. No sé si se pueda recuperar, en el caso de ciertas artesanías tal vez. Aunque, quién sabe, aquí en Oaxaca parece que han aparecido muchas marcas de cervezas artesanales”.
El artista recuerda que en el Istmo ha habido muchos desastres y que la gente siempre acudió a ayudar:
“Yo de niño viví en el sur de Veracruz (en Minatitlán), ahí nos tocaban los ciclones y los grandes ríos que se salían, inundaban todo el pueblo, suspendían clases, no había mercado, se morían los niños, toda la gente que vivía en las partes bajas tenía que refugiarse en las escuelas. Siempre en esa zona del Istmo hay temblores o ciclones, a veces explosiones de las refinerías. Cuando las grandes lluvias siempre se tenía miedo que los rayos cayeran en los tanques de almacenamiento de petróleo, y en esa época no había muchos bomberos; el caso es que todos dormíamos vestidos, alguna vez, creo, se empezaba a evacuar el pueblo... Con esas vivencias, pues ya uno piensa, pues, a las desgracias, a ver qué hay que hacer….