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En el ocaso de su poder y tras la peor derrota del aún partido gobernante, el presidente Peña Nieto hizo valer, por última vez, su condición de “jefe máximo” del PRI para ordenar, junto con los 14 gobernadores priistas, la transición que viene en el reducido partido tricolor. De entrada, Peña ordenó la salida de Rubén Moreira de la Secretaría General, porque el coahuilense no encajaba en el nuevo esquema para dirigir al priismo por el próximo año y, con el consenso de los gobernadores, acordaron que Rolando Zapata, mandatario saliente de Yucatán, acompañe en la Secretaría General a Claudia Ruiz Massieu como compañeros de la fórmula que será electa en un mes, para terminar el periodo hasta agosto de 2019, según la convocatoria que se emite mañana en el Consejo Político Nacional.
Peña también pactó con los gobernadores que el CEN de Claudia y Rolando será “de transición” y que a ellos les corresponderá convocar en 2019 a la elección de una nueva dirigencia, que podría ser incluso electa por el voto de los militantes, pero mientras eso ocurre, en el siguiente año, los mandatarios estatales se comprometieron a actuar para evitar que los grupos priistas “saquen los cuchillos” y comience una “carnicería política” en el viejo partido en los próximos meses. Una vez que se defina el método y los tiempos para elegir a la siguiente dirigencia nacional el próximo año, será a ésta a la que le corresponda determinar cómo se procesan las distintas propuestas para “reformar”, “cambiar” o incluso “refundar” al PRI.
El miércoles y jueves de la semana pasada los 14 gobernadores fueron llamados a la Ciudad de México para discutir y definir la ruta de las definiciones en el priismo. Primero se reunieron la noche del miércoles en la sede de Insurgentes Norte, junto con los coordinadores parlamentarios, con Claudia Ruiz Massieu, y el jueves estuvieron en Los Pinos donde los recibió Peña Nieto y ahí se habría hecho el pacto para “guardar los cuchillos” y evitar una revuelta interna en estos momentos que debilite aún más al ya de por sí reducido PRI.
La decisión de impulsar a la Secretaría General a Rolando Zapata, se tomó bajo la lógica de que fue el gobernador priista que mejor votación obtuvo en su estado en las pasadas elecciones del 1 de julio. Aunque el yucateco no ganó la gubernatura, que se quedó finalmente en manos del panista Mauricio Vila, el abanderado del PRI, Mauricio Sahui, se quedó a escasos 3 puntos de diferencia, siendo el único estado en donde el priismo dio la pelea por la gubernatura y terminó en un apretado segundo lugar. Pero también, al apoyar a Zapata, los gobernadores y Peña desecharon aplicar el mecanismo de prelación para definir la Secretaría General que le correspondía, según los estatutos, al secretario de Organización, Héctor Gutiérrez de la Garza, a quien le cerraron el paso, al parecer, por su cercanía con el ex dirigente Manlio Fabio Beltrones.
Está claro que Peña Nieto sabe bien que los priistas, tanto de la cúpula como de la base, lo culpan a él y a su grupo cercano de la debacle que sufrió su partido el 1 de julio, y al hacer este pacto con los gobernadores, lo que busca es posponer una noche de cuchillos largos en el PRI que, después del 1 de diciembre, será muy difícil contener.
NOTAS INDISCRETAS… Y mientras busca contener una revuelta en su partido, al presidente Peña le estallan cada vez más bombas políticas a medida que declina su poder. Ayer, en un mismo lunes negro, el mandatario escuchó de frente a Andrés Manuel López Obrador decir que va a cancelar la reforma educativa de su sexenio y que va a convocar a una nueva discusión entre la sociedad y el magisterio, incluida Elba Esther Gordillo, para definir la nueva política educativa de su gobierno. No habían pasado ni dos horas de que Gordillo saliera a decir en conferencia de prensa —justo el día del inicio del ciclo escolar— que ella estaba libre y “la Reforma Educativa ha caído”, cuando en Palacio Nacional, en una inédita conferencia de prensa conjunta entre los dos presidentes y sus respectivos gabinetes, López Obrador confirmó lo dicho por Elba y reivindicó a la que fue su aliada electoral, al decir que aunque “no trabajará en el gobierno”, él no la va a perseguir y, por el contrario, la dejará ejercer libremente sus derechos, lo que incluye un posible intento de la maestra por volver a controlar y dirigir el SNTE. Así, toda la cortesía y las deferencias que Peña ha tenido en esta transición inédita, en la que prácticamente ya le cedió el poder anticipadamente al presidente electo, tuvieron por respuesta una primer bofetada en la cara del mexiquense y todo su gabinete, incluido el canciller Luis Videgaray, que todavía no terminaban de digerir a esa hora la declaratoria de “venganza” de la “guerrera” Elba Esther, que ayer mismo acusaba al gobierno de Peña de haberla encarcelado como “perseguida política”. La buena noticia para el presidente y su desarticulado gabinete es que ya les falta poco para terminar, sólo tres meses, no, menos, cinco… Los dados mandan Serpiente. Caída libre.