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En los textos sagrados de los mayas, entre ellos los Libros de Chilam Balam y el Popol Vuh , considerados como algunos de los escritos mayas más importantes de la historia, se lee cómo la tierra desde tiempos muy antiguos era concebida como un ser con vida y corazón. Un ser muy especial, de donde emergió el maíz, que dio origen a los hombres y mujeres de maíz. Este ser fue percibido como la madre, la Madre Tierra. De ella se alimentaban, a ella le debían la vida y de ella dependía su existencia.
Esta concepción pervive en muchos de los campesinos y campesinas del sur de México. Quizá por esto, en los estados donde se construirá el Tren Maya, la propiedad social representa una parte considerable de su propiedad total. De acuerdo con el Registro Agrario Nacional, en Quintana Roo, el 61 por ciento de su propiedad es ejidal; en Yucatán, el 55 por ciento; en Campeche, el 50 por ciento; en Chiapas, el 49 por ciento; y en Tabasco, el 43 por ciento (RAN, 2018). Así, a 27 años de que se impulsó el mercado de tierras, con la reforma al artículo 27 constitucional, el sur del país mantiene una propiedad social muy importante.
Además, los ejidos en estos estados, representan más del 18 por ciento del total de los ejidos del país (RAN, 2018). Esto evidencia que la tierra no se ha vendido masivamente, y en muchos casos se han vivido intensos procesos organizativos para defenderla. No olvidemos, al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, quien declarándole la guerra al gobierno mexicano, tuvo como una de sus demandas principales, a la tierra.
También es importante indicar que a partir de los datos del Censo Ejidal, en los estados donde se hará el Tren Maya, se registra una intensa problemática ejidal. Los problemas de linderos al interior del ejido suman 425 y con sus colindantes se registran 528. Además, 451 ejidos tienen problemas de invasión de terrenos (INEGI, 2007).
Aunado a esto, cerca de la mitad de los ejidos “indígenas” de todo el país, considerados así porque la o el presidente del comisariado ejidal es hablante de lengua indígena, se encuentran en estos cinco estados (INEGI, 2007).
Este es sólo una parte del escenario al que se enfrentará el Tren Maya, en donde la tierra, reitero, desde tiempos muy antiguos ha sido considerada como el ser más especial. Como parte de esto, la agricultura y ganadería, que alimenta a la población, juegan un papel fundamental. Al respecto, el Marco Censal Agropecuario muestra que Chiapas y Quintana Roo son de las entidades en donde la mayor parte de la superficie corresponde a terrenos con actividad agrícola. Por su parte, Yucatán y Campeche son de los estados con una mayor superficie dedicada tanto a la agricultura y a la ganadería (INEGI, 2016).
En este sentido, todos los ejidos, fundamentalmente los que incorporarán sus tierras al proyecto del Tren Maya (para venderlas, rentarlas o cederlas a un fideicomiso como se ha declarado que se hará con las FIBRAS financieras), tendrían que acordar el destino de sus propiedades. Cabe aclarar que esto es distinto a la consulta libre, previa, informada y culturalmente adecuada que el gobierno mexicano tiene que hacer en los territorios de los pueblos indígenas.
Así, esperamos que por el futuro de las y los ejidatarios, de los ejidos, de la alimentación, de la propiedad social y de la Madre Tierra, al menos los 160 ejidos que serán afectados directamente (RAN, 2019) por el Tren Maya, discutan y acuerden en sus asambleas ejidales, cuál será el futuro de sus tierras; en qué trabajarán; cómo les garantizarán los empleos prometidos; cómo les asegurarán las rentas de sus propiedades (en caso de entrar al fideicomiso), entre otros. De lo contrario los costos políticos, sociales, culturales y ambientales serán inmensos, en un espacio donde el México profundo ha despertado.