La llamada anunciando la muerte de Mario Lavista, el amigo, el maestro, llegó esta mañana. Muchas de las personas que lo amaron y respetaron estaban al tanto de que la salud del compositor lo tenía en el filo de la muerte. Los últimos días, el músico ha estado, como nunca, como siempre, en la memoria de sus seres queridos.
Por eso, el violinista Arón Bitrán llevaba un par de días escuchando Sinfonías, una obra fúnebre para cuarteto de cuerdas que Lavista escribió a petición de una señora que deseaba una pieza para que fuera interpretada en el día de su muerte. “La he estado escuchando, en los últimos días ya anticipábamos, de alguna manera, la partida de Mario. La compuso para acompañar al alma en el momento de despedirse del cuerpo. Es una obra que en este momento hay que escuchar”, dice el músico, integrante del Cuarteto Latinoamericano, una de las agrupaciones de mayor cercanía al autor de Reflejos de la noche.
La partida de Lavista llama al recuerdo de alumnos e intérpretes. El compositor Rodrigo Sigal, por ejemplo, recuerda aquellos días de los años 90 cuando lo encontraba cotidianamente en los pasillos del Conservatorio Nacional de Música. “Lo esperaba en el estacionamiento y siempre que lo acompañaba a su auto, tenía en la cajuela revistas Pauta, para mí era como si me abriera el cofre del tesoro, siempre me daba una y me advertía lo que tenía que leer. Fue el primer maestro que me ayudó a programar piezas con tecnología a pesar de que él no conocía bien ese el lenguaje, hasta que me dijo: ‘Ha llegado el momento de que tú te vayas con alguien que conoce sobre esto, y me presentó a Javier Álvarez”, cuenta.
El compositor Javier Álvarez fue uno de sus más grandes amigos desde su juventud. “Compartimos el rock de la época, especialmente el inglés. Desde muy joven era un sabio, él conocía muchas músicas a las que me introdujo, todo el tiempo nos intentábamos sorprender con música, nos daba risa y bromeábamos mucho con eso. En los años 70 nos veíamos casi a diario, recuerdo las lecciones en su casa, leyendo a cuatro manos un cuarteto. Tenía un sentido del humor muy mordaz, las risas abrazaron profundamente nuestra amistad y la columna vertebral fue nuestra pasión por la música. La partida de Mario es para mí como ver partir a un hermano mayor”.
Para el crítico musical Iván Martínez, la influencia de Lavista en la música mexicana del siglo XX y XXI es preponderante. “Era el compositor vivo más importante de México, hasta ayer. Carlos Chávez, Manuel M. Ponce y Mario Lavista son los compositores más importantes de la historia de este país, hasta ahora”, ataja.
“Mario pasó por varias etapas, especialmente aquella en la que estaba descubriéndose a sí mismo. Sin embargo, señalo la última, la más madura. Para mí el Réquiem de Tlatelolco, estrenada en 2018, es una obra majestuosa, es uno de los réquiem más hermosos que se han escrito en la historia de la música”, explica Martínez. De acuerdo con Martínez, entre 1983 y 1997 se da uno de los periodos más ricos de carrera pues fue la etapa de mayor exploración sonora. Agrega que en ese tiempo muchos intérpretes virtuosos vivían en México, como Horacio Franco, Luis Humberto Ramos y Wendy Holdaway, y se habían formado grupos como el Cuarteto Latinoamericano.
“Fue un tiempo de muchos intérpretes y Mario le dio vuelo a su imaginación y creó sonidos que no existían y que los intérpretes no sabían que podían sacar de sus instrumentos. Obras como Madrigal, Marsias para oboe y ocho copas de cristal, Las músicas dormidas, para clarinete, fagot y piano, Reflejos de la noche para cuarteto de cuerdas, son ejemplo de ello”, dice.
Para el flautista Horacio Franco, las búsquedas sonoras las hizo en buena medida de la mano de los propios instrumentistas. “Llegué a México en 1985 y lo busqué, fue muy amable conmigo. Le conté que traía las técnicas contemporáneas de la flauta dulce, un instrumento que él tocaba cuando era muy joven y que conocía muy bien. Así nos conocimos, escribió Ofrenda y la estrené el 15 de mayo de 1987, en el Foro Internacional de Música Nueva que organizaba Manuel Enríquez. Después compuso una Missa que estrené con Capella Cervantina”. Y añade: “Recuerdo aquellas sesiones de trabajo para conocer todas las posibilidades técnicas de la flauta, él me pidió todos los multifónicos, veíamos si se podía o no hacer cosas con el instrumento. Mario fue un compositor absolutamente colaborador con los intérpretes, el trabajo era realmente extraordinario. Comprendí el espíritu de Mario para enriquecer el instrumento. A la fecha, cada vez que toco Ofrenda descubro cosas nuevas”.
De su trayectoria, agrega Bitrán, se debe destacar que fue un compositor que buscó siempre un lenguaje muy personal, íntimo y poético. “A Mario no le preocupa ponerle etiquetas ni saber a qué corriente pertenecía. En este sentido se distancia de algunos compositores de su generación que deliberadamente rompieron con el nacionalismo y buscaron la vanguardia. Mario sólo quería expresarse de manera profunda, por eso se hizo conocedor de las técnicas instrumentales que le permitieron ampliar su lenguaje hacia territorio novísimos y en este sentido marcó a toda una generación de músicos. Nadie había hecho lo que hizo Mario en cuanto a una búsqueda poética con los instrumentos tradicionales”.
Frases
“Mario fue un compositor absolutamente colaborador con los intérpretes, el trabajo era realmente extraordinario”. Horacio Franco. Flautista.
“Compartimos el rock de la época, especialmente el inglés. Desde muy joven era un sabio, conocía muchas músicas a las que me introdujo”. Javier Álvarez. Compositor.
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