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“Ahí les encargo el mundo y la literatura”, dijo Huberto Batis el 3 de noviembre de 2015 a los asistentes al homenaje que se le dedicó en el Palacio de Bellas Artes. Con voz entrecortada, a través de un videomensaje grabado, uno de los protagonistas de la literatura mexicana, hizo ese día su última intervención pública.
Ayer, casi tres años después, familiares, amigos y alumnos volvieron a reunirse para acompañar al escritor, periodista y profesor que fomentó la polémica desde los suplementos culturales, que llevó a los grandes públicos los temas del erotismo y el goce del cuerpo como parte de los temas culturales.
Poco después de la una de la madrugada de este jueves, los restos de Agustín Huberto Bátiz Martínez llegaron a la funeraria García López del Pedregal, al sur de la Ciudad de México. Pasó sus últimos minutos en compañía de su esposa Patricia González en su casa en la colonia Miguel Hidalgo, donde murió alrededor de las 7: 30 de la tarde del miércoles 22 de agosto.
En su despedida en esta funeraria, Batis estuvo rodeado por una treintena de sus amistades más cercanas, como el editor Fernando Belmont, los escritores Nedda G. Anhalt y Mauricio Montiel, y los ilustradores Eko y Ero Díaz. Por parte de su familia asistieron sus hijas Gabriela Bátiz Muñoz y Monserrat Bátiz Benet y su viuda Patricia González. A lo largo de la madrugada aparecieron algunos vecinos y ex alumnos.
Sobre él abundan los calificativos, algunos contradictorios, pero siempre con ese espíritu de sarcasmo que heredó a sus pupilos, los de las aulas y los de las redacciones: irreverente, provocador, erotómano, pornófilo, crítico, a veces iracundo, pero siempre erudito y exigente con el trabajo editorial. Más de un escritor le debe a Batis la publicación de su primer cuento, crónica o ensayo en el suplemento cultural sábado.
Eko lo describió así: “Su legado quizá no está reflejado en los libros, pero sí en las generaciones de escritores. Dejó huella en las personas que leímos y trabajamos en los suplementos que él hizo. Podía contener a las personas más anárquicas, antisociales, ninfómanas, obsesos sexuales. Tenía la capacidad para recibirnos y contenernos. Tenía poca tolerancia a la mala calidad, pero no era pedante”.
Al hacer un repaso de su trabajo, Mauricio Montiel destacó su obra ensayística, que consideró, debe ser rescatada: “Huberto era de la vieja escuela de Benítez, de Monsiváis, editores que se sentaban con los autores a trabajar sus artículos. También está por rescatarse su obra ensayística que está repartida en libros de escasa circulación como la UNAM o Conaculta. Vale la pena que una editorial con más presencia rescate textos como Estética de lo obsceno, que me parece fundamental para comprender el erotismo no sólo en México sino internacionalmente. Es un libro con una vasta erudición sobre ése y otros temas. El erotismo no está reñido, sino que forma parte de la cultura”.
A las 12 del día, empleados de la funeraria retiraron los restos de Huberto Batis. Sus hijas, sus nietas y su esposa Patricia pasaron a una sala contigua para despedirse por última vez, en la privacidad familiar.
No fue poca la labor de Huberto Batis en el periodismo cultural, ni poca será la deuda de sus decenas de alumnos.