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ana.pinon@eluniversal.com.mx
El coreógrafo y bailarín José Rivera Moya bailó por primera vez en los reclusorios de la Ciudad de México cuando Raúl Flores Canelo dirigía el Ballet Independiente. Eran los años 80 y aquella experiencia quedó tatuada en los creadores.
Años después, en 2012, cuando Rivera Moya asumió por segunda ocasión la titularidad del Ballet, regresó a bailar para los internos de los reclusorios.
Ahora, con su propia compañía La Cebra Danza Gay, que cuenta con más de 22 años de trayectoria, retoma ese proyecto de Flores Canelo y visitó distintos reclusorios con obras de su repertorio que abordan la diversidad sexual.
“En 2014, como director del Ballet Independiente, propuse volver a hacer funciones y lo aceptaron. Bailamos en tres ocasiones y en la Penitenciaría presenté Cartas de amor, una obra con testimonios de gente que vive con VIH. Al final, algunos se acercaron a mí para compartir sus historias, yo no me sentía preparado para eso, yo sólo iba a bailar, así que fue muy impactante para mí. Hubo gente que me contó que vivía con VIH, otros me hablaron de su presuntas inocencias. Esta experiencia me hizo darme cuenta de que si bien en la ciudad hemos avanzado, hay ciertos rincones olvidados que debemos explorar y atender”, cuenta Rivera en entrevista.
El proyecto de atención en reclusorios, dice el coreógrafo, irá de la mano con las temporadas de La Cebra. La más reciente se llevó a cabo en junio pasado en el Teatro de la Danza Guillermina Bravo, en donde presentó dos estrenos: La tarde del vienes y Equinos en busca de sangre. En julio acudió la compañía a cuatro instituciones penitenciarias, el Centro Varonil de Rehabilitación Psicosocial (Cevarepsi), el Centro Femenil de Readaptación Social “Tepepan”, la Penitenciaría de Santa Martha y el Reclusorio Preventivo Varonil Sur.
“En el Cevarepsi nos hicimos muchas preguntas, me provocó una gran reflexión sobre la existencia de un sector olvidado por todos. Con las chavas fue otro la energía, gritaban durante la obra El colegio militar, cuando les expliqué que nuestra compañía abordaba temas y problemáticas de la comunidad lésbico y gay se emocionaron, nos felicitaron y nos abrazaron”, dice.
Y agrega: “En la Penitenciaria las cosas son distintas porque ahí ha trabajado mucho el Foro Shakespeare, tienen una compañía de teatro. Finalmente en el Reclusorio Sur conocimos a la comunidad gay y convivimos con ellos. Esta experiencia ha sido muy interesante, realmente estimulante para mí y para mi compañía. En otras épocas no habríamos podido hacer esta gira. Elegimos un repertorio que invitara a la reflexión, pero también obras festivas. Bailamos un fragmento Yo no soy Pancho Villa, ni me gusta el futbol, Equinos en busca de sangre, entre otras”.