Veinticinco días antes de tomar posesión como presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador demostró que ya tiene el poder y ganó su primera gran batalla política. Al convencer a los empresarios de finiquitar los contratos del proyecto del aeropuerto internacional en Texcoco, sin demandas ni amparos y con una negociación en la que las constructoras aceptan la cancelación anticipada por causas de “interés general” y el pago parcial por los trabajos realizados más los recuperables y no por los montos totales de obra que se les habían asignado, el presidente electo no sólo desactivó cualquier conflicto inicial con el empresariado, sino que consolidó un primer objetivo de su proyecto político: someter a los hombres del dinero a la autoridad del poder político y al interés mayoritario por encima del interés económico.
Políticamente podría decirse que AMLO ganó su primer batalla como presidente, aún sin serlo, y sin tener que disparar —metafóricamente— ni un solo tiro, gracias al arte de la negociación política, pero también a que la redacción de los contratos del difunto NAIM, aceptada hace tres años por los grandes contratistas, le dieron al gobierno federal, representado por el Grupo Aeroportuario de la CDMX, un enorme margen de discrecionalidad al establecer de manera abstracta y sin puntualizaciones claras las causas de “interés general” y el “daño al Estado” como motivos de cancelación anticipada que podía invocar el gobierno para dar por terminados los contratos asignados y el proyecto mismo.
Tal vez fue el reconocimiento de su excesiva confianza o de su ingenuidad transexenal o tal vez fueron sus mismos abogados (los que hace tres años se durmieron al aceptar cláusulas tan ventajosas y abiertas a favor del contratante) quienes después de analizar jurídicamente la situación y la redacción de los contratos les recomendaron negociar con el nuevo gobierno, pero el caso es que ayer, al restaurante “Corazón de Alcachofa” en Polanco acudieron tal cual, como blandas y suaves alcachofas, algunos de los hombres más ricos de México dispuestos a aceptar la condiciones de López Obrador y su gabinete para dar oficialmente por muerto el que fuera el proyecto emblemático del actual sexenio peñista y gran apuesta empresarial y de negocios de varios de los capitanes de empresa más grandes del país.
Con el presidente electo llegaron al restaurante 100% orgánico sus colaboradores Alfonso Romo, Carlos Urzúa y Javier Jiménez Espriú, futuro jefe de la Oficina Presidencial y secretarios de Hacienda y Comunicaciones respectivamente, además del futuro director del Grupo Aeroportuario de la CDMX, Gerardo Ferrando Bravo; mientras que por los empresarios y contratistas arribaron en total 16 afectados por la muerte prematura de Texcoco: el representante de Carlos Slim y de Cicsa, Antonio Gómez; Hipólito Gerard, de GIA; Héctor Ovalle, de Coconal; Carlos Hank Rhon y Alberto Pérez Jácome de La Peninsular; Olegario Vázquez Aldir y Antonio Boullosa, de Promotora y Desarrolladora Mexicana; Juan Diego Gutiérrez Cortina, y Diego Gutiérrez Cortina de Epcor; Juan Carlos Santos, de ICA Fluor y Guadalupe Phillips de ICA Constructora de Infraestructura; Santiago Villanueva de Vise; Enrique Alonso, de Sacyr; Javier Pérez de Aldesem; Moisés Zecua de Jaguar Ingenieros; Sergio Ramírez de Acciona Infraestructura y Víctor Ortíz de IDISA.
El resumen y el fraseo que hizo al finalizar la reunión da cuenta clara del tono del encuentro, del buen entendimiento que hubo, pero también del resultado político indiscutible que se anotó el presidente electo: “Se portaron muy bien, les diría que de manera muy comprensiva, responsable, al cien. Fueron muy respetuosos de la decisión que tomaron los mexicanos que participaron en la consulta, se respetó la voluntad de los ciudadanos. No hubo ningún planteamiento de ese tipo, no hay ninguna denuncia legal, no hay ningún amparo. Ellos van a participar en Santa Lucía, es muy probable, también en otras obras”, dijo un triunfante López Obrador.
Cuenta la mitología griega que Zeus, rey de los Dioses, se enamoró de una bella joven mortal de nombre Cynara, a la que convirtió en Diosa para poder llevársela al Olimpo. Pero un buen día la joven, aburrida de la vida de los Dioses decidió escabullirse por la noche para visitar a su madre, y cuando Zeus se enteró de la traición de su amante, enfurecido, la desterró del Olimpo y al caer a la tierra ella se transformó en Alcachofa. Y así salieron ayer, como Cynara, de aquel restaurante en Polanco los empresarios que habían amenazado con furiosas demandas y casi con la caída de la economía nacional si se cancelaba Texcoco: cual blandas e inofensivas alcachofas desterradas del futuro Olimpo del Palacio Nacional.
NOTAS INDISCRETAS… Y mientras los empresarios recapitulan ante el futuro presidente, en la Suprema Corte de Justicia ayer, a las 10:30 de la mañana comenzó una reunión del Poder Judicial encabezada por el presidente de la Corte, Luis María Aguilar, en la que el tema a tratar era cómo enfrentar el ajuste salarial que López Obrador y el Congreso les impondrá a todos los servidores públicos de los tres poderes a partir de la entrada en vigor ayer de la Ley de Remuneraciones. ¿Se van a resistir los ministros, jueces y magistrados con amparos y recursos constitucionales? Eso significaría un enfrentamiento entre Poderes por vía de los tribunales. Y de poder a poder, veremos quién se impone… Los dados mandan Escalera doble. Subimos.