"Hay un instrumento para cada niño", dice Moisés Medina, violinista y director de Armonía Social, proyecto surgido el año pasado como una de las venas del Festival PAAX GNP y cuyo modelo es el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
Una de las particularidades del impacto de El Sistema es que en Venezuela, país del que Medina es originario, hay alrededor de 20 millones de habitantes, de los cuales un millón estudia música a través de dicho programa. Recordar que figuras de talla internacional como Gustavo Dudamel y Edicson Ruiz se formaron allí, no está de más.
El origen concreto fueron —cuenta Medina— las varias visitas que la directora de orquesta, Alondra de la Parra, ha hecho a Venezuela: "Ella tomó la iniciativa de hacer en México un programa inspirado en El Sistema. En México tiene un gran potencial, tanto a nivel cultural como en el número de habitantes; la pregunta que se hizo fue: ¿por qué no adaptamos e implementamos el proyecto aquí?", detalla el director.
El objetivo común de ambos programas es que la educación musical tenga el mismo impacto que el estudio, por ejemplo, de las matemáticas y el castellano. "Que de la misma manera se tenga acceso al estudio de la música y la práctica orquestal".
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Es común ver que un padre, continúa Medina, inscribe a sus hijos a clases de piano o violín, lo cual es positivo, pero hay algo más integral y profundo, en el sentido formativo, que abarca un programa que le permite a los niños pertenecer a una orquesta o abrirse a un abanico de clases. Sin ningún costo, los niños y jóvenes —el margen de edad va de los 6 a los 19 o 20 años— pueden tomar clases particulares del instrumento que más les interese o clases de cuarteto, música de cámara, solfeo y todo lo que abarca el aprendizaje musical: "Eso es Armonía Social".En esta primera etapa, hay dos núcleos en los que se pueden tomar las clases: el de Mérida (Campeche y Ciudad del Carmen) y el de Playa del Carmen.
Pero Medina no descarta que, en el futuro, el proyecto llegue a todo el país. Una ambición no tan descabellada si se considera que en 2022, su primera generación tuvo a 18 niños, mientras que en el presente hay 77.
"Es un incremento del 300 % en sólo un año, que se logró con la gente que le fue contando a otras personas sobre la existencia de Armonía Social. No es necesario hacer mucha publicidad o propaganda, basta con que la gente vea que las cosas se pueden lograr. Para 2024 esperamos, al menos, alcanzar los 150 estudiantes inscritos". También vale la pena mencionar que, en su programa académico, hay muchas alternativas para los niños: quienes no fluyan al tocar un instrumento, pueden cantar, solfear, escribir música o fabricar un instrumento.
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"Todos los niños pueden pertenecer, sólo deben tener las ganas de aprender, la paciencia para encontrar ese instrumento o talento que se les adecúe y la disponibilidad para dedicarle a Armonía Social algunas horas los sábados".
Más allá de la iniciación musical hay una búsqueda formativa en la que la camaradería es fundamental. "El niño o el joven que no tiene tanto nivel, aprende de su compañero. No es una competencia, es una simbiosis. A veces, alguien joven crece más rápido cuando es guiado también por sus compañeros".
Los maestros encargados de su formación provienen de orquestas sinfónicas como la de Yucatán o Cancún, y han trabajado antes con niños en programas de educación musical.
Los inmuebles donde se ensaya y se imparten las clases los han cedido, por ejemplo, la Universidad de las Artes de Yucatán o la Orquesta Infantil de Playa del Carmen. La filantropía, los donativos, el patrocinio de GNP y la colaboración con ciertas dependencias han hecho posible la red que sostiene Armonía Social. Por último Medina puntualiza: "Sólo existen dos tipos de música: la que está bien hecha y la que está mal hecha. A los niños no los podemos educar en una sola línea, ellos buscarán con qué va su propia voz".
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