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En el verano de 1925, estudiantes de la Ciudad de México organizaron un concurso para coronar al Rey Feo . Todo surgió por una encuesta que realizó el suplemento El Universal Ilustrado con la pregunta “¿Para qué le sirve la fealdad?”.
“Ahora los feos están de moda”, escribió José Corral Rigan, que en realidad era el pseudónimo Carlos Noriega Hope, director del suplemento.
Aunque en un inicio el concurso progresaba lento por la vergüenza de reconocerse lo suficientemente feo para ser coronado como rey, con el paso de tiempo estudiantes con apodos como “El Tlacuache”, “El Bolas”, “El Pelícano” y “El Chango Luminoso”, estudiantes de la Escuela Nacional de Medicina y la Escuela Libre de Derecho, se disputaban el título.
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El rey de los feos
11 de junio de 1925
EL UNIVERSAL ILUSTRADO abrió hace algún tiempo con gran éxito una original encuesta: “¿Para qué le sirve la fealdad?” y numerosas personas hicieron un alarde de humorismo, defendiendo a brazo partido a las desheredadas de Venus Afrodita.
Algunos entrevistados se sintieron aludidos y, valientemente, hicieron la defensa del sexo feo: el licenciado Caso, entre ellos.
Pero a nadie se le ocurrió advertir que los feos tienen también su oportunidad como ésta que explota ahora los alegres estudiantes metropolitanos.
Ahora los feos están de moda y por las calles de la ciudad se desborda la alegre turba estudiantil pregonando las simpatías de “El tlacuache”, de “El Pelícano” y de “El Panzudo”, que se disputan el deleznable trono de la fealdad con una tenacidad y un apasionamiento dignos de mejor causa…
Pero la juventud es así: pone su corazón en una empresa estéril, si en ella hay tiempo de sobra para reír y para gritar…
El Comité Directivo de la Elección de Reyes Estudiantiles, dio a la publicidad las bases para la elección del Rey Feo, patrocinado por los periódicos estudiantiles “Agora” , de la Escuela de Jurisprudencia, y “Don Juan”, editado por los preparatorianos. Los organizadores dieron bastante tiempo a los candidatos, acordando hacer el escrutinio final el día 14 del mes en curso, a las diez y nueve horas y media en el local del Comité, San Ildefonso, 28, pudiendo ser presenciado éste por los representantes de todas las escuelas.
Después del escrutinio se hará la solemne declaratoria y el Rey electo será coronado con toda solemnidad el día 20 del mismo mes, durante el gallo estudiantil que se prepara en honor de la Reina.
Surgen los primeros candidatos
Se explica la primera dificultad de los organizadores: Había cierto pudor entre los estudiantes, para declararse ellos mismos suficientemente feos, para aspirar al trono de la Fealdad. Y ninguno registró su candidatura, con harto descontento de las facultades…
Pero de improviso, el preparatoriano César Garizurieta surgió en la palestra del escándalo exhibiendo como título un admirable sobrenombre de reminiscencias zoológicas: “El Tlacuache” y a su alrededor, se hizo un amplio círculo de admiradores, que lo pasearon en triunfo por la ciudad y lo llevaron a todas las escuelas femeninas como un trofeo…
Muchos estudiantes se presentaron entonces; pero nadie tuvo la osadía del pintoresco “Tlacuache”.
Un día, Garizurieta, el tipo del estudiante salmantino, se presentó en una concurrida academia de baile y se rifó entre las damas con el fin de adquirir fondos para su propaganda…
Ofreció acompañar durante ocho días consecutivos a la afortunada que se lo ganara lealmente, pagarle el cine y en caso de necesidad hasta invitarla a merendar.
Contra lo que se esperaba, fue una fea la que más empeño tomó en conquistar al Tlacuache, pues llegó a comprar la mitad de los boletos…
El interesado sabía -como no lo iba a saber siendo estudiante- que hubo una vez una princesita rubia y bella como el sol que, para aparecer la mujer más hermosa del mundo siempre estaba rodeada de siete esclavos negros como la noche y más feos que una maldición…
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Garizurieta esperaba que se aprovecharan de su fealdad para exhibir un contraste lleno de ventajas; pero las mujeres bonitas son casi todas tontas y desaprovecharon la popularidad del estudiante más feo de México.
“El Tlacuache” no se dió por vencido y después de hacer una trampa en la rifa, se entregó voluntariamente a una muñequita de cabellos de caoba que tenía la preocupación del jazz y del cinematógrafo.
“El Tlacuache” desapareció durante varios días y sus partidarios llenos de alarma, propalaron la versión de que había sido plagiado.
Pero un día “El Tlacuache” se presentó en la Preparatoria y para evitar malas interpretaciones publicó un manifiesto estudiantil en el cual hacía saber a sus numerosas admiradoras que en la imposibilidad de dar contestación a sus cartas, les decía de una vez por todas que estaba enamorado locamente de la futura reina -todavía no sabe quién saldrá electa- y para demostrarlo, publicó un bonito y oportuno plagio del poeta Rebolledo, que provocaron una enorme sensación entre los escolares de la Escuela Gabriela Mistral, que recibieron al Tlacuache con palio de oro y lluvia de flores.
Aquellos versos que se adjudicó “El Tlacuache”, demostrando su calificativa mejor, son, acaso, los mejores o los más sentidos, del poeta más feo de los poetas:
Destaparé mis ánforas de esencia y encenderé mis candelabros de oro, cuando la musa pálida que adoro llene mi soledad con su presencia…
Y nuestro sutil estudiante, que sabe lo poco que leen a Rebolledo en las Escuelas femeninas, definió a su reina futura en otro verso acomodaticio:
En su pelo de blonda refulgencia y en su labio odorífico y sonoro hay el fulgor de un candelabro de oro y el perfume de una ánfora de esencia…
Otro de los candidatos a Rey Feo, y que tiene probabilidades de alcanzar el triunfo es Gustavo Berges, “El Bolas”.
La tragedia de este novísima “Gustavo el Calavera” es de índole sentimental: Gustavito se creía un Adonís y tuvo muchas conquistas entre los catorce y los diez y ocho abriles. Pero de improviso, le creció un colmillo, y su faz adquirió tersura de globo. Sin pedirle su consentimiento -él jamás lo hubiera dado-, los estudiantes de Leyes le dieron la dolorosa sorpresa de postularlo para el “Rey Feo”.
“El bolas” tomó la cosa a chunga y disfrazándose de Don Catarino, recorrió la ciudad montando en una escoba.
“El Bolas” ha sido hacendado y sabe la mejor manera de obtener sufragios. En su propaganda ha empleado con éxito las ofertas de maíz, de piloncillo y de melcocha.
Como “El Bolas” es oaxaqueño, además, conoce el secreto de salir electo, como su ilustre paisano Don Porfirio.
A últimas fechas surgieron numerosos candidatos, casi todos ellos feos; pero eso sí la mar de simpáticos.
Después de la preparatoria y de Jurisprudencia, las demás escuelas sostienen a sus reyes con creciente entusiasmo:
La Escuela Nacional de Medicina se dividió en dos bandos, uno que sostiene la candidatura de “El Pelícano” y otra que postula a “El Siringo Luminoso”.
La Escuela Libre de Derecho, por su parte, sostiene a capa y espada a “Venancio” llamado a última hora “Cupido I”.
Ayer, el célebre candidato de los médicos, cometió el delito de alta traición y en todas las esquinas de la urbe estudiantil, apareció el siguiente manifiesto:
“En EL UNIVERSAL de hoy, apareció una nota en la cual “El Pelícano”, (Crisóforo Uribe), hace constar que el compañero Roberto Terrés no tiene ninguna representación en el Comité del nuevo animal. Los abajo suscritos alumnos de la Escuela Nacional de Medicina, de la cual “El Pelícano” es candidato a Rey, y estando enterados de la labor sediciosa que ha desarrollado el compañero Terrés, en la propaganda del mismo bípedo, declaramos “reo de alta traición” al mencionado palmípedo, pues para buscar la luz del sol que más calienta, se ha propuesto retractarse de sus principios, buscando el apoyo del más fuerte, en cuestión económica, para salir avante como “Rey Feo” .
Y después de concretar cargos precisos termina el manifiesto disculpando al candidato con esta frase:
“Quiza debido al entusiasmo que embarga su espíritu volátil y que le ha puesto es estado de hiper-nerviosidad, haya cometido semejante inocentada maléfica de declarar nulas las declaraciones de su más fiel y brillante colaborador. Impluribus meus, teus deus pelicanus familiaris. Amén”.
Pero la más formidable ofensiva desarrollada por los candidatos a Reyes feos, se advirtió a principios de la presente semana y de sus actividades conoció oportunamente un periodista que casi es estudiante: Jacobo Dalevuelta, “El Machín”, emparentado zoológicamente con “El Tlacuache”, “El Pelícano” y “El Chango Luminoso”. El popular Machín, desde las columnas de “El Universal”, ha sabido compendiar el entusiasmo desparramado en los centros universitarios y llevar el interés de esta original campaña electoral, en que se juega nada menos que un trono, el de la Fealdad…
JOSÉ CORRAL RIGAN
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