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ssierra@eluniversal.com.mx
Coello cuenta que, de entrada, buscó que los ancianos estuvieran de acuerdo con hacer la película.
“Una de las dificultades es que, a diferencia de muchos otros pueblos indígenas, los seris no son como una comunidad que haga asambleas; más bien son sobrevivientes de varios clanes, algunos pescadores, otros cazadores; eran nómadas estacionales que vivían en diferentes territorios y el exterminio los juntó. En su vida cotidiana, ellos siguen siendo más clanes que comunidad; entonces los núcleos familiares siguen siendo los más importantes, los que toman decisiones. La única vez que se reunen todos es para elegir gobernador tradicional y eso es cada cuatro años. Es un poco más anárquico, en términos de organización social.
¿Qué te lleva a los seris?
De niño tuve la fortuna de vivir con mi madre en el noroeste, con los mayo, y me enriqueció mucho esa experiencia, jugaba con los niños de ahí, íbamos a cazar. Los atardeceres los recuerdo como los más lindos que he visto en mi vida. Tenía ganas de devolverle a esa región algo de lo que en mi infancia me dio. Con los mayo estaba muy difícil trabajar por la situación de violencia, narcotráfico e inseguridad. Con los seris no es que estuviera muy apacible, pero vi que tenían una relativa calma que sí me permitía trabajar.
¿Qué fue primero, la animación o la historia de ficción?
Yo concebí el proyecto original como un largometraje que tuviera, a manera de prólogo visual, una animación del mito de origen de la creación del mundo. Lo primero que hicimos fue el laboratorio de animación con niños, en 2015; después, el rodaje de la película. Estamos un poco varados porque no he logrado conseguir fondos para la postproducción. Estoy a la espera de la respuesta de una Fundación de Estados Unidos, y también de la Secretaría de Cultura; es complejo en un año electoral porque muchas instituciones se paralizan.
¿Cuál era tu intención al llegar y cómo fue cambiando esto con la realidad que encontraste?
Yo tenía claro que se trataba de hacer una película donde el verdadero protagonista fuera el patrimonio inmaterial de los seris. Mi sorpresa fue encontrarme con una cultura tan vasta: en canciones nada más tienen un acervo impresionante. Si pensamos que en los años 30 los seris fueron sólo 160 —y ahora mil 200— quiere decir que esos 160 guardaron sus cantos. Hay quienes han documentado más de 800 cantos del poder que se obtienen en ayunos, en cuevas. Los cantos son el principal vehículo mediante el cual transmiten su cultura.
¿Cómo se está preservando todo ese patrimonio?
Ese es el problema. No hay ningún esfuerzo. El Estado mexicano no hace nada más allá de pequeñas obras de asistencia, por ejemplo la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas puso una planta desalinadora —sufren de gran escasez de agua y en verano las temperaturas pueden estar sobre los 43°, frente al mar—. La planta funcionó unos cuantos días y ya. Pero son un pueblo que ha estado muy marginado, estigmatizado por la sociedad criolla sonorense. Junto con los apaches, durante el siglo XIX había una ley en Sonora que permitía a cualquier ciudadano, así fuera extranjero, matar seris y apaches, y cobrar recompensas que pagaba Sonora. Fueron víctimas de una política de exterminio y genocidio. Esto desarrolló en los seris un encono y odio, que está ahí. Se sienten un país distinto. Son una nación distinta.
Siete Filos se realizó en los dos pueblos seris: en Desemboque crearon la animación, y en Punta Chueca filmaron la película de ficción.
¿Cuál es la realidad con las drogas que encontraste?
En los dos pueblos hay un problema gravísimo de drogadicción. Los seris están muy cerca de la frontera con Estados Unidos y frente al mar, que es el paso, yo me imagino, de miles de toneladas al año. El problema es el cristal; está haciendo estragos en personas de todas las edades. No sólo son jóvenes, hay de casi todas las edades, desde niños que empiezan muy chiquitos, 13, 14 años, hasta adultos de 60. Todo el tejido social se va degradando. Está mas generalizado el consumo de drogas entre los seris, que entre los no seris. Es un problema de salud pública gravísimo.
¿Y qué pasa? Que estas nuevas generaciones que se están drogando ya no van a ser capaces de asimilar el conocimiento que por relevo generacional les correspondería asimilar, y el patrimonio cultural está en peligro. En la película, el vocalista de Hamac Caziim, dice: “En el pasado nos intentaron matar con armas de fuego y no pudieron, y ahora nos están matando con drogas, y sí están pudiendo”.
¿El tema de las drogas cambia lo que ibas a contar en tu película?
Yo hice un viaje exploratorio para una fiesta del Año Nuevo seri. Ahí me empecé a dar cuenta del problema tan grave. El problema es que, si el que vende drogas es primo de no sé quién y todos, a fin de cuentas, son parientes, nunca le van a decir nada, protegen la parentela.
A muchos no les gustó que hablaras de este tema...
Me reclamaron mucho que tratara el tema de las drogas. Querían que se viera todo muy bonito, que todo es alegría y paz… Sufrí amenazas de muerte, de gente quizás vinculada a la venta de drogas. Otros me reclamaban que iba a difamar a la cultura seri, que los iba a mostrar al mundo como drogadictos. Por supuesto que no es la intención, todo lo contrario, es que vean el problema tan grande en que está su cultura y que la verdadera tragedia es que se perdiera eso.
Retos en el camino.
Realizar Siete Filos ha implicado para Coello enfrentar muchas batallas y contratiempos: “Fue toda una batalla: los gringos muy celosos, posesivos, muy paternalistas, sintiéndose dueños de la cultura seri; una batalla contra los que tenían que ver con drogas que amenazaban, ostigaban; contra los recursos económicos que no teníamos; contra el calor del verano; contra los chismes, pues algunos dijeron en la comunidad que sería una película pornográfica”.
Toda una empresa implicó recuperar los cantos seris que guardaba el Archivo Estatal de Arizona, grabaciones hechas por estadounidenses hace medio siglo, que Coello consiguió obtener para los seris: “Es el derecho de ellos, es el patrimonio inmaterial, no es propiedad intelectual de quien los grabó. La grabación física sí, pero del contenido no podían reclamar la propiedad intelectual, porque lo que estaba grabado era conocimiento ancestral seri”.
Ese material fue clave para la animación: “Había muchos episodios de esa versión grabada a principios los años 60, que ya no conocían los narradores actuales, que no cantaban ya, y fue muy importante contar con eso, dejarles copia a ellos.
¿Cómo consigues que los indígenas hablen del problema de las drogas?
Todos los habitantes de ese lugar conviven con drogadictos, cada familia tiene a alguien, al menos un miembro, que está metido en drogas. No hay quien no haya visto el daño. En el caso de las familias con quienes trabajé, sí tenían claro que eso estaba causando un daño en la comunidad, no lo veían como tabú, algo de lo que hay que fingir demencia, hacer como que no está ahí, no hablar de eso.
El tema de las drogas ¿qué cosas pone en riesgo?
Todo, todo. La continuidad de una cultura milenaria, la continuidad de todos esos cantos, relatos, tradiciones. Si esos jóvenes no tienen la capacidad física y mental de aprender y poder, en el futuro, transmitir las cosas, hay un eslabón que se corroe. Y a futuro el riesgo es que mucho conocimiento sobre plantas, animales, cantos, relatos, se pierda porque los mayores no fueron escuchados porque los jóvenes estaban en otro cuento. Ese es el gran riesgo, la continuidad de la cultura que es su única forma de garantizar su supervivencia futuro.
Lo paradójico es que es una cultura que adquirió saberes en gran medida de las plantas, todas estas culturas tenían este consumo como una forma de conocimiento.
Sí, es que toda la alimentación cambió. La Coca-Cola está haciendo un daño a todos, tienen hipertensión, diabetes, a mucha gente le han tenido que amputar miembros. Les cayó la modernidad de golpe; pescaban, cazaban, tenían otra forma de vida. Y la modernidad llegó y no necesariamente trajo beneficios, la comida chatarra se asimiló, las drogas, los motores fuera de borda contaminan, hay un problema de basuras, el municipio de Hermosillo saca sus basuras. La sedentarización, la drogadicción y la basura afectan el equilibrio de la naturaleza y la cultura.