Más Información
PAN exige renuncia de Rubén Rocha Moya; Claudia Sheinbaum sigue protegiéndolo en “complicidad vergonzante”
No cesaremos ni nos rendiremos en nuestro llamado a la paz y justicia: Iglesia; pide ser persistentes en exigencia
Con reformas laborales, expertos ven estrategia de Morena; van a fortalecer su número de simpatizantes
Alito Moreno se reúne con familiares de prisioneros de Israel en Marruecos; pide su liberación antes de Navidad
Los macacos Rhesus (Macaca mulatta) son personajes estelares en la historia de la ciencia. Precisamente el factor Rh, una proteína en la membrana de los glóbulos rojos que sirve para evitar incompatibilidad sanguínea, fue nombrado así en honor a esta especie de primates utilizada en las investigaciones de los científicos Karl Landsteiner y Alexander S. Weiner en 1937.Otra aparición literalmente estelar: antes de la famosa perra Laika, estuvo el macaco Albert, el primero mono “astronauta”. El 11 de junio de 1948 fue lanzado en un cohete hasta alcanzar una altura de más de 60 kilómetros, sin embargo murió sofocado. Su sucesor, Albert ll, sobrevivió a un segundo vuelo, pero murió al impactarse la nave. La fama tiene su precio, aunque seguramente ellos no iban tras el protagonismo, la búsqueda se centraba, si acaso, en un poco de frutas, hojas, semillas y corteza de los árboles, su dieta en la naturaleza.
Recientemente un capítulo más de la historia de VW y las emisiones contaminantes de sus motores también fue protagonizado por los Rhesus. Una investigación del New York Times ventiló la utilización de monos por parte de esta compañía automotriz para probar los efectos del diesel. Independientemente de la manipulación del estudio que minimizaba el impacto de una sustancia con una comparación poco realista entre un laboratorio y una avenida llena de autos, las asociaciones protectoras condenaron los experimentos de los monos obligados a respirar las emisiones una y otra vez, un experimento que además parecía sacado de una cápsula del tiempo sobre la Guerra Fría.
Bioética al ritmo de las erres
La doctora Elizabeth Téllez que trabaja en una investigación apoyada por el Programa Universitario de Bioética y el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, señala que los presupuestos éticos bajo los cuales los científicos se rigen para la experimentación están catalogados bajo las conocidas tres erres: reemplazo, reducción y refinamiento. El primero se refiere al empleo de otros medios cuando sea factible; el segundo habla de minimizar el número de seres vivos utilizados. Finalmente, el refinamiento busca evitar la crueldad.
“Lo primero que se debe buscar es el reemplazo, una alternativa para no utilizar animales”, señala Téllez y pone como ejemplo el tejido humano cultivado que se utiliza con éxito para pruebas de toxicidad en la piel de los humanos. En este sentido, se han logrado muchos avances en las pruebas de laboratorio de la industria cosmética como la alternativa ya validada del uso de la piel sintética para pruebas.
“La Unión Europea estableció no utilizar más animales para productos cosméticos y le siguieron otros países emulando el ejemplo como Canadá y EU, sin embargo más allá de la finalidad cosmética se olvida a los animales en investigación para otros productos”. Téllez dice que si bien es importante crear conciencia sobre el maquillaje que usas como un producto que no causó sufrimiento, también se debería extender esta noción a todo tipo de pruebas, como el desarrollo de una nueva técnica quirúrgica, una vacuna o una formulación farmacéutica, donde también debería ser evidenciado el logro.
Pero a pesar de la negativa de muchos científicos en trabajar en modelos que no sean vivos, existen cada vez más investigaciones sobre alternativas funcionales en varios campos de la investigación, tal es el caso de los estudios realizados por el Laboratorio ISPRA, en Italia. Esta institución constituye una referencia internacional en el análisis e investigación del medio ambiente, el agua, la biodiversidad y la fauna.
Ellos han utilizado células cerebrales in vitro para probar con éxito la sensibilidad a sustancias tóxicas como las emitidas por los gases productos de la contaminación ambiental (como los que inhalaron los macacos Rhesus), así como pesticidas y herbicidas que pueden afectar la actividad eléctrica neuronal, lo que supondría un gran avance en el campo neurotoxicológico en pruebas con animales.
Sin embargo, no todos están convencidos de la funcionalidad de pruebas alternativas en todos los campos, pues se considera que compartiendo 90% de los genes con animales como los ratones, por ejemplo, hay oportunidad de indagar en reacciones que todavía no se pueden lograr mediante otros métodos, como el estudio del sistema cardiovascular que funciona de la misma forma en estos roedores que en los humanos. Cabe señalar que 70% de los premios Nobel con diferentes investigaciones en beneficio de la salud de humanos y animales ha dependido de estudios con seres vivos, sin embargo la presión de grupos protectores de animales y también de diversos miembros de la comunidad científica piensa que se deben hacer más visibles los procesos en laboratorios para evitar mitos y mantener la evolución de los procesos que no requieran organismos vivos.
Tradición que obliga
“Creo que el problema también radica en que se han estado usando por mucho tiempo los modelos vivos, por lo que se asume que estos sistemas se van a comportar de igual forma, pero no es así. Cada ser vivo evoluciona diferente. Lo que puede ser eficaz para un ser vivo, no funciona siempre para los otros”, señala Téllez y agrega que comparando pruebas in vivo con pruebas que no utilizan animales, la realidad es que ambas presentan desventajas y ventajas.
“Ciertamente gracias a los animales se ha obtenido mucha información con la que se ha generado que ha servido para el ser humano, pero se ha tenido que sacrificar miles
de millones de vidas animales para obtenerlo. También se debe reconocer que las pruebas in vitro, también han ayudado a generar avances”.
La especialista subraya que sin embargo, desde el punto de vista normativo las pruebas más aceptadas son las in vivo porque se apela a una falacia basada en la tradición: “porque así se ha hecho siempre, porque los animales son baratos, desechables y sobre todo, porque no son humanos”.
Téllez pone como ejemplo en avances generados gracias el debate bioético en países como Canadá, Holanda, Alemania y EU, que muestran protocolos muy estrictos, sin embargo en el caso de EU en ocasiones parece más una misión de palabras que de hechos. Se calcula que 30% de todos los animales utilizados para investigación se concentran en Japón y EU. en este último aún son utilizados en los laboratorios más de 120 mil primates al año. “La teoría no va a la par de la práctica y en ese país se trabaja con muchos animales. Su acto de bienestar animal sólo protege a mamíferos superiores, por lo que se pueden utilizar otros animales sin un registro claro, sin embargo seguir abriendo el debate bioético en todo el mundo nos permite estar conscientes de las diferentes posturas. Vamos por buen camino, pero falta picar piedra”.