Tiempo después de dejar de publicar sus Minucias en EL UNIVERSAL, el 29 de noviembre de 2022, tras seis años y medio de hacerlo, el novelista, cuentista, editor y periodista cultural Ignacio Solares, ideó su nuevo proyecto: reunir en un una selección muy cuidada de esas sentencias que semana a semana vieron la luz en estas páginas. De entre las más de 2 mil minucias escritas y publicadas, el autor de El juramento y No hay tal lugar revisó y seleccionó poco más de 600 de ellas para un libro que en enero de 2025 será publicado por Penguin Random House.

Hoy que se cumple el primer aniversario luctuoso de Ignacio Solares, Myrna Ortega, su viuda, habla de ese proyecto literario que Solares terminó de revisar y de cuya noticia de publicación alcanzó a enterarse en los días previos a su muerte (24 de agosto de 2023).

“Para Ignacio fue realmente una tarea muy gozosa la de escribir las Minucias. Yo casi me atrevería a decir que era una forma que se le daban naturalmente, inclusive cuando releo o releíamos juntos cosas suyas, veíamos que ya estaban ahí las minucias, como que era una forma de escribir; inclusive en su narrativa o en su trabajo de ensayo ya estaban ahí estas sentencias, tipo aforismos, que resumen de alguna manera una idea, muchas veces paradójica, que traía en la cabeza”, cuenta su viuda, quien comparte que a Nacho Solares le gustaba escribir estas sentencias de noche.

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“Él las escribía de noche, mucho de noche, él trabajaba de noche, era muy desvelado y tenía siempre a su lado una libreta y pues a veces las escribía; se despertaba con la idea y muchas veces ni siquiera entendía lo que había escrito, pero ya lo trabajaba a lo largo del día. Eran ideas que muchas veces, casi podría decir, salían como del inconsciente, ahí surgían y obviamente ya la trabajaba posteriormente”. Tras publicarlas, a Solares le gustaba compartirlas con sus amigos. Uno de ellos, José Gordon, autor del Prólogo que incluye el libro Minucias, que Nacho dejó listo y cuya primera sentencia, a manera de epígrafe dice: “Toda vida quisiera ser cuna de lo eterno”, seguida de otra que afirma: “Lo más cierto es la ficción.”

A un año del deceso y de varios homenajes —dos de los cuales se dan en estos días—, Myrna Ortega cuenta que cuando dejó de publicar las Minucias, fue porque dejó de escribirlas: “Llegó a sentir que se estaba repitiendo, que ya se había agotado esa fuente, como dejó de escribir cuentos, bueno el cuento siempre estuvo presente en su producción, comenzó a escribir cuentos, luego novela, teatro, los ensayos, las Cartas a la joven psicóloga, las Cartas a un joven sin Dios, el ensayo sobre de Julio Cortázar, pero el cuento siempre estuvo presente, es como si las formas literarias breves le fueran bien...”

Por eso quiso reunir esas formas breves en un libro, que podría ser su único libro póstumo. Asegura Myrna Ortega que quiere ser muy cuidadosa y respetar una petición que le hizo Solares en vida, “que no fuera a publicar algo que él no hubiera terminado o revisado”. Pero este libro lo ideó y dejó revisado.

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“Él quería verlas reunidas en un libro, sin duda, y así lo platiqué con su editor y se lo hice saber a Ignacio cuando ya fueron sus últimos días, le dije que sí se iba a publicar ese libro que él tenía la ilusión que se publicara, obviamente una selección, porque había unas mejores que otras y porque son más de 2 mil minucias. Fueron muchos años de escribirlas y la selección es de poco más de 600. Selección que él mismo trabajó y revisó”, cuenta la compañera de vida de Ignacio Solares.

Lo que aún no sabe es cuál vaya a ser la idea de la edición. Pero Ignacio Solares, subraya, quería que se leyeran como se leían en EL UNIVERSAL, pasando de un tema a otro. “No visualizaba que se publicaran por tema, podría hacerse así, pero no, él lo que quería era que fluyeran y pasarán de un tema a otro”, afirma.

Primera lectora

Myrna Ortega, quien es Secretaria de Extensión y Proyectos Digitales de CulturaUNAM, califica de un privilegio enorme estar cerca de la obra de Ignacio Solares y ser su primera lectora, “fue un privilegio que me dejara estar muy cerca de lo que escribía, él me leía inmediatamente lo que terminaba. Terminaba un capítulo y siempre me pedía que lo leyéramos juntos, entonces yo estuve muy cerca de su obra”.

Es ella la principal promotora y divulgadora del legado literario de Solares. “Me siento con la responsabilidad y además con el enorme gusto de seguir promoviendo su obra. Esto lo considero una oportunidad de seguir caminando a su lado, porque finalmente cuando se va un escritor no se va del todo, se queda su voz, sus ideas, su pensamiento en su trabajo literario, y es una fortuna porque es una manera de oírlo, por lo menos de oír una parte de él, y además es su alma la que se queda ahí en su literatura”, asegura.

Este primer año sin él ha sido de extrañeza, pero de reencuentro (lo lee y lo relee mucho) y de escuchar a otros hablar de Ignacio, de participar en la organización de estos eventos “para recordar lo que tanto aportó”, esos encuentros son, afirma, una fuente de vida y alegría para ella.

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Pero más complicado ha sido entrar a su archivo. No lo ha hecho del todo. Tras la muerte de Solares ella recogió los últimos textos que él escribió una semana antes de que ya no pudiera hacerlo, textos que se publicaron en Confabulario, el suplemento cultural de este diario. Sin embargo, al archivo y a sus demás papeles no se ha acercado demasiado. “No he podido. Es difícil, he releído algunas cosas suyas, algunas cosas publicadas, pero no de su archivo, no he tenido el ánimo como para meterme demasiado en eso”.

Ignacio Solares no escribía un diario, pero en su archivo hay correspondencia, “todavía le tocó la época en que se escribían cartas”, básicamente con amigos escritores. Recuerda una de Mario Vargas Llosa y varias que tenían que ver con su trabajo al frente de suplementos culturales y de la Revista de la Universidad de México, hablando de los artículos que iban a publicar o comentando alguna obra suya. }

También hay cuentos, notas sobre él, artículos sobre su obra. Pero ninguna obra pendiente, asegura su viuda.

“Afortunadamente Ignacio Solares alcanzó a ver publicado prácticamente lo que pudo terminar, lo que él quiso terminar; tuvo esa gran suerte como escritor, de poder contar con editores muy generosos y, sobre todo, de ver publicado un libro que le dio mucha alegría, que fue la conversación con José Gordon, Novelista de lo invisible. Él decía que después de una larga enfermedad ‘donde él sintió que ya se iba’, había vuelto para ver ese libro, inclusive para poder presentarlo”, recuerda Myrna Ortega.

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Tributo a un grande

Tras su muerte, Solares recibió varios homenajes, y ahora que se cumple su primer aniversario luctuoso también será recordado. El miércoles 28 de agosto, a las 18 horas, en la Fundación Miguel Alemán A.C. (Rubén Darío 187, Polanco”, realizarán “In memoriam. Ignacio Solares, el novelista de lo invisible (1945-2023)”; participarán sus amigos Eduardo Casar, José Gordon, Carlos Martínez Assad, Silvia Molina y Vicente Quirarte. Incluye una interpretación musical a cargo de Carmen Cardenal.

También, la Universidad Autónoma de Chihuahua le rindió ayer un homenaje en reconocimiento a su trayectoria, a un año de su partida. Y presentaron allí el libro Solares, prodigio de lo invisible, en el que amigos y estudiosos escriben sobre su obra.

El libro que abre con una introducción del rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua, Luis Alfonso Rivera Campos, reúne varias imágenes del archivo personal del escritor y textos de Elena Poniatowska, Rosa Beltrán, Tita Bilbao, Roberto Calleja, Timothy Compton, Javier Contreras, Antonio Crestani, Norma Angélica Cuevas, Enrique Escalona, Pepe Gordon, Berenice León, Catherine Mayo, Margarita Muñoz, Heriberto Murrieta, Ramón Jerónimo Olvera, Eduardo Antonio Parra, Francisco Prieto, Luis Fernando Rangel, Sergio Reaza y de Myrna Ortega.

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“Estoy realmente muy agradecida de que haya este reconocimiento por parte de su estado, él se sentía muy orgulloso de ser de Chihuahua, él nació en Ciudad Juárez, vivió en la Ciudad de México, pero quizás su etapa formativa la vivió en Chihuahua y esa etapa lo marcó tanto personal como literariamente, inclusive en su obra hay con mucha frecuencia referencias a Chihuahua, muy concretamente a la Tarahumara”, afirma Ortega.

Apunta que Solares tuvo oportunidad de hacer varios viajes en su juventud a la Tarahumara, incluso trabajó con los rarámuri y esto lo tocó interiormente de manera muy intensa, “en No hay tal lugar, por ejemplo, todo el misticismo que se respira tanto en la cultura rarámuri como en la misma sierra lo toma Ignacio mucho en su literatura; en Columbus, por supuesto, y en varias novelas, fundamentalmente en El juramento, su última novela, hay un momento de conversión interior bajo el cielo estrellado de la Tarahumara, entonces, que haya este reconocimiento, en su estado, me emociona y lo agradezco muchísimo”..

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