El consumo de agua en el mundo se duplica cada 20 años. Los recursos hídricos están en situación de estrés por varios factores. Uno muy importante es la agricultura, que representa 70% del total de las extracciones de agua dulce en el mundo. Por otra parte, el cambio climático determina transformaciones del ciclo hidrológico que ocasionan que la competencia por el agua entre los diferentes sectores se haga más compleja. Según cifras de Naciones Unidas, 2 mil millones de personas carecen de agua potable segura y su demanda aumentará 60% para 2050.

Lee también: 

Una gran preocupación de los especialistas es la velocidad a la que se han poblado las grandes urbes. Las llamadas mega ciudades —aquellas que tienen más de 10 millones de habitantes—, concentran una enorme cantidad de personas en un área relativamente pequeña que continúa expandiéndose y que pesa mucho sobre los recursos naturales. En 2018 ya existían 33 urbes de este tipo y en 2030 se sumarán 10 más.

En el, el llamado de la ONU es acelerar el cambio bajo el lema “Acelerando el cambio”. La consigna está guiada por la importancia de los esfuerzos individuales para lograr el abastecimiento de agua potable y saneamiento para todos en 2030, lo que requeriría incrementar por cuatro el ritmo del progreso.

En el informe se analizan proyectos en varias partes del mundo que han redundado en beneficios para la gente, el medioambiente y las economías, a corto y a largo plazo. En el caso de México, un ejemplo es la utilización de aguas residuales tratadas en la central eléctrica de San Luis Potosí. El informe señala que se redujo el costo de agua en 33%, lo que implicó para la empresa proveedora del servicio de electricidad un ahorro de 18 mdd en seis años. En el caso de la empresa proveedora del servicio de agua, los ingresos adicionales por la venta de aguas residuales tratadas ayudaron a cubrir los costos operativos y de mantenimiento.

México y el uso inteligente del agua

En la CDMX la sobreexplotación de las aguas subterráneas, la falta de plantas de tratamiento, así como las fugas por la falta de un proyecto continuo de mantenimiento a las redes de distribución han ocasionado una crisis difícil de subsanar, pero algunos especialistas aún confían en estrategias integrales que podrían ayudar en la batalla contra la falta del vital líquido, como el diseño de espacios públicos donde el agua no sólo forme parte del paisaje, sino brinde redes de almacenamiento y distribución.

La arquitecta Loreta Castro-Reguera, cofundadora de Taller Capital y profesora en Estudio RX de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, señala que se suele utilizar el término ciudad inteligente para hablar de la tecnología y su uso en una urbe para la facilitación de diversos recursos, como el agua, pero su grupo ha retomado el término para referirse a un buen diseño urbano que considere lo que los habitantes de la ciudad quieren y necesitan más allá de las más sofisticadas herramientas tecnológicas. “Si una ciudad no está preparada para ese tipo de tecnología, no sirve de nada gastar en ello. Lo primordial es entender cuáles son las condiciones en las que habitamos y cómo nos podemos sensibilizar como seres humanos ante ellas para poder obtener una mejor versión de ese servicio”.

Afirma que una ciudad inteligente sería una ciudad capaz de entender el contexto en el que se desarrolló. “En el caso de la CDMX se forma en una cuenca cerrada con un suelo lacustre. Aunque el lago ya no exista esto no quiere decir que no se trate del suelo de un lago y esa condición tan específica hace que la ciudad sea tan proclive a las inundaciones”. Además, que se haya hecho una transformación drástica del paisaje original de la cuenca ha ocasionado también un impacto en el abastecimiento de los acuíferos, y por lo tanto, dice, estamos en una situación paradójica de exceso de agua pluvial y escasez de agua potable.

Castro-Reguera señala que en el esfuerzo por sumar esfuerzos individuales a las políticas públicas, debe haber una concientización más clara del uso y distribución del recurso. Comenta que en ocasiones hay temas vinculados que se tachan de malos, sin entender lo que significan, como el caso de la densificación, cuya idea sería el crecimiento vertical ordenado con la finalidad de concentrar a la población, brindando equipamiento y servicios urbanos que logren satisfacer las demandas de la mayor cantidad de habitantes y usuarios posibles en un mismo territorio.

La arquitecta explica que no se trata de crear cualquier edificio, como construcciones disruptivas de 25 o 40 pisos, pero sí edificios de cuatro niveles para una ciudad homogénea, donde la mayoría de las personas puedan convivir cerca de los servicios de transporte, agua y luz sin que se tengan que incrementar los gastos para llevar los recursos a desarrollos muy lejanos de las periferias que finalmente están deshabitados porque no pueden proveer los servicios básicos.

Lee también: 

Espacios públicos en torno al agua

Por otra parte, señala que la gente puede integrarse fácilmente a programas de participación urbana en torno al agua, sólo hay que diseñarlos. “Hace cuatro años hicimos un proyecto piloto para generar cultura sobre cómo funciona el ciclo del agua en la CDMX. Lo que hicimos fue diseñar un edificio en un pabellón portátil”. El pabellón, instalado en Polanco e Iztapalapa, captaba el agua de lluvia, la almacenaba y filtraba. La gente podía beber esa agua y se familiarizaba con un proyecto factible de utilización de un producto muy desperdiciado.

“Nuestro enfoque es transformar los espacios públicos en espacios no sólo de recreación y deporte, sino de cultura que también sirvan para la gestión descentralizada del agua. Estamos convencidos de que una ciudad como la nuestra, con 22 millones de personas, funciona porque tiene infraestructura de drenaje y distribución de agua potable, pero ese no es el camino a futuro; creemos que se debe hacer un sistema paralelo de gestión del agua”.

La apuesta es formar microsistemas descentralizados en los espacios públicos (jardines, parques) que sean lugares de almacenamiento de agua de lluvia y tratamiento de aguas residuales. Y que a través de esa doble función, se recupere espacio público no sólo como lugar de recreación, sino como lugar de gestión de recursos con la participación ciudadana.

Un ejemplo de este tipo de gestión está en Curitiba, Brasil. “Es una ciudad con todo un sistema de gestión de agua de lluvia y escurrimientos, que lleva el recurso a través de un circuito de parques que además hacen que este elemento se convierta en un símbolo de identidad de la ciudad”. Agrega que “es compatible con nosotros en varios sentidos, con una economía similar y recursos parecidos. En China también hay muchos ejemplos de este tipo, pero con diseños creados bajo otras premisas, ya que hay muchos recursos económicos de por medio. Su manera de construir es más tecnificada en contraposición a nuestra forma más creativa en la utilización de materiales.

En este sentido ciudades como Monterrey, Puebla, y Nogales tienen proyectos interesantes, diceCastro-Reguera, quien señala que la escasez de agua sucede en todo el mundo e incluso algunas de las ciudades más antiguas del mundo, como Londres y París, enmarcadas por el diseño de un río natural, están buscando una gestión más sostenible.

La cofundadora de Taller Capital afirma que las ciudades están volteando a otras partes del mundo y las urbes verdaderamente inteligentes son las que tienen conciencia de lo que se debe hacer según su historia, posibilidades y visión a futuro.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.