Consumados los rituales de un PRI restaurado por Peña Nieto, que apuesta por primera vez a un candidato externo, como José Antonio Meade —más cercano a la derecha panista que al priísmo histórico—, en un reconocimiento tácito de que su desgaste lo vuelve “impresentable” ante los electores y que no tiene ni un solo militante limpio en sus filas, toca ahora el turno de voltear a ver cómo se dan las cosas en el Frente Ciudadano por México (FCM) donde el proyecto de una alianza opositora de gran calado para competir en las elecciones del próximo año, está llegando a su hora cero.
Las definiciones de candidaturas y el reparto de posiciones tienen al Frente al filo de la supervivencia. Son tres fuentes de tensión que los dirigentes del PAN, PRD y MC tratan de resolver a marchas forzadas, para poder tener listos los acuerdos antes de que venza el plazo para registrar ante el INE su método de selección de candidatos y aprovechar los tiempos de precampaña que inician el 15 de diciembre próximo.
El primer foco de tensión frentista es el reparto de candidatos a senadores y diputados. El PAN pretende entre 145 y 150 distritos federales para abanderados panistas, mientras el PRD busca 110 distritos y Movimiento Ciudadano pretende unos 40. Aunque en las cúpulas esas cifras han sido más o menos consensuadas, todavía hay grupos, tribus y corrientes internas, sobre todo en los estados, que no están de acuerdo y cuestionan las cifras cupulares. De las senadurías, los perredistas llevarían mano en la CDMX y el Estado de México y en los estados del sureste, salvo Yucatán, en donde el PAN quiere encabezar la fórmula, mientras que en el norte y Puebla, Veracruz, Guanajuato, Querétaro, los panistas encabezan las senadurías, en tanto que a MC le dan Jalisco. En general se espera que la fórmula PAN-PRD vaya en las nominaciones al Senado en al menos 16 de los 32 estados del país y el resto se repartan entre los tres partidos.
El segundo foco de tensión para el FCM es que el tiempo de Alejandra Barrales al frente de la presidencia del PRD se agota el próximo 8 de diciembre, y no hay garantías de a quién nombrarán las tribus perredistas y si un nuevo dirigente querría continuar con el Frente y los acuerdos ya alcanzados o rompería la alianza. Por eso, en pláticas entre los actuales dirigentes se busca “acelerar” todas las decisiones sobre candidatos y método antes de que se produzca la salida de Barrales del CEN perredista.
Y finalmente el tercer foco de tensión, y el más grave para la supervivencia del Frente Ciudadano, es el método para elegir al candidato presidencial. El PAN insiste en que un panista debe encabezar la candidatura por su supremacía electoral; el problema es que Mancera rechaza la designación “por consenso” y limitada a un militante de Acción Nacional que, supone bien, sería Anaya. Ya se lo dijo abiertamente a Anaya, Barrales y Dante Delgado cuando lo invitaron a comer el 17 de noviembre pasado: no acepta el reparto de “cuotas y posiciones” y exige un proceso abierto y por voto ciudadano. El mismo día de esa comida, en un claro mensaje de presión, el jefe de Gobierno apareció con Margarita Zavala y Moreno Valle en un café de Polanco.
Ante la presión política y mediática, Acción Nacional propone un “método semiabierto” en el que Mancera, el propio Anaya y un aspirante ciudadano, que estaría entre Juan Pardinas y Jorge Castañeda, pudieran hacer precampaña interna, sostener varios debates públicos y luego aceptar una elección “por consenso” de una comisión de los tres partidos. De ese modo, dicen, aprovecharían los tiempos de precampaña del INE y abrirían su método de elección, sin llegar a un voto directo, que los panistas consideran “altamente riesgosa” por una posible injerencia del gobierno y el PRI. Previamente, el CEN del PAN buscaría una contienda interna entre Anaya y Moreno Valle para definir al precandidato panista que buscaría la nominación del Frente.
El problema con esa propuesta es que podría llegar tarde y ser insuficiente. Miguel Ángel Mancera manda señales de que podría buscar ser candidato sólo del PRD al 2018. De hecho ya se anunció que Nueva Alianza, que dejó el Frente, podría ir como aliado de los perredistas en la CDMX y se dice que también el PVEM podría sumarse a una candidatura de Mancera. Al jefe de Gobierno lo convencieron de que, con una alianza de partidos pequeños y el PRD, tendría la fuerza para ser candidato sin el Frente y para pelear incluso con Morena en la elección capitalina.
Eso significaría la ruptura definitiva del Frente Ciudadano y obligaría al PAN a ir solo con su candidato, mientras que el PRD postula a Mancera, en un escenario de fragmentación del voto que es el que más le conviene al PRI y a López Obrador. Llego la hora de la definición para saber si el Frente vive o muere. De eso depende el escenario final de la batalla por el 2018 y hasta la composición de la boleta en la elección presidencial.
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