La iniciativa para legislar las redes sociales no es conveniente, y mucho menos en tiempos electorales, expresa la doctora Rossana Reguillo. La investigadora define el proyecto como un despropósito y advierte de posibles consecuencias: censura y mayor vigilantismo.
Rossana Reguillo, coordinadora de Signa_Lab, Laboratorio de Innovación Tecnológica y de Estudios Interdisciplinarios Aplicados, del ITESO (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente), siempre ha defendido el Internet libre y, en ese sentido, se dice preocupada por la iniciativa que pretende llevar al terreno jurídico y de control algo que deben dirimir múltiples actores en el espacio público.
¿Cuál es su opinión sobre el proyecto de iniciativa del senador Ricardo Monreal para regular las redes sociales?
Después de un análisis detallado me parece un despropósito porque al Estado no le toca, en absoluto, la regulación en términos de moderación de contenidos en las diferentes redes sociales.
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Esto no significa que no haya cosas que mejorar, cosas que exigirles a las plataformas a Twitter, a Facebook —especialmente a Facebook porque el avance en la opacidad de sus mecanismos de operación ha sido verdaderamente notorio en los últimos dos años; como investigadores de redes no tenemos ya acceso a la API que es el lugar a donde nos conectamos para extraer datos, Facebook los cerró—. Vuelvo al tema principal: el problema de una iniciativa como la del senador es que pasaríamos a un control estatal de los procesos de intercambio y de interacción de las redes sociales, y se perdería el sentido de lo que son estas redes sociales.
Con todas las partes oscuras que puedan tener, con el manejo de campañas orquestadas, con los discursos de odio, yo soy partidaria, más bien, de la autorregulación y de la educación de los usuarios; tenemos que ser responsables todos. Pero no comulgo en absoluto con una iniciativa de este calibre.
El momento de la iniciativa es muy relevante: están los casos de Donald Trump, de las cuentas de seguidores de Andrés Manuel López Obrador, el peso de las redes sociales en el diálogo diario y las elecciones en junio... El momento es fundamental.
Totalmente de acuerdo. Lo que hemos visto en el Laboratorio Signa_Lab es que en la mitad del 2020 y en lo que va de este 2021, se ha debilitado la fuerza de la narrativa de la 4T, principalmente en Twitter, que es contra quien la traen, porque la discusión política pasa centralmente en Twitter, menos Facebook y prácticamente nada en Instagram; Twitter es lo que está en disputa.
Lo que hizo Trump es totalmente fuera de toda comprensión. Indudablemente (suspender su cuenta) no se trató de ningún tipo de censura porque el discurso de odio no es una opinión, es algo que hemos aprendido desde la II Guerra Mundial y desde el nazismo; lo peligroso que es dejar crecer estas tendencias. La reacción del Presidente López Obrador y de algunos políticos afines a su administración, de acusar a Twitter de censura, me parece absurda, es no entender cómo operan las plataformas.
En un segundo momento, el escándalo que hicieron con la suspensión de tres cuentas afines (a AMLO) es ignorar que se trataba de cuentas muy problemáticas. Es lo que en los 90s, cuando el inicio de los foros de Internet, se llamaba flamers, incendiadores, que en este momento sería una especie de tecnoartillería digital. Eran cuentas con un discurso muy agresivo. Nosotros las detectamos desde que empezamos a analizar la estrategia digital proclive a la 4T. Además, no se dice que pocos días antes, dos cuentas muy poderosas de la corriente anti AMLO —que también es terrible y patética— habían sido suspendidas. Entonces, no está parejo el piso de la discusión.
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Por otro lado, evidentemente, si tienes un control legislativo sobre moderación de contenidos en tiempos electorales, por eso la urgencia de meter la iniciativa… Aunque creo que es una especie de prueba para ver cómo era recibida, y les ha ido muy mal. Los que estudiamos plataformas y que hemos dado una batalla por el Internet libre, coincidimos en que no es conveniente y mucho menos en tiempos electorales.
¿Libertad plena o acotada en redes sociales? ¿El debate es por ahí?
Yo creo que son tres cuestiones clave: una primera tiene que ver con las reglas de operación y las reglas de uso en las plataformas. Pensemos el caso de Twitter: las reglas de operación son muy claras, perfectibles, hay que mejorar la inteligencia artificial y, sobre todo, los algoritmos de detección de palabras. Lo que estamos haciendo en el Laboratorio es un Diccionario y un Semáforo de Riesgo para Periodistas que, para nosotros, son el sector más vulnerable en esta guerra digital. Estamos generando un código para enseñarlo a detectar humillación, desacreditación, descalificación, acoso, amenaza; vamos lentos porque los recursos de la Universidad no son abundantísimos, pero una compañía como Twitter puede hacer una mayor inversión en mejorar estos algoritmos y generar alertas más eficientes. Una mayor inversión de todas plataformas —Twitter, Instagram, Facebook, TikTok, etc.— en la mejora de la detección de odio y acoso en línea. Pero esto no pasa por legislar, pasa por un debate informado de cómo opera la plataforma.
Una segunda cuestión parte de que esto es muy nuevo. Estamos aprendiendo todos. Creo que, con modestia, entender que estamos frente a un fenómeno emergente nos ayuda, en primer lugar, a poner el foco en la educación de los usuarios, es la etiqueta, los chavos lo llaman Netiqueta; los distintos espacios tienen sus propias lógicas de comportamiento. Esto va a ser una responsabilidad, a largo plazo, de la escuela. Hay muchos profesores muy aterrados y, en vez de incorporar a sus clases la discusión de cómo utilizar Facebook, cómo resistirse al acoso, etc., cierran la discusión. Nadie se está haciendo cargo de —la palabra no me gusta porque suena mucho al siglo XIX— de la alfabetización de los niños y jóvenes.
El tercer elemento es que podemos caer en una concepción de un Estado suprapoderoso que controla todo, eso es peligroso; pero también tenemos que entender que lo privado tiene que tener formas de transparencia.
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La SIP ha alertado que la iniciativa implicaría censura. ¿Usted comparte esto?
Sí, sí me parece que el riesgo fuertísimo de una legislación en esa naturaleza es censurar a los usuarios. Algo que me preocupa, y veo crecer en las redes, es el vigilantismo; cualquier opinión que emites, de inmediato se te dejan venir los vigilantes de lo que es correcto y lo que es incorrecto. Lo que hemos visto en el Laboratorio es que ya no solo estamos ante campañas orquestadas a través de cuentas falsas —aparentemente operadas por gente real, los llamados trolls—, sino un vigilantismo muy fuerte de parte de funcionarios, caricaturistas, periodistas entre comillas muy allegados a la administración actual, y eso es peligrosísimo. La narrativa política en redes se ha degradado de tal modo que, o hacemos algo para impulsar un debate serio e informado, o vamos a quedar atrapados de aquí al 6 de junio, en El Cacas contra Borolas. Y punto. No va haber más. Y la discusión entre El Cacas y El Borolas es de patio de secundaria; es una guerra que no tiene nivel ni tiene argumento, de ninguno de los dos lados.
¿Qué debemos exigirle mejorar a las plataformas?
La mejora de desarrollo tecnológico tendría que ver con hacer algoritmos mucho más inteligentes que puedan encender una alarma automatizada cada vez que, por ejemplo, en un tuit aparezca la palabra “puta”, y ver el contexto. El problema es que todos los diccionarios o lexicones están pensados en inglés; los algoritmos no responden tan fácil al español o al francés; están pensados desde Silicon Valley. Una exigencia pudiera ser la de inversión en generar diccionarios o lexicones de alerta sobre formas expresivas de la violencia digital.
La segunda —lo hace muy bien sobre todo Twitter, que está informado en sus cuentas de cambios que va haciendo— es que puede ser más sencillo el lenguaje o la información que se da en cuanto a las transformaciones.
Twitter, por otra parte, es la única plataforma que no acepta publicidad política. Ahí se necesita del periodismo para ver de dónde está saliendo el dinero para operar estas estrategias, los ataques digitales.
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Si se va a legislar, hacia dónde se debe legislar?
La verdad es que me pone nerviosa la palabra legislar. Es llevar a un terreno jurídico y de control algo que debe dirimirse en el espacio público, con participación de múltiples actores. Cuando hablas de legislación estás hablando de senadores y diputados donde –quizás exagero— 40% no entiende de qué van las plataformas.
En la pandemia, ¿cómo decidir y construir herramientas para manejar la información?
Hay muchos esfuerzos importantes que se están construyendo desde la sociedad civil, los trabajos de R3D (Red en Defensa de los Derechos Digitales), Rancho Electrónico, Luchadoras, Verificado; el trabajo de Artículo 19 en la documentación de la violencia física y digital hacia los periodistas; México tiene una tradición riquísima de Internet libre. El problema estriba en que estos esfuerzos quedan opacados a veces por discusiones estériles e inútiles de si AMLO sí o AMLO no. El problema en este momento tan grave que atravesamos por la pandemia es que toda esa parte política, luminosa, creativa, de articulación de voluntades queda muy opacada por la dimensión plebicitaria en las redes de los grupos...
Espero que predomine la cordura, que triunfe la democracia digital, que sigamos aprendiendo y denunciando las malas prácticas en las redes sociales.
Rossana Reguillo
Investigadora
Es coordinadora de Signa_Lab, Laboratorio de Innovación Tecnológica y de Estudios Interdisciplinarios Aplicados, del ITESO.
Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara y el CIESAS.
Sus temas de investigación giran en torno a las culturas urbanas, vida cotidiana y subjetividad, construcción social del miedo, jóvenes, violencia y narcotráfico.
Autora de diversos libros, entre los que se encuentran: La construcción simbólica de la ciudad. Sociedad, desastre, comunicación; Culturas Juveniles. Formas.
Políticas del Desencanto y Paisajes insurrectos Jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio.
“Lo que estamos haciendo en el Laboratorio es un Diccionario y un Semáforo de Riesgo para Periodistas que, para nosotros, son el sector más vulnerable en esta guerra digital”.
“O hacemos algo para impulsar un debate serio e informado, o vamos a quedar atrapados de aquí al 6 de junio, en El Cacas contra Borolas“.