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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Álvaro Enrigue ha escrito una novela enorme, bárbara, salvaje, que ocurre en ese lugar mítico, Apachería, en ese territorio que México perdió cuando fue cedido por Antonio López de Santa Anna. Su más reciente historia, Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama), es una novela total y descomunal que ocurre en ese paisaje fronterizo entre México y Estados Unidos, y en él van apareciendo el pasado y el presente.
“México y Estados Unidos son dos países que se han definido por oposición, los mexicanos nos definimos sobre todo como no gringos, y los gringos aunque jamás lo reconozcan también se definen como no mexicanos, fundamentalmente; pero no es cierto, los zopilotes cruzan la frontera, los coyotes cruzan la frontera, los pápagos viven de los dos lados de la frontera. Los apaches chiricahua se extinguieron después de esa guerra kamikaze prodigiosa y deprimente, y maravillosa y heróica y violenta y brutal que vivieron”, señala el narrador.
El autor de La muerte de un instalador afirma: “No quiero que esta novela sea un elogio de la violencia porque los apaches tampoco eran santos, la novela quería ser equilibrada. Se infringió violencia sobre los apaches pero qué violencia infringieron ellos sobre los criollos; es un territorio que chorrea sangre y sigue chorreando sangre ahora con las guerras del narco”.
Enrigue (1965) señala: “Creo que los mexicanos somos tan culpables del exterminio de las naciones americanas como los gringos; estamos tan obstinados en ser una cultura monolítica con una sola lengua y una sola religión como los gringos, incluso más, y no nos vemos hacia adentro”.
Afirma que como los gringos siempre van a ser más ricos y más potentes militarmente que los mexicanos, no nos sentimos en la obligación de hacer un análisis de conciencia que sí tenemos que hacer como nación. “Al final, sí murieron en un campo de concentración gringo los chiricahua, pero los que se los cargaron fuimos nosotros, los mexicanos, en nombre de una entelequia. Que alguien me diga dónde empieza México y dónde termina. Por favor”.
Álvaro Enrigue logró con Ahora me rindo y eso es todo una novela enorme, total, que refrendó su proceso creativo. Él trabaja produciendo siempre varias líneas narrativas separadas y después poniéndolas juntas. Por eso, dice, “nunca sé que voy a acabar una novela porque la novela no se acaba hasta que hago el mix final, que creo que es lo que hace que mis novelas funcionen”.
“Lo que leíste sería un western, un libro que conversa con la Historia universal de la infamia de Borges, el diario de una familia que va a la Apachería, y una historia más o menos rulfiana de un cowboy que está enterrando a un colega. Y es cuando junto los elementos que los significados grandes de la novela vienen y se convierte en un sólo libro y es hasta entonces que sé de qué se trata el libro que he estado escribiendo y entonces ya lo reescribo. Una vez que está eso, vuelvo a escribir encima, quito muchas páginas, limo muchas cosas, hago que los engranes amarren y ahí es, si hubiera literatura en lo que escribo, donde estaría, en ese ejercicio por hacer que las historias al acomodarse signifiquen cosas distintas de las que significaban ellas solitas”, explica el narrador.
Luego de esta enorme entrega que se sustenta en una profunda investigación, Enrigue es enfático al señalar que ni México ni Estados Unidos van a durar para siempre, “eso te lo juro, las naciones Estado son cosas muy jóvenes que se van a extinguir pronto”.