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" Voy a ser un gran bailarín ". Es la promesa que se ha hecho Jonathan , un brasileño de 10 años que en pocos días dejará su humilde barrio , en la periferia de Salvador (Bahía), para ingresar en la célebre escuela de ballet del Teatro Bolshói en Brasil , la única filial fuera de Rusia .
Nunca tomó ni una clase de danza y, aunque Jonathan jugaba en casa a ponerse en puntas, ni él ni su familia pensaron hasta hace cinco meses que el pequeño lo haría algún día en la cantera de uno de los mayores palcos de danza clásica del mundo.
Hoy puede hacerlo gracias a una campaña de "crowdfunding" que ha recaudado casi el cuádruple de lo estimado y al esfuerzo titánico de su familia, que convirtió en suyo el sueño del pequeño, sobrepasó sus dificultades económicas y se separará en los próximos días con el anhelo de ver a Jonathan entre bambalinas.
La madre del pequeño, Denize de Araújo , narra a Efe que todo comenzó el pasado agosto, de manera fortuita. "Fue el destino o Dios", comenta entre risas.
Un proyecto para la caza de jóvenes talentos llegó a Salvador, la capital del estado de Bahía, en el noreste del país, de donde es originario Jonathan, sus padres y sus dos hermanas, Samanta, de 14 años, y Beatriz, de 18.
La hija mediana del matrimonio se inscribió en una prueba de canto en una feria de jóvenes talentos , pero la familia llegó tarde a la segunda prueba por un retraso del autobús en el que viajaban y la pequeña perdió su oportunidad.
Una vez allí, la madre de los niños vio que la escuela del Bolshói estaba realizando las pruebas y preguntó si su pequeño podría participar: " Cuando acabó, nos dijeron que tenía un 95 % de posibilidades de entrar ", relata Denize.
La siguiente fase se desarrollaría en la propia escuela, que está en Joinville, una cuidad del estado de Santa Catarina mil 840 kilómetros al sur de casa, por lo que las primeras dificultades acecharon a esta familia carente de recursos, que esta vez estaba dispuesta a llegar a tiempo.
"Pedí un préstamo al banco porque no teníamos recursos para poder ir a Joinville", explica a Efe el padre del pequeño, Josué dos Santos, que es policía en Salvador y el único empleado en la familia.
Después de dos días de examen para el pequeño y de rezos para su familia, Jonathan superó con éxito las pruebas y ganó su ingreso en la escuela , donde se formará los próximos ocho años.
El costo de las clases corre a cuenta de la institución rusa como parte de su compromiso social pero, para consumar el sueño de Jonathan, este debe abandonar Sao Gonçalo do Retiro, un modesto barrio de la periferia de Salvador, y mudarse a Joinville, una ciudad con un nivel adquisitivo más alto.
Ante el desafío, la familia no dudó en pedir ayuda y darse a conocer en los medios de comunicación locales, de forma que la "Associação Classista de Educação e Esporte da Bahia" (ACEB), que se dedica a promover las artes y el deporte a través de políticas sociales en la región, supo del caso del joven por televisión.
La organización contactó con la familia y el pasado 7 de enero creó una campaña de financiación colectiva para tratar de reunir, al menos, el dinero necesario para los pasajes de avión.
La iniciativa nació con una meta de unos 2 mil 676 dólares a recaudar en unos 15 días, pero el objetivo fue sobrepasado en 72 horas y ahora, a unos días de la fecha límite, la recaudación sobrepasa los 10 mil dólares , cerca del cuádruple.
"La gente de Bahía es fantástica", expresa la presidenta de la ACEB, Marinalva Nunes , que asegura que las casi 600 donaciones ya cubren la manutención de la familia durante el primer año, pero que su asociación seguirá velando por la viabilidad de la carrera del pequeño durante los siete años siguientes.
El 21 de enero, Denize, Samanta y Jonathan se embarcarán juntos rumbo a Joinville, dejando más de mil 800 kilómetros atrás a Josué y Beatriz, la mayor de los tres hermanos, ya que el padre no puede trasladarse a causa del trabajo: "Tenemos el corazón partido, pero sabemos que es por una buena causa", expresa el progenitor.
Denize explica que los niños ya están matriculados en una escuela en la nueva ciudad y que el primer paso será buscar una casa y un trabajo: "Yo ya trabajé de cuidadora de ancianos, pero ahora puedo trabajar de lo que sea", manifiesta la madre de Jonathan, que agradece "de corazón" el apoyo que su pequeño ha recibido.
El pequeño Jonathan, por su parte, expresó a Efe que, aunque echará de menos a sus amigos, está "muy feliz" ante el nuevo rumbo que tomará su vida en unos días porque le encanta bailar, a pesar de su timidez. "Me da vergüenza cuando todos me miran", confiesa la joven promesa.
nrv