Una broma que se escucha en los corrillos políticos, tras el destape litúrgico de José Antonio Meade, ilustra la percepción que dejó la postulación del candidato del PRI, sobre el papel que jugó Luis Videgaray Caso como el artífice, impulsor y “destapador” oficial de la candidatura del ex secretario de Hacienda: “Seis años más de PRI podría aguantarlos, pero no seis años más de Videgaray”, reza la frase que circula entre priístas de la cúpula.
Y es que después de que el canciller se arrogó una facultad que el viejo ritual priísta marca como “sagrada” del presidente, y de las declaraciones de éste sobre “despistes y despistados”, la nominación final de Meade confirmó al país que las grandes decisiones de este gobierno siempre fueron compartidas —o impuestas— entre Peña Nieto y Videgaray, cuyo poder hoy se equipara al de personajes tan conspicuos y oscuros, como Joseph Marie Córdova Montoya en el salinato.
Eso lleva a muchos a inferir que, igual que Córdova garantizó su influencia transexenal, con la accidentada llegada al poder de Ernesto Zedillo, ahora, al empujar con todo a su amigo de la universidad y compañero de grupo, Videgaray también busca alargar su poder más allá de 2018. Con la candidatura de Meade Kuribreña, de la que convenció a Peña con encuestas y argumentos de que “era el candidato que más sumaba votos externos y de panistas”, y con una estrategia para que el Presidente vuelque todo el aparato federal, incluidos programas y recursos públicos, en la próxima contienda presidencial Videgaray quiere apuntalar su proyecto.
Hoy que ya Meade se registra como precandidato y levanta simpatías y adhesiones lo mismo de panistas “rebeldes” que de empresarios, mientras lo pasan por un forzado “baño priísta” con los arcaicos y huecos sectores del viejo partido, su primer gran reto es ver si entusiasma y gana el voto duro de la militancia y cúpulas tricolores que, por lo bajo, se dicen “maltratadas y ofendidas” por un candidato con evidentes vínculos panistas, pero que quiere ganarse y convencer al priísmo al grito de “háganme suyo”.
La primera incógnita es si este economista, con imagen de técnico y funcionario eficiente, y promovido por sus impulsores como político de “trayectoria limpia”, resistirá el golpeteo de una contienda en la que sus adversarios ya empezaron a sacarle expedientes de terrenos comprados y no presentados en sus declaraciones, y en la que él dice representar una “opción de futuro” y busca contrastarse con “las ideas del pasado” que atribuye a Andrés Manuel López Obrador.
Pero la segunda gran incógnita que hoy plantea Meade, y quizás la más importante para que se le vea como candidato real, es si tendrá autonomía política y de ideas de quien, públicamente se ostenta como su gran “amigo y promotor”. La idea de un candidato títere, manejado desde las sombras por la misma materia gris que cogobernó este sexenio, no le haría ningún favor a Meade y lo volvería un candidato débil y manejable.
Hay una anécdota que cuentan de Meade y Videgaray. Cuando éste último dejó el imponente despacho de secretario de Hacienda en Palacio Nacional, en septiembre de 2016, lo primero que hizo Meade, como titular de la SHCP, fue ordenar que le cambiaran el sillón de su escritorio, que dejó su antecesor. Cuando la noticia de la remoción de la silla donde se sentó por cuatro años llegó a Videgaray, entonces fuera del gabinete, le mandó un mensaje a su amigo y sucesor: “¿Cómo que me cambiaste mi silla, por qué?”, preguntó extrañado y con un dejo de reclamo. “Por qué ahora es mi silla y yo soy el que me siento”, le contestó Meade a Videgaray.
¿Se lo podrá repetir ahora que es candidato y, en el hoy eventual caso, de que llegara a ganar la Presidencia?
NOTAS INDISCRETAS…Una exhibición más de su influencia en la sucesión priísta, la dio Videgaray al presumir ayer en su cuenta de Twitter el encuentro que tuvo el lunes por la tarde con el secretario de Educación, Aurelio Nuño. En medio de versiones de que Nuño será el próximo coordinador de la campaña de Meade, no faltó quien se preguntara ¿otro destape del protagónico canciller?.. Y hablando de protagonismos, la convocatoria que logró el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, en el reciente bautizo de su hijo, el pasado sábado 18 de noviembre, en Bosques de Santa Fe, es de las que poco se ven. El evento familiar se tornó político por los personajes tan disímbolos y de partidos antagónicos que acudieron al festejo. En tiempos de guerra política, se vio brindar y departir lo mismo al presidente Peña que a Miguel Ángel Mancera, a Ricardo Monreal y a Santiago Creel, lo mismo que a Miguel Osorio y a José Antonio Meade. También acudieron empresarios como Carlos Slim, Ramón Chedraui, Olegario Vázquez Raña y Sergio Nieto. Tanta pluralidad y cortesía política en torno a un evento social, no la logran muchos, sobre todo en estos tiempos de encono social y político… Los dados mandan Serpiente Doble. Mal tiro.
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