Érase una vez, en una tierra muy muy lejana; una hermosa villa mágica, oculta de los ojos del mundo e invisible para aquellos que en esta historia no crean. Más allá de donde terminan los sueños, entre las montañas, donde una larga estela de luz comienza a caer, desintegrándose por sí misma, en forma de colores embellecidos separados uno a uno. El color verde era siempre el primero en caer, detrás de una vieja cabaña de duendes obsequiandoles así el don de la belleza, esparcido en sus rosas expresando su esencia. La segunda estela se hizo presente, atravesando fugazmente el bosque; topándose enfrente de la gran familia de osos que ahí vivían, el don de la sabiduría transformado en un pequeño cuarzo amarillo.
El azul apareció en el cielo, rozando suavemente las estrellas, llegando a la cumbre, regresó a la tierra en forma de suaves copos de nieve, los cuales cayeron sobre los muñecos de nieve que los pequeños del pueblo habían creado; al cobrar vida, tomaron a los niños de las manos, riendo a carcajadas patinaron en paz y armonía, por toda la aldea.
Al amanecer el color rojo sobrevoló los Alpes, dejando derramar su calidez exquisita sobre aquellos que la observaban, enaltecida se dejo vencer frente a las narices de los renos; quienes con el amor que la estela les había dado, presenciaron el nacimiento de los nuevos.
Finalmente, la última estela se hizo presente, una potente luz blanca; no importaban los vientos fuertes que esta atravesara, ella era capaz de erosionar a las montañas y rocas más duras sin desmaterializarse, pese a todo, a esta nunca se le veía caer.
Con el paso de los años, su presencia fue mermando, al grado de hacer de ella solo una leyenda; perdiéndose así la aparición de las estelas de luz con sus respectivos dones. Llenándolos a estas de oquedades y oscuridad, perdiendo la magia que había, extinguiendo la llama de la felicidad, dándole paso a un frío invierno.
¿Qué les pareció niños? Preguntó el abuelo.
Excelente, ¿Qué crees que sea esa gran estela? Preguntó mi pequeño hermano
No sé, es solo una leyenda Enzo, ninguna de esas estelas ha existido jamás.
Solo es imposible si lo crees Ezra. –Me dijo el abuelo- Esta historia ha sido contada cientos de veces, de generación en generación lo que la hace ser parte de nuestra historia.
Por otra parte, esperanza y fe, es todo en lo que se basa nuestro ser, tú Ezra, lo ves como la existencia, como la fuerza de voluntad, cuando crezcas te darás cuenta que vienen una de la otra. Ahora niños, si quieren ver por la mañana sus merecidos regalos, será mejor que duerman ya. Después de todo, la leyenda está inspirada en la época y no habría de dejar a grandes niños sin sus regalos.