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ssierra@eluniversal.com.mx
Alicia Alonso
creó una metodología de ballet clásico pensada para los cuerpos latinoamericanos. Bailarina y coreógrafa, fue la primera figura latinoamericana que destacó en el American Ballet Theater , también la primera en presentarse en los ballets rusos Kirov y Bolshoi ; además fue invitada a la Ópera de París , entre otras grandes compañías.
Defensora y fiel a la Revolución Cubana, fue maestra de generaciones de bailarines de la isla y de Latinoamérica. Una leyenda de la danza que tuvo gran influencia en varios países, entre éstos México --en particular en los años 70 y 80-. Así describe su legado el crítico de danza y periodista, Juan Hernández .
"Es una pérdida enorme para la danza latinoamericana y mundial porque Alicia Alonso es una de las primeras figuras, una leyenda de la danza clásica de todo el mundo. Con su muerte se convertirá en un mito de la cultura universal", dice Hernández, colaborador de "Confabulario", suplemento cultural de EL UNIVERSAL .
Alicia Alonso falleció este jueves a los 98 años. La bailarina se formó en la Escuela del American Ballet Theater, en Nueva York, y fue de las fundadoras de esa compañía. Hernández detalla que estrenó " Giselle ", su obra cumbre, justo con el American Ballet Theater, y que fue la primera figura latinoamericana que destacó en un escenario de esta magnitud en Nueva York. "Ahí es donde consigue llegar al virtuosismo técnico que le permite interpretar los ballets clásicos y románticos más importantes del repertorio del ballet mundial".
Alonso regresó a su país y creó la compañía que llevaba su nombre, en 1948, y después, en 1950, tomó el nombre de Ballet Nacional de Cuba, que dirigió hasta su muerte. "Se opuso a la dictadura de Fulgencio Batista y dejó de presentarse en Cuba, se llevó sus bailarines a Estados Unidos. Su figura siguió creciendo, no sólo en Estados Unidos, ella fue la primera que bailó en los ballets Kirov y el Bolshoi, y se puso al tú por tú con las máximas figuras del ballet que estaban en Rusia", explica Hernández.
El crítico resalta, en particular, la creación por parte de Alonso de un método de bailar ballet clásico que tomó en cuenta las características del cuerpo de los cubanos y, en general, de los latinoamericanos, muy distintas físicamente, pero también muy distintas en la capacidad de expresar sus emociones, a las de otros bailarines.
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"Lo que ella busca es que el cuerpo latinoamericano alcance el virtuosismo desde su propia condición y naturaleza, y creo que eso es lo que le da al mundo un tipo de bailarín latinoamericano que no existía antes. Tenemos el tipo de bailarín ruso, italiano, francés, anglosajón, que tienen características muy específicas; es hasta la escuela cubana de ballet que podemos hablar de una manera de bailar ballet latinoamericana. El cuerpo de Latinoamérica lo eleva al virtuosismo que la danza clásica exige, y con sus características lo pone en el mismo nivel de las grandes escuelas del mundo".
Hernández recuerda que fue una gran bailarina magistral a pesar de que tenía un problema de visión, y que se ganó siempre el cariño del público. "Tenía un manejo de la técnica muy virtuoso, pero también tenía un carácter que le permitía construir personajes y expresar sentimientos a través de ellos. Era muy contrastante; fuera del escenario era un tanto fría, pero en el escenario se transformaba. Ese era el espacio donde se sentía más a gusto".
Alonso también fue una gran maestra de generaciones de bailarines en América Latina. "Ofreció a Latinoamérica una técnica que permitiera formar sus cuerpos; en México, en los años 70 y 80 tuvo una influencia enorme en la formación de bailarines clásicos. Su metodología le dio un impulso enorme a la formación de bailarines; el rigor, la disciplina, la manera de construir y personajes", destaca Juan Hernández.
nrv