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Esta semana, la organización Freedom House dio a conocer los resultados del reporte anual sobre libertad en el mundo, Freedom in the World 2018. Democracy in Crisis –en castellano: Libertad en el mundo 2018. La democracia en crisis.

En 2017, los derechos políticos y las libertades civiles en el mundo físico y digital se deterioraron hasta su nivel más bajo en la presente década.

En 2017, disminuyeron los derechos políticos y las libertades civiles en 71 países. Solo en 35 naciones se registraron algunos adelantos en la materia. “El derecho a elegir líderes en elecciones libres y justas, la libertad de prensa y el Estado de derecho, están bajo asalto y en retirada a nivel mundial”.

De acuerdo con lo asentado en el referido reporte, en 45 por ciento de las naciones hay libertad; 30 por ciento gozan de relativa libertad y en 25 por ciento no hay libertades. En cuanto a la población global, 39 por ciento goza de libertades; 24 por ciento parcialmente, y 37 por ciento no tiene libertades.

Según Freedom House, en la gran mayoría de naciones en América Latina se goza de libertad. México, sin embargo, fue ubicado en el reducido número de naciones que presentan una relativa libertad. Ello resulta muy lamentable y debería preocuparnos.

En el citado reporte además se dedican las siguientes líneas a México: “La asediada administración de México se resistió a las reformas que ayudarían a abordar la corrupción desenfrenada, el crimen organizado y un sistema de justicia en ruinas”.

El primer domingo de julio celebraremos las elecciones más importantes del siglo XXI para los mexicanos. Por ello sorprende –y decepciona– que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) haya aceptado avalar la entrega de tarjetas como propaganda electoral, cuando la compra de votos tendría que ser sancionada como un grave delito.

Una de las fórmulas que suelen emplearse para contender el cambio democrático –además de validar la compra de votos–, radica en extender la frustración democrática en la población.

La propaganda negra sirve también a ese propósito: extender la frustración democrática. El ciberespacio es el territorio idóneo para difamar, calumniar, viralizar todo tipo de rumores.

El Instituto Nacional Electoral parece desbordado por la guerra sucia –y apenas estamos en el mes de enero–. Contra López Obrador se ha desplegado una evidente campaña de propaganda negra, la cual comprende desde pintas en Venezuela afirmándole apoyo, hasta presuntos acuerdos con Rusia y operadores de Putin –John Ackerman–, señalado por Krauze Jr.

Juan José Rendón, venezolano, conocido experto en propaganda negra, recientemente declaró que utilizará todos los medios para evitar que el precandidato presidencial de la coalición Juntos Haremos Historia triunfe en las elecciones del primero de julio. El INE, por supuesto debió dar respuesta. ¿Quién se cree JJ Rendón para intervenir en el desarrollo de la vida democrática en México?

Lo cierto es que con Rendón o sin él, las campañas de propaganda negra, en el mundo físico y digital, seguramente subirán de tono. Ello, en perjuicio de nuestra incipiente calidad de vida democrática.

El reporte que recientemente presentó la organización internacional Freedom House ofrece una triste conclusión, que bien puede ser recuperada para nuestro aturdido México: “Quizás lo peor de todo, y lo más preocupante para el futuro, es que los jóvenes, que tienen muy poco recuerdo de las largas luchas contra el fascismo y el comunismo, pueden estar perdiendo la fe y el interés en el proyecto democrático”.

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