Javier Camarena

prometió una velada de mucha pasión, cariño y un espectáculo digno de la clausura del Festival Internacional Cervantino 2019 . Después de dos horas y media de concierto, las sonrisas, la euforia y los inagotables aplausos de los espectadores confirmaron este augurio.

Anoche, el tenor mexicano, acompañado de la Orquesta Filarmónica de Acapulco, consintió el oído del público que acudió a la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato. Una ciudad que él conoce muy bien, donde estudió música, conoció a su esposa y germinó su éxito que lo ha llevado a recorrer el mundo.

“Siempre soñé con estar aquí”, confesó Camarena a los más de 8 mil asistentes. Comenzó con “Carmen” de Georges Bizet , una pequeña muestra del vigor de su voz. Pero mientras avanzaba el concierto su canto edificó una especie de puente que trasladó al espectador de la solemnidad de la ópera, al humor, la bohemia y hasta al mariachi.

La primera parte de su repertorio fue de ópera en francés con “La fille du régiment” y “Je veux vivre de Romeo et Juliette” dedicada a Canadá, al ser éste uno de sus idiomas oficiales del país invitado. El escenario también cobijó a otros invitados como la soprano mexicana Karen Gardeazabal , “una joven talentosísima que está haciendo un papel extraordinario representando a México”, la presentó Camarena, que interpretó “Tonami a dir che m´ami”.

“El próximo 21 de noviembre cumplo 15 años de carrera, así que los festejo con ustedes, guanajuatenses”, dijo Camarena. Además de la calidad artística del tenor, el público quedó fascinado ante su carisma y humor. “Voy a necesitar coro para la siguiente canción”, les dijo.

Javier les enseñó el coro de “Funiculi Funiculá”. Les pidió que se aprendieran: “Jamme, jamme 'ncoppa, jamme jà”, el público lo repitió dos veces y fue suficiente para que al unísono acompañaran al tenor. Cada vez que llegaban al coro, la gente lo cantaba con mayor fuerza como si fuese la consigna de una batalla triunfal. “Qué bonito cantan”, remató el comandante del espectáculo.

Quedó atrás la ópera, Camarena abrazó los boleros. La noche se volvió más nostálgica, en especial cuando estos versos de Rafael Hernández hicieron eco: “Tu cuerpo es una copia; de venus de cibeles; que envidian las mujeres”. Antes de entonar “Perfume de gardenias”, Javier invitó al público: “Y para que agarren a su gorda y bailen”.

En medio de la pieza, se escucharon unos aplausos pero esta vez, y sólo en esa ocasión, no se debieron a la interpretación del tenor sino porque a la mitad de la explanada de la Alhóndiga, una pareja de mayor edad se levantó a bailar, se abrazaron, se dieron un beso y después lloraron, mientras al fondo Javier los perfumaba con el aroma de las gardenias.

La velada se convirtió en una fiesta cuando Camarena reingreso al escenario con un icónico saco blanco y un moño, que de inmediato evocó al Príncipe de la Canción . “Tenía que estar ad hoc para lo que sigue. Hace más de dos años quería cantar de José José”, dijo. Reconoció que lo que el imaginaba como un tributo se convirtió en un homenaje póstumo: “Vayan todas estas notas deseando su descanso (del Príncipe”)”, susurró.

El tenor interpretó “Volcán” “Gavilán o paloma”, “Lo que no fue, no será” “Lo pasado, pasado” y “El triste”.

“Qué triste luce todo sin ti, los mares de las playas se van, se tiñen los colores de gris, hoy todo es soledad...”, retumbó en el escenario.

Javier Camarena tenía guardada una última sorpresa, el Mariachi Nuevo Tecalitán. Con “A la luz de los cucuyos” de José Alfredo Jiménez , el tenor embriagó las calles con esas rimas dedicadas al “amor que duele”, y qué el público se las sabía muy bien como “Tristes recuerdos” o “Cucurrucucú paloma”.

El tenor se despidió con “México lindo y querido”, a lo que él llamó con cariño “el segundo o tercer himno del país”. Pero el público no se lo permitió, le gritaban “No nos abandones”, "Vuelve a tu ciudad”.

Quizá, para recordar y honrar a esta ciudad que lo formó y lo llevó a los brazos de quien es hoy su esposa, entonó unos versos que están tatuados en cada callejón de esta ciudad, “Caminos de Guanajuato”, porque en esta tierra está claro que no vale nada la vida y menos sin la voz de Javier.

nrv

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