Fueron decenas de miles de artistas quienes de 2007 a 2020 estudiaron ballet, jazz o danza contemporánea en La Cantera, estudio que se ubicó en la colonia Tabacalera y que fundó el coreógrafo y bailarín, también director de la compañía A Poc A Poc. El proyecto prácticamente fue levantado de cero y, aunque Camarena sintió que se había cumplido un ciclo, en sus palabras hubo desencanto al hablar del cierre, lo amargo de ver cómo, en medio de un conflicto legal, bajo condiciones cada vez más difíciles, el proyecto en el que se invirtieron años de trabajo se desmoronó poco a poco.

En medio de esa crisis, cuenta Camarena, se solicitó el apoyo México en Escena, que, en ese último intento, no recibió La Cantera. “Tener un proyecto de largo aliento no es posible sin un apoyo”, afirma.

Academias de danza: el reto de lograr apoyos y sobrevivir
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El diagnóstico, cuenta Erandi Fajardo, directora del Consejo, le sirvió al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) para determinar ciertos ejes en su programa, lo cual es positivo, salvo que la Institución “no ha querido asumir el reto de evaluarse a sí misma”.

Tras un periodo inicial en el que el Consejo y la Coordinación Nacional de Danza, perteneciente al INBAL, colaboraron en programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, la institución no respondió la petición de retroalimentar y atender puntos pendientes en el Diagnóstico; el estatus y necesidades de circuitos escénicos, festivales, investigación y, por supuesto, academias (fallos sistémicos heredados por esta administración) son analizados.

“Sabemos que los cambios no son mágicos, pero tampoco hay una política eficiente de la Coordinación Nacional de Danza para atender las problemáticas que el sector ha manifestado y evaluado; lo que vemos es desinterés y funciones acotadas que no tienen impacto real en el país”, señala Erandi Fajardo.

El INBAL, además, desatendió la gestión de capacitaciones para que las academias pudieran hacer transmisiones en línea durante la pandemia —continúa— “un conocimiento que no había y era necesario”. Entonces, en algunos estados, los gimnasios, negocios con un modelo similar al de las academias de danza debido al contacto físico, pudieron acordar protocolos y permisos de apertura conforme cambió el semáforo epidemiológico. Una ventaja que no tuvieron las academias porque su modelo de negocio, relacionado con el arte, sigue siendo desatendido por la institución federal.

En el confinamiento, dice Camarena, “incluso los table dance abrieron antes que las academias de danza”. Algo sintomático de un escenario más complejo en el que Fajardo abunda: “Quienes se dedican al trabajo en las academias lo hacen con sus propios recursos, sin orientación, a veces con el desconocimiento de dónde acudir para tener determinados estímulos económicos; a diferencia de otros sectores comerciales que sí tienen seguimientos, incluso apoyos económicos, registros y permisos. Las autoridades no han atendido las vías económicas sustentables de los espacios comerciales con fines culturales”.

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Sin embargo, para las necesidades de un negocio y proyecto cultural de este tipo, 35 mil pesos se convierten en una cifra casi simbólica. Cecilia Raigosa, directora de Leitmotiv Agency, academia que cerró en la pandemia, detalla que se requieren alrededor de 100 mil pesos al mes para mantener un proyecto de este tipo (de 30 a 40 mil para infraestructura; y quizá 60 mil para pagar una nómina de 10 maestros con un sueldo bajo). Y se olvida también que una academia es una fuente de empleo, señala.

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La pauperización que denuncia el Consejo deja ver también que en condiciones extremas (una pandemia, un sismo), la supervivencia de las academias es aún más difícil; ni el INBAL ni el Consejo han hecho un censo de cuántas han cerrado en esta administración, pero entre ellas, pueden nombrarse proyectos como Danzas Polinesias Raumaire (Colima), Escuela de Danzas Polinesias HULA (Estado de México), Azteca Quetzaliztli (Guanajuato), Dansart (Nuevo León), Cantera Flamenca (Michoacán), Taller de Danza Cutzi (Michoacán) y dos de las más importantes a nivel nacional: La Cantera y el Estudio de Danza Ema Pulido, especializado en jazz, que cerró el 1 de mayo de 2021 después de una trayectoria de 44 años, tras no sobrevivir a la pandemia.

La maestra Pulido, su fundadora, es consciente de que fue criticada y se le negaron apoyos por tratarse de una figura televisiva; sin embargo, eso mismo le permitió mantener una academia tan importante durante décadas. Durante el confinamiento, la maestra quiso mantener empleados, maestros y becarios, pero sólo se fue endeudando.

Camarena cree que, a pesar de los males heredados, hace 15 años su proyecto hubiera sobrevivido. “Si la comparamos con otras administraciones, la precarización es aguda, y el dinero que se reparte es poco y en muchos pedazos. La 4T entró tumbando presupuestos”, señala. El ejemplo de La Cantera muestra, además, que las condiciones pandémicas o pospandémicas no fueron el golpe principal: la academia cerró una semana antes del confinamiento, lo cual revela dos factores: que los proyectos emanados de la sociedad civil sobreviven prácticamente en el día a día, así como el poco diálogo entre éstos y el INBAL.

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