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Tres mil 500 tapabocas , por semana, elaborados en talleres de costura en Nezahualóyotl, Chimalhuacán y Ecatepec, se distribuyen entre trabajadores de la economía informal del Centro de la Ciudad de México.
Es una idea que nació, en medio de la pandemia por el Covid-19 , en el estudio del artista Carlos Amorales .
Lo que él y su equipo han hecho es generar la que define como una cadena que ha permitido la financiación de la producción y distribución entre organilleros, vendedores de alimentos, músicos, boleros, trabajadores de limpia.
“El proyecto salió a los pocos días de que hablé con mi estudio y decidimos que ya no podíamos volver acá, que teníamos que aplicar lo del distanciamiento social”.
Uno de los mensajes constantes era el de economía informal en México: “50% de la gente vive al día, tiene que trabajar en la calle”.
Amorales comenzó a pensar en alternativas; recordó que la familia de asistente, Janet Martínez , diseñadora y jefa de producción de este proyecto, tiene talleres de costura, entonces se planteó la idea de trabajar con ellos.
“Propuse hacer tapabocas, porque sentí que era importante en este momento empezar a pensar en toda esta gente que tiene que salir a la calle, y que debe encontrar la manera de protegerse”.
Amorales lo planteó como un sistema, una cadena, y desde el estudio, en forma virtual, echó a andar el proyecto; lo propuso a su galería, Kurimanzutto , que ayudó a sumar coleccionistas -y que se sumó también como benefactora-. Cada coleccionista o benefactor participa con la financiación de una semana de producción y distribución de tapabocas, que tiene un costo de 35 mil pesos; cada semana se cosen tres mil 500 tapabocas en los talleres de Nezahualóyotl, Chimalhuacán y Ecatepec, lo que además da trabajo a alrededor de 17 familias.
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“Soy una especie de puente entre la galería que tiene contacto con coleccionistas para que cada uno invierta en una semana de producción. Convencimos a seis y esto nos ha permitido hacer la primera parte, ojalá sea más”.
La distribución de estos también es una etapa muy importante del proceso; para ello se contactó a la ONG Wiego “Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando” (por sus siglas en inglés), que en México dirige Tania Espinoza Sánchez .
“Wiego trabaja con personas que están en el empleo informal. Así se armó una cadena, que es lo que me gusta mucho del proyecto; son dos extremos, va del coleccionista que normalmente compra arte, y en el otro extremo está la mujer o el hombre que vende fruta en la calle o en un tianguis; en medio están la galería , el artista , el productor –que es el artesano o maquilador -, la ONG que hace que el tapabocas le llegue a toda esta gente”.
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La ONG tiene contacto con las uniones de los trabajadores. “Como no podemos ir a todas, porque hay riesgos, quedamos de entregarlos en la sede de la Unión de Aseadores de Calzada (en la calle República de Colombia) y se entregan lunes, martes y miércoles”.
Para Carlos Amorales esta es una forma de fortalecer lazos, de mostrar la interdependencia que todos tenemos. “Los vendedores informales no son parte del gobierno, no tienen seguro, son la gente más desprotegida. Estamos distribuyendo, según la profesión, entre dos o a cuatro tapabocas para cada uno, para que puedan intercambiarlos, lavarlos y ocuparlos”.
Los tapabocas son para una población en la que hay adultos mayores que trabajan en las calles boleando zapatos, que son organilleros, artesanos, trovadores y músicos, voluntarios de limpia, vendedores de comidas, de revistas, trabajadoras del hogar; son alrededor de 20 asociaciones de comerciantes.
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“Estamos calculando una producción de seis semanas que serían como 21 mil tapabocas y estamos pensando entregarles entre cuatro y tres a cada uno. Son cerca de siete mil personas”.
Aunque los tapabocas no son del modelo N95 , son de algodón, popelina, de hilo cerrado, y son lavables.
“Como persona creo que hay que implicarse, ayudar desde donde uno pueda y ser solidario, pero también como artista lo primero que pensé es 'bueno, me voy a encerrar un mes, seis semanas, dos meses a dibujar, mientras pasa esto'… Pero la verdad es que no pude más de un día, y esa idea de me iba a encerrar a dibujar pues no me funcionó. Empecé a pensar: '¿qué tan necesario es el arte ahorita?' Más allá de que te entretenga, de que puedas ver cosas en línea, leer un libro increíble, oír música… '¿realmente es importante para mí ahorita salir con una obra de arte?' Pensé en ser más pragmático, hacer algo fuera del arte. Lo que sí sentí importante también es que a pesar de que estemos encerrados, no todo es la computadora sino que hay formas de seguirse implicando con el mundo exterior, articularse, no sólo seguir en ese mundo confinado del arte o ese mundo confinado de Internet”.
fjb