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José Luis Ibáñez, el profesor universitario, director de teatro, guionista y director de cine que fue pieza clave del teatro mexicano y pilar de la vida teatral universitaria, murió el día de ayer a los 87 años. Con su muerte se apaga uno de los últimos integrantes del grupo de Poesía en Voz Alta, (1956-1960) al que pertenecieron Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan José Arreola, Elena Garro, Leonora Carrington, Juan Soriano y Antonio Alatorre; pero deja una escuela que mantendrá su memoria viva.
“A la UNAM, José Luis le entregó su vida”, asegura en entrevista el dramaturgo Jaime Chabaud, quien fue uno de los cientos de alumnos de Ibáñez. “Era un maestro, no sólo de una erudición sino de una sabiduría portentosa, se sabía a Shakespeare, a Lope, a Calderón de memoria, un apasionado de los clásicos del Siglo de Oro, de los clásicos isabelinos”, asegura.
La actriz y maestra de teatro, Luisa Huertas dice que Poesía en Voz Alta reunió a intelectuales, escritores y artistas pero lo que hicieron José Luis Ibáñez, Héctor Mendoza y Juan José Gurrola “fue una transformación del teatro en México con una visión joven; eran gente muy preparada, estudiosos desde entonces y que no pararon nunca de estudiar”.
José Luis Ibáñez fue maestro y formador de numerosas generaciones de alumnos en el Centro de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, se dedicó en cuerpo y alma a la enseñanza; su vida estuvo ligada a la escena desde su debut en 1955, a los 22 años, luego montó obra en la última temporada de Poesía en Voz Alta.
“Fue un maestro generosísimo, exigente, irónico pero nunca mordaz, sino apoyador al máximo, fue un maestro que siempre dejaba una semilla importantísima y cuya inteligencia era absolutamente deslumbrante”, afirma Chabaud, quien califica a Ibáñez como uno de los padres del teatro universitario, aunque dice que a mucha gente se le olvida.
Nacido en Orizaba, Veracruz, el 18 de febrero de 1933, José Luis González Ibáñez, fue alumno de la primera generación de la carrera de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; dirigió recitales de poesía mexicana y española, así como obras de teatro, óperas, películas y comedias musicales.
Maestro y erudito
Luisa Huertas asegura que más que formar actores, Ibáñez se dedicó al estudio de la palabra, “era un erudito”, asegura, un hombre que nunca dejó de dar clases, “eso fue maravilloso, él siguió en Filosofía y Letras, y era famoso su taller los sábados por la mañana en su casa, hubo gente que estuvo años con él; él siempre estuvo trabajando y estudiando los textos de los Siglos de Oro, estudiando a Sor Juana, a Shakespeare, siempre enseñando y con una mente muy abierta”.
Chabaud dice que ha dejado escuela y alumnos importantísimos y que ellos mismos son propulsores del teatro clásico del Siglo de Oro como Juan Morán y Horacio Almada, a los que se suman un gran número grande de seguidores que sin duda serán continuadores de esa gran obra suya que fue el magisterio y donde dejó la Cátedra Juan Ruiz de Alarcón.
“Pocos como él para entender el verso del Siglo de Oro; la fortuna y la herencia que sí tenemos es que nos dejó maestros que siguen su legado. Hay maestros que desaparecen y tras ellos se cierra su legado, pero en el caso de José Luis nos deja un legado inmenso, no en balde la Caja negra de Filosofía y Letras lleva por nombre José Luis Ibáñez”.
El escenógrafo Gabriel Pascal dice que nunca trabajó con José Luis Ibáñez pero lo conoció y sobre todo lo escuchó leyendo, “era una delicia escucharlo leer a los clásicos”; lo que sí hizo fue editar su libro de memorias.
“Sus alumnos recuerdan que él les decía: ‘tú vas y tocas una puerta, te van a mandar a chingar a tu madre, pero tú no te vas, vas y tocas otra puerta y así hasta que te abran una’, ese es un consejo extraordinario, de nunca darse por vencido, de buscar y buscar hasta que te abran la puerta; es el consejo de un hombre que conocía las dificultades de esto; por eso queda el recuerdo de su inteligencia, su humor y su cultura maravillosa”.
Legado en la comedia
Entre sus montajes más significativos están: Las mariposas son libres, El divino Narciso, La muerte se va a Granada y La vida es sueño; pero también dirigió las óperas La traviata y La bohemia, y en cine dirigió Las dos Elenas, Victoria y Las cautivas.
Sin embargo, hubo otro rubro donde José Luis Ibáñez hizo historia: la comedia musical, que a decir de Luisa Huertas, hizo obras de manera espléndida, “fueron grandes éxitos comerciales. Es que José Luis combinaba de una manera muy liberal unas cosas con otras”; pero reitera que fue un estudioso y un erudito del teatro clásico, es decir, del teatro en verso, que ella en su escuela para estudios de la voz, Ceuvoz, se encargarán de honrar.
Chabaud también habla de la presencia de Ibáñez en la comedia musical: “José Luis abandonó la dirección de escena cuando estaba en su esplendor y quizás también —aventuro la hipótesis—, hubo una especie de rechazo del gremio artístico teatral, porque José Luis era muy cercano a figuras que podíamos pensar más de la farándula que del teatro artístico y culto”.
Recuerda musicales exitosos con Silvia Pinal y Jacqueline Andere, “creo que el gremio artístico no le perdonaba que hiciera teatro comercial, se lo reprochaban mucho y fueron profundamente injustos, sin embargo, no sé qué tanto le habrá pesado a él abandonar la dirección, era un hombre de una inteligencia y una autoexigencia enorme”.
A través de redes sociales, sus amigos, alumnos, colegas lamentaron su muerte; también varias instituciones culturales.
Gabriel Pascal señala: “además de su muerte lamento que no nos podamos juntar para despedirlo, para el duelo, eso es muy fuerte sobre todo con él que era uno de los decanos de los directores, creo que lo vamos a recordar, lo vamos a extrañar mucho y ya tiene garantizada la vida eterna en el recuerdo de todos nosotros”.