Para Wesley Bocxe, abrazo fraterno
Otra vez en septiembre, y de nuevo en 19. Segundo terremoto que nos sorprende en la redacción en este mes; pero este último, sin duda, si nos hizo pensar en la posibilidad de la muerte. Ustedes lo saben, todo se movía como si de pronto estuviéramos en un barco a la deriva en la mitad del océano; la diferencia fue que esta vez no tuvimos ese minuto vital que da una alerta sísmica, y en eso se parecía del todo a 1985.
Leo a Villoro y coincido, somos del lugar “donde dos rayos caen en el mismo sitio”, imposible superar esa metáfora. Sobrevivimos al 19 S de 1985 y ahora al de 2017, 32 años después. Pasamos del simulacro habitual, a caminar sobre escombros dos horas más tarde. Sin embargo, no hay tragedia que esta ciudad y su gente no puedan superar.
Pasado el susto, empezó a tomar dimensión la tragedia, aunque esta vez el Centro se veía moderadamente golpeado, la sorpresa de saber que lo peor había ocurrido hacía el sur fue la novedad, la Del Valle, Roma Sur, Condesa, Coyoacán, Villa Coapa y Xochimilco, los nuevos epicentros del desastre y la muerte.
Esta vez no salí a tomar imágenes, comencé a verlo todo a través de nuestros fotógrafos, fue una experiencia nueva en ese sentido, pero reveladora en muchos aspectos. Las páginas del diario dan testimonio de esa diversidad y del esfuerzo de mis compañeros.
Durante estas primeras 72 hrs. hemos revisado miles de imágenes de nuestro staff y otros colegas. En este lapso armamos tres portadas y una edición especial, llamada Extra, que lanzamos a las calles a las ocho horas posteriores al terremoto con las primeras imágenes del desastre.
Sí, una edición impresa extra en tiempos de Internet, Wifi y redes sociales. Fue un lujo y un ejercicio fabuloso para todos los que participamos. Insisto, las tragedias y situaciones límite nos ponen a prueba.
Y esta no ha sido la excepción, de pronto descubrimos a nuestros millennials en las calles, organizando brigadas en bicicletas, distribuyendo ayuda y ubicando por redes las zonas de mayor angustia. Pero también descubrimos, a diferencia de 1985, un gobierno federal y local presente, organizado y activo.
Más de 30 mil elementos del Ejército, la Marina y Policía Federal en las calles, levantando los escombro y rescatando a víctimas.
Por eso es falso inferir que la ciudadanía hoy tenga las riendas de la catástrofe, sólo hay que ver los círculos de seguridad alrededor de cada derrumbe, para comprobar que son autoridades de todos los órdenes de gobierno, bajo el protocolo de Protección Civil, quienes dirigen las operaciones de rescate y canalizan la ayuda civil. Pero esto no es negativo, al contrario, así sucede en el primer mundo; por ejemplo en Nueva York, en 2001, a las pocas horas de los ataques, la policía y guardia nacional ya tenían el control de todo, para eso sirve el Estado, aún en una sociedad tan polarizada como la nuestra.
Sin embargo, los verdaderos héroes que construyen patria están todavía en la calle, son los miles de voluntarios que se han desbordado en las zonas afectadas, que llevan palas, agua, ropa, comida y que regalan su tiempo y esfuerzo sin esperar nada a cambio.
Y es en este sentido me quedo con las primeras 48 horas del desastre, cuando el sentimiento de unidad y compasión nos hizo un sólo país; cuando de pronto se dejó todo lo superficial de lado; cuando salir de los escombros fue la experiencia más cercana a volver nacer.
Por eso, me quedo con esas primeras horas que nos regalaron a la medianoche, la entonación espontánea del Himno Nacional desde un derrumbe en la Condesa; ahí juntos, ciudadanos, obreros, estudiantes, soldados, policías, rescatistas y voluntarios fueron una sola voz.
Ellos son los verdaderos héroes de este septiembre roto.
@MxUlysses