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El artista y disidente chino Ai Weiwei criticó la situación de los refugiados en todo el mundo y reivindicó la vinculación del arte y la política desde la Semana Internacional de Cine de Valladolid, donde presentó a concurso su documental sobre refugiados Human Flow.
“No es un documental de cara a los refugiados, sino a todos los responsables” de solucionar la situación, advirtió. “En este momento (...) los intereses económicos están por encima de todo. Los refugiados son una comunidad que merece atención y si no la tienen significa que el mundo está cayendo, el mundo será cada vez más corrupto”.
“El silencio de los 65 millones de refugiados es una humillación para las personas que tenemos voz, no hemos pegado el grito que debemos ante todos los órganos internacionales. Me gustaría alzar la voz ante todos los países y poderes que tienen responsabilidad de solucionar el tema”, añadió.
Human Flow (Marea humana), estrenada en el pasado Festival de Venecia, muestra la situación de los refugiados sirios en Grecia, Turquía, Jordania o Alemania. También se fija en los campamentos de Etiopía, en la Franja de Gaza, Pakistán y Afganistán o en la situación de la minoría musulmana rohingya.
Más de medio millón de royihgya ha cruzado en los últimos meses hacia Bangladesh huyendo de la represión en Myanmar. “Sabemos que los campamentos de refugiados tienen una capacidad de más de 900 mil personas, pero sólo han permitido a unas 500 mil estar allí. Es como si fuera un genocidio”, denunció.
Potencias importantes como Estados Unidos y China “no están desempeñando su papel, se tienen que sentir muy avergonzados con los problemas que están ocurriendo en el mundo, en Birmania (Myanmar)”.
Respecto a la crisis de refugiados en Europa dijo que el gobierno griego tiene que ser un ejemplo a seguir, esto sobre la atención que ha dado el país mediterráneo a los cientos de miles de personas que llegaron allí en los últimos años huyendo de los conflictos en Siria, Irak o Afganistán.
“Yo siempre me he sentido parte de los refugiados. Me veo en ellos, sobre todo en los niños refugiados”, explicó el artista, que hace años estuvo detenido varios meses en China y ahora vive en Alemania.
Ai Weiwei (Pekín, 1957) relató cómo cuando él era niño su padre fue enviado a trabajar limpiando baños en la China rural. “En esa época vivimos como en una gruta, escavamos un hueco en la tierra, nos tapamos con hierbas y fuimos ignorados porque teníamos distintas opiniones”.
A los refugiados “les une el deseo de vivir, la esperanza de encontrar un trabajo, de dar una buena educación a sus hijos, la valentía que soportan en el día a día”, subrayó.
Weiwei también defendió la vinculación entre el arte y la política: “Sin ese vínculo el arte sería muy superficial (...), el arte que muestra el derecho humano es muy importante para un país democrático”.
Durante los 140 minutos de documental, el artista y disidente chino aparece en numerosas ocasiones ante la cámara, hablando o consolando a los refugiados o rodando con su smartphone, algo que puede sorprender al espectador.
“Mi presencia es para dar un toque más realista, para diferenciarme de la prensa de Estados Unidos, que cuando habla del problema de los refugiados siempre lo hace como si fueran los dueños de este mundo”, aclaró. “A través de esta película me gustaría decir que nosotros, el ser humano (...), tenemos que participar en el destino del mundo que compartimos”.