Miguel de la Madrid enfrentó en 1985 el sismo más devastador que haya sufrido la Ciudad de México. Aquel 19 de septiembre marcó a la Ciudad y también al gobierno delamadrista, que pasaría a la historia por su lenta respuesta a esa tragedia. Tal vez por eso, ya terminada su presidencia, don Miguel, desde su experiencia, daba recomendaciones a sus sucesores, sobre cómo debían enfrentar un desastre como el que le tocó a la mitad de su sexenio.
Decía De la Madrid que en cualquier desastre, pero especialmente en un sismo, había tres etapas: la primera, la “emergencia”, donde el gobierno tenía que hacerse presente de inmediato. Él mismo reconocía que en esa etapa a su gobierno “nos fue muy mal y fuimos muy incomprendidos”. Decía que, contra la percepción de parálisis, él grabó un mensaje a la nación en video tras el sismo, pero el tamaño del desastre, la interrupción de comunicaciones y “errores en mi equipo” retrasaron su emisión y cuando se quiso reaccionar ya se hablaba de ausencia.
La segunda etapa, decía el ex presidente, es la del “rescate y remoción de escombros”, donde el gobierno debe de organizar y controlar el rescate de sobrevivientes o fallecidos, y agotada la búsqueda, retirar escombros y demoler edificios —otro momento crítico por la resistencia de las familias— para iniciar los planes de reconstrucción.
Y la tercera y, según decía De la Madrid, la más peligrosa que sigue a un sismo, es la “inconformidad social”. Tiene que ver con la desesperación natural de damnificados, que comienzan a reclamar la falta de celeridad en la reconstrucción y a resentir la ausencia de ayuda y donaciones, civiles y gubernamentales, que ya no llegan como las primeras semanas.
El ex presidente sabía de lo que hablaba. En esa tercera etapa del 85, surgieron movimientos sociales y políticos que todavía, 32 años después, tienen demandas y exigencias. De ahí emergieron líderes que, utilizando la inconformidad social de los damnificados, construyeron carreras políticas, bases clientelares y hasta fortunas. De ahí provienen René Bejarano, Dolores Padierna, Marco Rascón y muchas otras figuras políticas.
Esa ira social por la fallida reconstrucción del 85 tuvo, tres años después, en los comicios presidenciales de 1988, un efecto devastador para el PRI: perdió por primera vez la capital de la República y apenas pudo retener la Presidencia —bajo sospecha de fraude— con la polémica “caída del sistema” del hoy senador Manuel Bartlett. Todo a manos del naciente Frente Democrático Nacional, bajo el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, que después se transformarían en el PRD.
La experiencia narrada por Miguel de la Madrid a su sucesor hoy cobra relevancia por el momento que enfrenta el país y el gobierno de Enrique Peña Nieto, tras los sismos del 7 y 19 de septiembre pasados. Ayer, de visita en Oaxaca y un día antes en Chiapas, Peña recibió las primeras muestras de inconformidad y reclamos por “la tardanza en los trabajos de la reconstrucción”, a lo que el Presidente respondió con un reconocimiento de que “sí nos hemos tardado más de lo que dijimos”, pero lo atribuiría a lo complejo que resultó “la remoción de escombros” en comunidades chiapanecas y oaxaqueñas, particularmente en Juchitán.
Peña volcó a Oaxaca y Chiapas a buena parte de su gabinete para atender la emergencia, pero sobre todo para frenar la temida tercera etapa de la inconformidad social, en una zona ya compleja por la marginación histórica y por la elevada politización de los estados sureños. Miguel Ángel Osorio, al mando de Juchitán, con René Juárez como su operador, y Rosario Robles en Chiapas, se dedicaron a atender las demandas de apoyos, albergues, restablecimiento de servicios y hasta de la entrega de más de 40 mil tarjetas monetarias en las dos entidades, 15 mil de ellas sólo en Juchitán, en las que se depositarán 120 mil pesos. Todo “para mantener la gobernabilidad en la zona”.
La pregunta hoy es ¿hasta dónde la operación de Peña Nieto y de los gobernadores Alejandro Murat y Manuel Velasco, la rapidez o tardanza de los trabajos y la disponibilidad de recursos lograrán contener esa inconformidad en Oaxaca y Chiapas? Por razones naturales, pero también por sociales y políticas, podría estallar en cualquier momento si hay errores y retrasos en la reconstrucción. Algo similar podría pasar en la Ciudad de México, si no hay un manejo adecuado de la reconstrucción. Pero el escenario más grave es que la inconformidad, mal atendida y manejada, también puede derivar en ingobernabilidad. Y eso, en un año de polarización electoral y con una economía sacudida por la casi segura cancelación del TLC con Estados Unidos y Canadá, formarían una tormenta perfecta.
Y si hay inconformidad, inevitablemente habrá costo político, justo a 8 meses de las elecciones federales y locales de 2018. ¿Qué partidos pagarán ese costo y cuáles se beneficiarán de la ira del sismo?
sgarciasoto@hotmail.com