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El 30 de junio de 1520 tuvo lugar la Noche Triste, hecho histórico en el que el ejército encabezado por Hernán Cortés fue doblegado por única ocasión por las fuerzas mexicas, y por ello, para algunos sectores, este suceso debiera ser denominado de otra forma, porque sólo fue triste para los españoles.
Sin embargo, Carlos Javier González, doctor en Estudios Mesoamericanos; Arturo Montero, maestro en Historia; y Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, reflexionan sobre este momento histórico y señalan que la discusión ya debería ser superada.
La Noche Triste, explica Carlos Javier González, fue resultado de una serie de acciones que tuvieron lugar tras el encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma II, el 8 de noviembre de 1519, en el actual cruce de República de El Salvador y Pino Suárez, en el Hospital de Jesús.
Desde el encuentro, Cortés y su ejército estuvieron alojados en el Palacio de Axayáctl, situado donde actualmente está el Nacional Monte de Piedad, a un costado de la Catedral Metropolitana, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
“De noviembre de 1519 a mayo de 1520 no había ocurrido ningún altercado entre conquistadores y mexicas”, dice González; sin embargo, a finales de abril llegó a Veracruz Pánfilo de Narváez, enviado por Diego Velázquez, gobernador de Cuba.
Mientras Cortés estuvo fuera de Tenochtitlan, Pedro de Alvarado, quien “se distinguía por ser bastante sanguinario”, se quedó a cargo de alrededor de 150 hombres.
Carlos Javier González explica que de acuerdo con fray Bernardino de Sahagún, los mexicas celebraban del 4 al 24 mayo a Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, pero en 1520 en esa fiesta De Alvarado “realizó una matanza”, y lo más probable es que haya sido el 23 de mayo.
“A raíz de esa matanza, los mexicas estaban desarmados, fue un abuso total, los españoles se tuvieron que refugiar en el palacio de Axayácatl, donde Moctezuma II los había refugiado desde noviembre. Pedro fue el que realizó sin piedad la matanza, habría que considerarlo como un personaje sumamente sanguinario. De haber estado Cortés, la matanza de Tóxcatl probablemente no habría ocurrido. Era muy impulsivo”.
Cortés volvió a Tenochtitlan y logró entrar a Axayácatl el 25 de junio; del 26 al 30 hubo varios combates, pero los extranjeros tenían un problema: estaban acuartelados.
En medio de las contiendas, Moctezuma II quiso dar un mensaje, pero los mexicas no lo permitieron porque lo consideraban un traidor.
“Nosotros seguimos ahí y ya pasó medio milenio (de la Noche Triste), visto así es problema de la desigualdad social contemporánea”
ARTURO MONTERO, arqueólogo
“Se supone que a Moctezuma II le habría tocado una pedrada y según las cartas de Cortés, el emperador habría muerto el 29 de junio, pero esa es una versión porque la versión de indígenas dice que los mexicas lo mataron, y una tercera versión dice que Moctezuma no quiso atenderse (la herida) y murió. No sabemos a ciencia cierta qué ocurrió”.
Lo que sí sabe, dice González, es que Cortés huyó con su ejército y que al llegar a la altura de donde actualmente está la Alameda Central se enfrentaron a los mexicas; fue esa la única ocasión en que el ejército de Cortés quedó superado.
Los sobrevivientes fueron guiados por los tlaxcaltecas hasta Naucalpan. Después, Cortés y su ejército lograron regresar a Tlaxcala, donde pudo reconstruir sus fuerzas, construyó bergantines y planeó el final de Tenochtitlan, que tuvo lugar el 13 de agosto de 1521.
Reflexión histórica
Tras la derrota de los españoles surgieron diferentes posicionamientos sobre la historia, han surgido leyendas como el árbol de la Noche Triste, que no aparece en ninguna fuente histórica, e incluso se ha planteado cambiar el nombre de ese evento; sin embargo, los especialistas señalan que es una discusión innecesaria.
El especialista habla de los tlaxcaltecas. “No fueron traidores, porque se traiciona a un amigo, no a un enemigo, y los tlaxcaltecas se unieron a los españoles porque vieron una oportunidad de vencer a sus acérrimos enemigos, los mexicas”.
Carlos Javier González también sostiene que más que celebrar o conmemorar el cumplimiento de los 500 años de la Noche Triste, debería ser “un pretexto” para emprender nuevos estudios.
La idea es secundada por el también arqueólogo Arturo Montero, quien resalta que en México aún se mantiene una discusión sobre la forma en que se debe llamar a un hecho de hace 500 años.
“Somos hijos de un parto telúrico de sangre y fuego. No hay vencedores ni vencidos. Los franceses y alemanes son parte de la comunidad europea y se aventaron dos guerras mundiales hace menos de 100 años. Nosotros seguimos ahí y ya pasó medio milenio, visto así es problema de la desigualdad social contemporánea. La visión que tenemos y el rencor es parte de una sociedad moderna desigual frente a la expoliación de los extranjeros. No hemos subsanado la herida, pero hay que tener en cuenta que era un ejército multiétnico que encuentra en los españoles el factor o pivote de fuerza para enfrentarse a Moctezuma”.
Por su parte, Leonardo López Luján señala que el término de la Noche Triste “obviamente es un apelativo que surge de la historiografía española, es decir, de la visión de los vencedores. Ese es el nombre con el que se conoce hoy el acontecimiento, pero cada quien puede rebautizarlo como mejor le parezca”.
“Siempre es muy fructífero repensar nuestra propia historia, hacer nuevos escrutinios de la memoria colectiva. Reinterpretar científicamente el pasado desde la perspectiva actual nos permite lograr una mejor comprensión de aquellos fenómenos que siguen proyectando sus luces y sus sombras sobre nosotros. En tanto arqueólogo, no soy muy afecto de las efemérides ni de la historia de bronce, de incensar a individuos, generalmente varones, como militares que ganaron batallas o políticos que pronunciaron frases célebres. Mi oficio se ocupa más bien de las sociedades humanas en su conjunto y de procesos de larga duración”, dice López Luján.
“Reinterpretar científicamente el pasado desde la perspectiva actual nos permite lograr una mejor comprensión de aquellos fenómenos”
LEONARDO LÓPEZ LUJÁN, director del Proyecto Templo Mayor
Suceso arqueológico
Cuando los españoles huyeron de Tenochtitlan, lo hicieron con un botín, conformado entre otras cosas por oro en forma de “láminas”.
El 13 de marzo de 1981, al norte de la Alameda Central, se halló en la ruta de fuga de los españoles una barra metálica de 26.2 cm de longitud, 5.4 cm de ancho y 1.4 cm de espesor.
El objeto bautizado como Tejo de Oro fue estudiado y los resultados fueron dados a conocer a finales de 2019 por López Luján, director de Proyecto Templo Mayor: “Compaginando la información química, histórica, arqueológica e iconográfica, llegamos a la conclusión de que se usaron joyas mexicas para elaborar este lingote español y que esto habría sucedido entre el 8 de noviembre de 1519 y 30 de junio de 1520, es decir, entre la primera llegada de Cortés a Tenochtitlan y su huida en la llamada Noche Triste”, explica.
El director del Templo Mayor indica que él y su equipo ya dieron por terminada esa investigación, aunque no descarta que en un futuro haya otro equipo que decida indagar en otros elementos del Tejo de Oro que resguarda el Museo Nacional de Antropología.