Salvador García Soto

El consejero militar del Presidente

Ni la Secretaria de Gobernación, ni el Jefe de la Oficina Presidencial pasan tanto tiempo en el despacho de AMLO como el general Crescencio

El consejero militar del Presidente
13/04/2019 |01:21
Redacción El Universal
Pendiente este autorVer perfil

Andrés Manuel López Obrador pasó de ser, como líder opositor, un férreo crítico de la intromisión del Ejército en las tareas civiles, a convertirse en un presidente convencido de que se puede y se debe gobernar de la mano de las Fuerzas Armadas. Hoy no sólo la estrategia de seguridad de su administración se centra en la fuerza de los militares, a las que considera única opción para enfrentar la crisis de inseguridad que heredó y que se ha agravado en sus primeros meses de gobierno, sino que también las instituciones castrenses son vistas y promovidas por el presidente como las más confiables para casi todo, desde sembrar árboles, operar ductos y trasladar combustibles de Pemex, construir aeropuertos o realizar desarrollos habitacionales.

En el primer círculo de la Presidencia de la República, la figura del gabinete que más ha ganado terreno y ascendencia en el ánimo y el oído presidencial en estos cuatro meses es el secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval. El general, dicen en el propio gabinete, es el colaborador que más tiempo pasa en Palacio Nacional y con el que más habla, todos los días, el presidente. Cada mañana, el primero en llegar a las reuniones de gabinete es el jefe del Ejército y casi siempre es el último en abandonar la sede presidencial porque casi siempre López Obrador le pide quedarse para comentar con él distintos temas.

Ni la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, ni el Jefe de la Oficina Presidencial, Alfonso Romo, pasan tanto tiempo en el despacho presidencial. Al general Crescencio se le pide opinión de casi todo, lo mismo de cómo organizar la siembra de árboles para el Programa Sembrando Vida, que de la operación y logística para el transporte de combustibles, del proyecto para construir el nuevo aeropuerto en Santa Lucía o de cualquier otro tema o problema que se le ocurra preguntarle al presidente. “Es en este momento, con mucho, el funcionario al que más le pide opinión o consejo el presidente para muchos más temas que la seguridad”, afirma un colaborador cercano del Palacio Nacional.

Newsletter
Recibe en tu correo las noticias más destacadas para viajar, trabajar y vivir en EU

Aunque el hoy secretario de la Defensa Nacional tiene apenas unos meses de conocer al presidente, su designación fue producto de la recomendación del otro militar en el que más confía Andrés Manuel López Obrador, el general en retiro y actual director del Centro Nacional de Inteligencia, Audomaro Martínez Zapata. Contemporáneo y paisano del presidente, Audomaro ha sido su consejero en materia de seguridad y amigo desde que se conocieron en Tabasco en 1977, en el gobierno de Leandro Rovirosa Wade, donde el ahora presidente era delegado del Instituto Nacional Indigenista y el militar divisionario comisionado de la 30 Zona Militar. Fue su jefe de seguridad en el Gobierno del Distrito Federal y luego también en su primer campaña presidencial.

Cuando iba a definirse la sucesión en la Defensa y la Marina, el presidente López Obrador ofreció a los dos secretarios con Peña Nieto, Salvador Cienfuegos y el almirante Francisco Vidal Soberón, que respetaría los “usos y costumbres” de las Fuerzas Armadas y les pidió a los dos jefes militares sus “ternas” para considerarlas y elegir a uno de los que ellos sugirieran tanto para la Sedena como para la Defensa. Pero nunca tomó en cuenta las propuestas de los ex secretarios, pues ya tenía la recomendación de su general de confianza, Audomaro, quien le habló de la “capacidad, honestidad y sencillez” del general Luis Crescencio Sandoval, que en ese momento no figuraba entre los nombres habilitados para la sucesión militar, como tampoco lo hacía el secretario de Marina, José Rafael Ojeda. Con las dos designaciones sorpresivas en las Fuerzas Armadas, donde pesó la voz de su jefe militar más cercano, el presidente rompió la tradición y los mecanismos históricos para definir la sucesión en las Fuerzas Armadas para instituir una nueva cúpula militar en su gobierno.

RECOMIENDA A SU AMIGO PARA GUARDIA

Pero aunque llegó recomendado por el general Audomaro Martínez, en estos cuatro meses de convivir todos los días desde la primera hora en la reunión del gabinete de seguridad, junto con su estilo austero y alejado de la soberbia y los protagonismos de otros secretarios de Defensa, le ha valido al general Crescencio ganarse rápidamente la confianza y establecer su propia relación personal y de lealtad con el presidente.

Por esa confianza y ascendencia que el general secretario ha ganado, a nadie le sorprendió que tanto el mando, como los integrantes del llamado “estado mayor” de la Guardia Nacional, fueran sugeridos por el titular de la Defensa. De hecho, el general Crescencio recomendó como comandante del nuevo cuerpo federal de seguridad a su amigo, el general Brigadier, Luis Rodríguez Bucio, quién además de ser contemporáneo y amigo suyo, a quien vendió muy bien para las labores de la Guardia por su experiencia y capacitación en materia de inteligencia militar, combate al narcotráfico y sus estudios en grupos armados y tácticas de contrainteligencia obtenidos durante su paso en 1980 por la Escuela de las Américas de Panamá, en el Fort Gulick, considerada la “Escuela para asesinos y dictadores” de Estados Unidos, para mantener el control de su “patio trasero” y alguna vez nombrada por el New York Times, como ‘la base más grande para la desestabilización en América Latina, una institución tan claramente por fuera de los valores americanos”.

Así que, con la presencia del general Bucio, a quien convencieron de aceptar un temprano retiro para poder encabezar la Guardia Nacional y con los otros recomendados para representar a la Sedena y a la Marina, además de la Policía Federal, el general secretario Luis Crescencio Sandoval no sólo confirma que la nueva Guardia, que “para ser civil tiene muchos militares”, como dijo ayer el periodista Jorge Ramos, estará indudablemente bajo la esfera y la influencia de las Fuerzas Armadas, por más que su mando esté adscrito al secretario de Seguridad, Alfonso Durazo. Los militares siempre responderán a su jerarquía militar y así será porque así lo quiso el presidente López Obrador que hoy ha decidido apostar abiertamente por las fuerzas castrenses para entregarles el control de la seguridad y exigirles resultados en medio de la crisis que está por convertir a su primer año de gobierno en el más violento de la historia reciente, según las cifras oficiales.

Y así, en la metamorfosis propia del poder, Andrés Manuel López Obrador hoy ya no piensa que “los militares deben regresar a sus cuarteles”, y hoy no sólo los mantiene en la calle y les da carta constitucional para convertirse en la columna vertebral de su estrategia contra el crimen, la violencia y la seguridad que azotan al país, desplazando y relegado casi por completo a las corporaciones civiles en las que no confía, sino que además, vuelca su confianza y la de su gobierno en sus consejeros militares.

NOTAS INDISCRETAS…

En la salida de Simón Levy de la subsecretaria de Turismo hay de fondo un claro y notorio desencuentro con su jefe, el secretario Miguel Torruco. Aunque Levy no ha querido comentar detalles del por qué de su decisión, fuentes cercanas al ahora subsecretario niegan rotundamente que le hayan pedido la renuncia por presuntos actos de “grilla o deslealtad” hacia el secretario. Es más, según esas fuentes, fue el propio Levy el que le presentó la renuncia en varias ocasiones a Torruco, pero éste se negaba a aceptársela hasta ayer, luego de que nunca hubiera entendimiento en los estilos de trabajar de ambos. Y, de ser cierto lo que dicen, Simón Levy reaparecería pronto en una oficina cercana al Palacio Nacional en una buena posición. Veremos quién dice la verdad en la que, por lo pronto, es la primer baja en el gabinete lopezobradorista… A propósito de bajas y cambios en el gabinete. Cuando formaba su equipo de colaboradores, antes de tomar posesión, el presidente López Obrador dijo públicamente que a su equipo lo evaluaría por resultados y no por cuotas ni cuates, y que “a los seis meses voy a hacer una evaluación y el que no funcione se va”. Y esos seis meses, en sentido estricto se cumplen el próximo mes de mayo. Así que corre la cuenta regresiva, ¿quiénes se van y quiénes se quedan en el gabinete de la Cuarta Transformación, donde hay muchos más ausentes que presentes?...Los dados se guardan una semana por vacaciones. Prometen volver recargados y con más Serpientes y Escaleras a partir del lunes 22 de abril. Felices Pascuas a los amables lectores.

sgarciasoto@hotmail.com