“En el desierto de recursos para la creación artística, el Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en las Artes (Efiartes) viene a ser el último oasis que queda. Es la única convocatoria de su tipo para que los artistas produzcan obra nueva en condiciones dignas”, afirma el director Samuel Sosa, presidente del Colegio de Productores de Teatro, organización que en enero ya había pedido que se aclarara por qué en los resultados del Efiartes 2021 sólo se distribuyeron 78.6 millones de pesos (mdp), destinados a 52 proyectos, cuando el tope es de 200 mdp.
La mayor falta del Efiartes, continúa Sosa, son los errores a la hora de evaluar los proyectos artísticos. Errores que son resultado de la estructura administrativa del estímulo fiscal, una convocatoria cuyo recurso no proviene del Estado, sino de una especie de “renuncia” en la recaudación de impuestos que hace la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; deriva del Artículo 190 de la Ley del Impuesto sobre la Renta (ISR) e instruye a Hacienda a generar el mecanismo en el que una empresa (figura conocida como “contribuyente aportante”) destina el pago del ISR a un proyecto cultural, en lugar de pagárselo a Hacienda. Al no tener Hacienda la capacidad para hacer una evaluación artística, se creó un comité conformado por representantes del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), la Secretaría de Cultura, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) y Hacienda. El comité se encarga, por una parte, de evaluar la calidad de los proyectos y, por otra, de que cumplan con los requisitos administrativos.
El problema, señala Dobrina Cristeva, actriz y fundadora del colectivo de trabajadores del arte y la cultura, MOCCAM, es que en el comité interinstitucional, la Secretaría de Cultura delegó sus funciones al INBAL. “Y no dan el apoyo que se le debe a la comunidad, por lo que Hacienda y el SAT determinan la regulación a partir de lo administrativo, con una serie de requisitos que no son prácticos para el quehacer artístico. El espíritu que tenían tanto la ley del ISR, manifestada en dos párrafos, como su regulación, que abarca decenas de páginas, era fomentar al sector y no restringirlo, pero el SAT y Hacienda no lo permiten”, dice Cristeva, quien en 2010 diseñó, junto a otros protagonistas de la escena teatral mexicana, la primera regulación del Efiartes con el objetivo de crear un nicho para artistas independientes y reactivar la actividad económica.
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Pero esto se pierde cuando interviene la burocracia.
“Cada que se emite la convocatoria, el comité modifica las reglas a capricho del funcionario en turno. Algunas de estas reglas piden determinar conceptos de dirección o diseños de escenografía y vestuario, lo cual significa pagarle a alguien cuando aún no se sabe ni siquiera si el proyecto ganará”, dice la actriz.
Antes, además, se pedía que el artista contactara directamente a la empresa contribuyente. Sin embargo, si el proyecto era rechazado, el contribuyente quedaba con un mal sabor de boca y no quería volver a participar, puesto que había trabajado en vano. Después, la Secretaría de Cultura argumentó que los proyectos sólo debían ser aprobados por el comité y, a través de la plataforma del Efiartes, los contribuyentes elegirían uno para destinarle el recurso. El argumento, entonces, fue que sólo podrían llegar a la recta final “artistas fifís” que tuvieran contacto con grandes empresarios. Esto significa que los contribuyentes eligen por sí mismos un proyecto, lo cual tampoco funciona porque no acceden a la página del Efiartes o simplemente no quieren ser asociados con ciertos proyectos artísticos.
Para conseguir un contribuyente, los artistas contratan, a su vez, una figura llamada gestor, que es el enlace entre proyecto y empresarios, y que cobra, por ley, el 5 % del recurso que consigue. Cifra que sale del bolsillo de los artistas (entre armado de carpetas y pago al gestor gastan hasta 150 mil pesos sin la certeza de ser seleccionados).
“Hay una simulación de diálogo entre la gente de teatro y las autoridades. Se hacen juntas, reuniones, mesas, pero las minutas que se levantan no se llevan a cabo”, dice Cristeva.
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Pero lo que cuenta la actriz es sólo una parte del problema. El 14 de noviembre se publicaron los resultados oficiales del Efiartes. Teatro es la disciplina en la que históricamente se han recibido más carpetas (en 12 años, Efiartes ha beneficiado 574 proyectos; 435 son de teatro). Este año hubo 210 carpetas aspirantes en la disciplina y sólo 79 lograron una calificación preaprobatoria para conseguir un contribuyente. De las 79, 20 lo lograron. Sin embargo, tras los resultados de ese “periodo ordinario”, se abrió un plazo de ocho días para que más contribuyentes se registraran (periodo extraordinario). Los nuevos resultados (5 de diciembre) y significaron un total de 119 mdp para proyectos artísticos de todas las disciplinas (38 de teatro). Un incremento que Sosa celebró, pero que sigue significando que Hacienda, por su parte, recaudará 80 millones de pesos que, en un principio estaban destinados a proyectos artísticos (el tope de cada año es de 200 mdp; cifra que nunca se ha usado por completo en la historia del Efiartes).
Las cifras hablan por sí mismas: en 2018, Efiartes dispuso de 134.5 mdp y benefició a 82 proyectos; en 2019, 109.2 mdp y benefició a 73; en 2020, 82.9 mdp y 50; en 2021, 78.6 mdp y 52; en 2022, 119.5 mdp y 73 proyectos.
Sosa recalca que el problema detrás de la elección de pocos proyectos son los errores administrativos. “No es que haya cientos de artistas poco rigurosos en el armado de carpetas. Ellos tenían el derecho de ser evaluados por los jurados, cosa que no sucedió porque alguien ejerció un mal criterio, una evaluación laxa. Hay mucha frustración. Año con año son cada vez más los proyectos que aplican y menos los que alcanzan un contribuyente”. Lo cual no significa que no se haya premiado a grandes proyectos. Este año destacan obras beneficiadas como Noche de reyes, dirigida por Alonso Íñiguez, y Jauría, que produce el propio Sosa.
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Desde el Colegio de Productores Teatrales, Sosa ha compilado y evaluado el dictamen de, al menos, nueve proyectos rechazados por incumplir el proceso administrativo (documentos que se piden, por ejemplo, y no fueron adjuntados). Sin embargo, los proyectos analizados no incumplen los requisitos administrativos, señala Sosa. “Se trata de errores humanos para deliberar quién cumple los requisitos y quién no”.
Al respecto, el Colegio inició en mayo una denuncia dirigida al órgano interno del INBAL, que hasta ayer estaba “en seguimiento”.
El bajo número de premiados se emparenta con el de otras convocatorias, como el Programa de Apoyo a la Traducción (Protrad), declarado desierta este año.
Sosa argumenta que la caída del Efiartes en esta administración se debe a fallas administrativas inéditas, provocadas porque el SAT es quien valida la información y tiene mayor injerencia en la selección.
“También hubo un retraso de 37 días en la publicación de los resultados, cuando por ley esto no puede suceder. El INBAL dice que hizo su trabajo a tiempo, pero nadie se hace cargo”.
Sosa añade que al Colegio de Productores se le dijo de muy buena fuente que Anabel Caballero, encargada de Efiartes en la Coordinación Nacional de Teatro (CNT), no tiene personal suficiente en su oficina, por lo que no les es posible atender a detalle la revisión de los proyectos”.
Se le pidió una postura sobre estas fallas a la Secretaría de Hacienda y Crédito y Público y a la Coordinación Nacional de Teatro a través del enlace de Prensa del INBAL, pero al cierre de edición no hubo respuesta.
"Cada que emiten convocatoria, el comité modifica a su antojo las reglas a capricho del funcionario en turno”
-Dobrina Cristeva, Actriz y fundadora de MOCCAM
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