Para delinear el rastro de la Novena sinfonía, de Ludwig van Beethoven, en México, ciertos hechos aparentemente aislados en la vida de la soprano alemana Henriette Sontag son centrales. Más allá de la expectativa internacional sobre la efeméride del bicentenario —se estrenó un 7 de mayo en Viena—, existe un vínculo particular.
Entre Meneses y Carrillo
Es necesario recapitular el impacto de Beethoven en México, antes de llegar a Sontag. En la década de 1860, el público descubrió las sinfonías a través de los arreglos para piano a cuatro manos, explica el musicólogo Lázaro Azar. Bajo la batuta del compositor Melesio Morales, en 1870, como parte de la celebración por los 100 años del nacimiento del compositor alemán, fueron interpretadas por primera vez las sinfonías 2 y 5, dato en el que coinciden Azar y Áurea Maya, investigadora del Centro Nacional de Investigación Musical “Carlos Chávez” (Cenidim). “Allí empieza el cuento, la ilusión de tocar la integral de Beethoven en México. Empresa que no era fácil porque no había orquestas estables”, dice Azar, y Maya, también doctora en Historia del Arte por la UNAM, recalca: “La figura de Beethoven en el siglo XIX mexicano fue más que nada referencial en los periódicos; pocos supieron cómo se escuchaba. Músicos como Tomás León y Julio Ituarte obtuvieron las reducciones de las partituras y las tocaron en tertulias caseras".
Tras el clima convulso del siglo XIX, la Novena se estrenó 40 años después de los estrenos de Morales, poco antes del estallido de la revolución: el 6 de noviembre de 1910 vio la luz en el desaparecido Teatro Arbeu y se interpretó una segunda ocasión el día 10.
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Uno de los pocos conjuntos que con el tiempo tomó forma sólida y se volvió profesional, la Orquesta del Conservatorio, tuvo un papel crucial para materializar la Novena en México. El legendario Julián Carrillo, que entonces era más conocido por ser director de orquesta que por el Sonido 13, fue contactado por Carlos Moctezuma, un maestro que le notificó que la Orquesta del Conservatorio se negaba a acompañar la graduación de dos de sus alumnas. Por lo que Moctezuma le propuso a Carrillo hacer una orquesta, detalla Azar. Carrillo, “quien ha sido el director que tal vez más veces ha dirigido el ciclo de las sinfonías de Beethoven”, aceptó y tuvo la idea de interpretar un ciclo con la integral.
Era 1909. Carrillo fundó la Orquesta Beethoven, supeditada a tocar con el material del Conservatorio cuando éste no fuera utilizado. Carlos J. Meneses, que dirigía la Orquesta del Conservatorio, se enteró de los planes de Carrillo y organizó, a finales de año, un concierto dedicado al escritor Justo Sierra, quien tuvo un papel crucial en el desarrollo académico del país y publicó, el 4 de enero de 1910, una carta en agradecimiento, recalcando que sólo se alcanzaría la cima hasta ofrecerle al público la integral de Beethoven para demostrar que México “no era un pueblo bárbaro”.
Meneses le tomó la palabra y le dijo que se necesitaría mucho dinero para llevar a cabo esta tarea. La Secretaría de Educación Pública, de la que Sierra fue secretario de Instrucción Pública en el último tramo del gobierno de Porfirio Díaz, se comprometió a apoyar la Orquesta y destinó dinero mensual para los cantantes del coro que estarían en el estreno de la Novena, cuenta Azar. Estreno propicio para autoafirmar la identidad nacional durante el centenario de la Independencia. Así, Meneses planteó que las sinfonías fueran tocadas en ocho programas y, de forma simbólica, Carrillo, devoto de Beethoven, perdió la batalla. “Díaz le asignó las fiestas del Centenario a Carrillo para que él organizara su festival, pero no incluyó a Beethoven”, precisa Maya.
Los pasos de Sontag
La conformación de la identidad nacional es el puente que une a México con la Novena sinfonía. El 17 de mayo de 1854, en la ceremonia de premiación de la convocatoria del Himno Nacional, se le pidió a Henriette Sontag cantar la letra que escribió Francisco González Bocanegra.
Considerada una de las mejores artistas del mundo, alabada por gigantes como Gioachino Rossini, Sontag, que cantó en el estrenó de la Novena sinfonía, a petición de Beethoven, también estrenó nuestro Himno Nacional, detalla Azar; Sontag estaba en México como parte de una compañía de ópera italiana dirigida por Giovanni Bottesini, “cuyo talento equivalía, en el contrabajo, al de Paganini en el violín”. El estreno tuvo música que no es la que hoy conocemos y compuso Jaime Nunó, sino que fue hecha por el propio Bottesini sin terminar de ser del agrado del público. Justo un mes después, Sontag falleció en Tlalpan.
Azar cuenta, además, que posee un álbum que data de 1861 y perteneció a María del Pilar Moreno y Paz, cantante que vivió en Toluca. Lo adquirió en un lote de viejos cuadernos musicales. Moreno y Paz, quien provenía de una familia pudiente, procuraba el contacto con artistas que llegaban a México, aunque no pudo dedicarse a la música porque era mal visto “que una señorita de sociedad se dedicara profesionalmente a ello”. Por supuesto, se hizo amiga de Sontag, quien le compartió una obra empastada que le perteneció: el aria “Ah! vous dirai-je, maman”, de la ópera Le toréador, ou L'accord parfait, de Adolphe Adam, autor del ballet "Giselle", misma aria que utilizó Mozart para las variaciones de lo que devino en Estrellita, ¿dónde estás? “Es una versión de voz y orquesta. Se nota que cuando cantó aquí fue de voz y piano, lo cual pudo servir para una tertulia y que permitía un lucimiento por parte de ella”.
Se tiene proyectado, continúa, que el día en que se celebra el bicentenario, estos papeles sean exhibidos en el Teatro Degollado de Guadalajara, donde la soprano Sophie Gordeladza, invitada especial, y la Orquesta Filarmónica de Jalisco interpretarán, bajo la batuta de José Luis Castillo, la Novena como parte del Festival Cultural de Mayo. “Sería simpático que estén en el Teatro Degollado porque cuando la Sontag llegó a México le llevaron a una niña para que la escuchara cantar. La niña era Ángela Peralta. La Sontag le auguró un futuro exitoso; le dijo que debía estudiar mucho y que tendría que irse a Europa. Lo curioso es que si llevo estos papeles a Guadalajara, de alguna forma haría un círculo porque el Teatro Degollado lo estrenó Peralta”, señala y, adentrándose en el desarrollo de la Novena en la últimas décadas da un dato curioso: este año se estrenó en Sonora, mientras que en Campeche sucedió lo propio en 2023.
Entre las décadas del 60 y el 70, la Novena se volvió canónica en los repertorios sinfónicos de las orquestas mexicanas, retoma la palabra Maya: “Entre el 89 y el 92, la Sinfónica Nacional, a cargo de Enrique Diemecke, programó varias Novenas con una calidad impresionante”. Azar y Maya enlistan las grandes Novenas que se han hecho en México: las de Herrera de la Fuente, Enrique Bátiz y Fernando Lozano. “En los últimos años ha venido a menos, nuestros grandes directores mexicanos han ido falleciendo, ahora viene una generación de jóvenes mexicanos de los que recién empezamos a escuchar”, dice la investigadora.
Ambos lamentan que para las autoridades haya pasado un poco de noche la efeméride. En el Palacio de Bellas Artes, que tiene el monumento a Beethoven a un costado, no hay programación alusiva ese día. “Yo diría que, a veces, a las autoridades se les pasan las efemérides y las quieren sacar al día siguiente”.
Rodrigo Macías —quien dirigirá la Novena con la Orquesta Sinfónica de México en el Auditorio Nacional el 7 de mayo— dice que “esta obra tiene 200 años, pero sigue tan fresca como siempre. Tal vez ahora su mensaje es más necesario, con los tiempos que corren, más que hace 200 años”.