Los sacerdotes del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlán , quienes vinculaban al dios Xochipilli-Macuilxóchitl con quetzalcoxcoxtli —un ave que silba al amanecer y ahora se conoce como cojolita—,le consagraron una importante ofrenda que desde hace pocos días estelariza la exposición temporal Una ofrenda a Xochipilli. Entre luces canta y llega el sol.
Inaugurada en el Museo de Arquitectura Maya , Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad (MABS), en la ciudad de San Francisco de Campeche, la muestra organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), expone por primera vez en esa entidad la totalidad de una oblación mexica procedente de la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
Se trata de la denominada Ofrenda 78, descubierta en mayo de 1978 dentro del Templo Rojo Sur del centro ceremonial prehispánico, y cuyos dones, consistentes en 83 piezas —de las cuales se exhiben 82— incluyen figurillas, restos de animales marinos, réplicas en miniatura de instrumentos musicales y tres cuchillos de sacrificio hechos de piedra y de tamaño monumental.
Con aproximadamente un metro de altura cada uno, los cuchillos se presentan como las más destacadas piezas del montaje, pues además de su tamaño simbólico, lucen los atavíos de Xochipilli-Macuilxóchitl en su advocación de sol-niño: una mano o mariposa alrededor de los labios, el rostro pintado de rojo, gorro de plumas finas y cresta de pájaro. En la espalda, el personaje porta un abanico con la bandera solar y remate de quetzal.
De acuerdo con la arqueóloga Patricia Ledesma Bouchan, curadora de la exhibición, Xochipilli era la figuración del sol al amanecer por lo que el color rojo lo caracterizaba; los cuchillos de sacrificio, en tanto, se asociaban con la muerte y el inframundo, de allí que al producir tres cuchillos rojos y con su rostro tradicional, “los mexicas estaban indicando que el dios se encontraba en el inframundo”.
La también directora del Museo del Templo Mayo r (MTM) comentó que la exposición ahora instalada en Campeche, tras su paso por su recinto de origen en la Ciudad de México y el Museo Maya de Cancún, en 2015 y 2017, respectivamente, está dividida en cuatro módulos temáticos: Definición de ofrenda mesoamericana, El Tamoanchan y el culto a Xochipilli, La música como parte de las ofrendas y El patrimonio material e inmaterial como legado de los pueblos indígenas.
De este modo, la museografía busca mostrar cuál era la función de las ofrendas y el modo en que los objetos que las integraban eran dispuestos, dependiendo de los pedimentos hechos. Un ejemplo de la Ofrenda 78 es la asociación que tenía con Tláloc y la fertilidad, toda vez que en el depósito arqueológico se hallaron pequeñas figuras de los tlaloques, ayudantes del dios de la lluvia.
Cabe añadir que a la muestra, procedente del Templo Mayor, se sumaron 16 piezas etnográficas propiedad del antropólogo físico y profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Carlos Teutli Solano.
La idea de incluir este acervo contemporáneo, consistente en instrumentos musicales de comunidades indígenas del centro de México, es mostrar que, si bien con el paso del tiempo han cambiado las cosmovisiones, “existe una evidente continuidad material entre muchos de los objetos músico-rituales que se empleaban en tiempos prehispánicos y los que se usan en la actualidad”, señaló la arquitecta Claudia Escalante Díaz, directora de Museos del Centro INAH Campeche.
La exposición Una ofrenda a Xochipilli. Entre luces canta y llega el sol puede visitarse en el Museo de Arquitectura Maya, Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad, (calle 8 casi esquina con calle 57, Centro Histórico de Campeche) hasta el 30 de junio. El ingreso es con el boleto de admisión al museo. Entrada gratuita para maestros, estudiantes, menores de 13 años e INAPAM. Los domingos el acceso es libre a público nacional y extranjeros residentes.
akc